Cádiz

"He querido dar a mis hijos lo que yo no pude recibir"

  • Entrevista. Después de 36 años al frente de uno de los negocios con mayor prestigio en la capital, Paco Romero recuerda los duros inicios profesionales y los problemas personales

EN el número 84 de la avenida de Andalucía 'vive' Paco Romero Huerta. Allí está Deportes Romero, su empresa, su negocio… su vida. Afincado en Cádiz desde corta edad tras nacer en Alcalá de los Gazules el 3 de octubre de 1952, su crecimiento hasta ser lo que es pasa por un bar, una carpintería y la cocina de un hotel. Se aplicó a rajatabla ver, oír y callar. Y trabajar y soñar con dotar a sus hijos de tantas cosas que a él y a sus ocho hermanos les faltaron. El mostrador es su refugio, el trato directo con el cliente, con la ciudad, con la vida misma que ve pasar con mirada bondadosa desde un rincón privilegiado.

-El empresario, ¿nace o se hace?

-Va en la vida de cada uno. Tomé ese camino como pude tomar otro. En mi caso el hombre, con los valores inculcados por mi padre, se hizo empresario y ha llegado con mucho esfuerzo hasta lo que tiene hoy.

-Pero, viéndole ahora, ¿quién se acuerda de los años difíciles al llegar a Cádiz y de aquella primera tienda en García de Sola?

-Mi padre nos trajo de Alcalá de los Gazules hace 55 años para empezar a trabajar él en los astilleros. Nos metimos en una asesoria en la calle Capuchinos. La gente de Cádiz sabe lo que significa una asesoria. Una habitación en la que de noche se echaban los colchones al suelo y de día se quitaban para dejar un sitio en el que comer. Allí estuvimos un año hasta que el Obispado nos dio un piso en Osorio y luego otro en García de Sola. Debido a la compleja situación familiar sólo pude hacer estudios primarios y con doce años empecé a trabajar fregando vasos en un bar. De ahí pasé a una carpintería en Sopranis. Y luego, hasta los diecinueve años, a la cocina del Hotel Playa. Ocho meses en Cádiz y cuatro en Canarias, donde la empresa contaba con otro recinto hotelero. Así, todos esos años.

-Que de vueltas para acabar vendiendo material deportivo, ¿no?

-Le cuento. Tuve que dejar el hotel para marcharme al servicio militar, que realicé en el Castillo de Guzmán el Bueno, en Tarifa. Al acabarlo, frente a mi casa había unos locales regentados por Agustín Ríos Chicón. Él se jubiló y nos ofreció uno. Lo cogimos por un alquiler de once mil pesetas.

-¿Ahí nace Deportes Romero?

-En efecto. Allí mismo monté la tienda de deportes en 1978. Hasta que la dejamos porque iban a construir unas viviendas y nos trasladamos a la avenida.

-Habla muy fácil de dejar un local pequeño en García de Sola para adquirir uno más grande en la avenida de Andalucía.

-Por los derechos de ese primer local me dieron un dinero para lograr ese traslado. Mi padre dijo que cómo me iba a ir a la avenida, que allí se pagaba mucho. Pero decidí dar el paso en solitario con una tienda mucho más grande.

-¿Qué queda detrás de su mostrador de aquel niño que fregaba vasos para ayudar en la economía doméstica y que hoy parece tener la vida resuelta?

-Mucho sacrificio, muchísimo, y entrega y horas que se le quitan a la familia. El esfuerzo de toda una vida haciendo lo que más me gusta, trabajar, y con un permanente contacto con la gente, que ayuda a conocer mejor a las personas.

-Pero no me responde a la segunda mitad de la pregunta anterior. Parece que tiene la vida resuelta. ¿Está nadando en oro?

-Yo le diría al que piense eso que no es todo lo que se ve. Soy modesto y clásico, y le doy mucho valor a todo. Mi coche tiene dieciocho años, pero parto de la premisa de valorar y cuidar mucho las cosas que poseo. Mi tienda da para vivir un poco mejor que en otros gremios, pero es un gran sacrificio porque llevo más de treinta años y todavía siento inseguridad.

-¿Inseguridad? ¿Tan mal ve la cosa?

-Claro. El comercio no es lo que la gente se cree; hay muchas horas detrás al margen de las del propio horario de apertura al público. Cuando todo acaba al final de un día, te llevas el negocio a casa en la cabeza. Y eso agota. La ciudad está mal en cuanto a la industria y el comercio. Después de más de tres décadas, veo un escenario muy complejo y las perspectivas no son buenas.

-Los políticos hablan de brotes verdes. ¿Confía en nuestros dirigentes?

-Visto lo visto, creo que ahora mismo la solución es a largo plazo. Raro es el día que no se escucha o se lee algo negativo de un empresario, sindicalista o político que tiene que rendir cuentas ante la Justicia. Tampoco hay un modelo político que sea un buen referente. El PP se ha encontrado una deuda muy grande y espero que dé con la tecla pronto y se produzca una recuperación real.

-Hablando de recuperación y cambiando de tercio, ¿se recuperará algún día el Cádiz CF?

-Da pena verlo en esa situación, sin jugadores de la capital y muy pocos de la provincia. Sufriendo en Segunda B. Y con un estadio precioso… Me gustaría que cambiaran las cosas pero el presente, con los graves problemas económicos e institucionales que existen, obliga a ser pesimista.

-¿Qué hay de cierto en que el club pudo ser de su propiedad?

-Hubo un intento. La relación con el Cádiz era buena pero muy mala con Antonio Muñoz. Fue en la etapa de Enrique Huguet como presidente, que con nosotros se portó como un caballero. Con motivo de un almuerzo me ofreció la posibilidad de tomar las riendas del club. Valoré mucho su gesto, pero le dije que no. A Enrique (Huguet) le dejé claro mis defectos y virtudes para dar ese paso. Luego Muñoz y yo quedamos para una reunión; la noticia salió publicada en Diario de Cádiz y él se echó atrás. Y hasta hoy.

-Quizá a Muñoz no le gustaba que el Deportes Romero CF empezaba a hacer ruido con un ascenso a Primera Andaluza...

-No nos quería ni ver. No sé si éramos una piedra en su zapato, pero la realidad es que Antonio Muñoz se portó muy mal con el Deportes Romero. Lo que se logró entre los dos clubes fue gracias a Enrique Huguet. El Cádiz jugó por primera vez en el Manuel Irigoyen. Fue contra nosotros, a beneficio de la bolsa de caridad de la cofradía de la Sanidad. Y también gracias a él, el último encuentro de Liga lo jugamos en Carranza.

-Un pasado triste porque usted 'mató' el club que fundó. ¿Se arrepiente?

-Añoro mucho el equipo, el trabajo con los directivos y los días de fútbol, pero no me arrepiento de lo que hice. Sigo dolido con el trato que nos dieron y aquello puso de nuevo de manifiesto que la envidia es muy mala, ya que en este caso fue más allá del fútbol.

-¿Sus palabras apuntan a alguien?

-Estoy muy agradecido al Ayuntamiento, a la alcaldesa y al concejal Vicente Sánchez. No culpo a ellos de la desaparición del Deportes Romero. Fue un dolor muy grande porque se acabó un club con todas las categorías posibles y que tenía un proyecto firme para ascender a Tercera. Lo hice con todo el dolor. El fútbol base de Cádiz tiene que estar muy agradecido del apoyo del Ayuntamiento.

-Hay otros dolores que están muy por encima de un equipo, como la pérdida de su esposa…

-Fue un revés tremendo. Mi mujer falleció en 1999 y me quedé solo con mis tres hijos. Paquito tenía catorce años, Sonia, doce, y Ale, nueve. Cuando pasó todo, le dediqué más tiempo a ellos sin olvidar el negocio porque era y es el futuro de toda la familia. Afrontaba una situación muy fuerte pero nadie me iba a dar una solución. No podía culpar a nadie y, desgraciadamente, le tocó a mi mujer. Daba igual que hubiera sido yo porque los dos éramos muy importantes para los niños.

-Unos niños sin madre, ¿cómo se cubre ese vacío?

-Traté de no agravar más la situación. Fue durísimo reunir a los tres y comunicar el fatal desenlace... No se encuentra la manera de decir a tres menores que su madre no va a volver más… (recuerda mientras se le humedecen los ojos y agota el agua que queda en su vaso). Le eché valor y tiré para arriba. Han pasado quince años y el dolor está ahí, siempre muy presente, aunque me consuela pensar que ella debe estar orgullosa de lo que ha logrado su familia. Mis dos hijos están conmigo al frente del negocio, y mi hija, que estudió finanzas y contabilidad, marketing y publicidad, trabaja en Madrid.

-Entiendo que puede presumir de un gran negocio…

-Me siento realizado con las metas que me propuse en la vida; las he llegado a conseguir todas en ese sentido. El éxito está en el sacrificio, la constancia y tener claro lo que uno quiere alcanzar. Nos debemos a una clientela que debe recibir la mejor atención, siempre de forma amable y muy profesional. Con la tienda, he querido dar a mis hijos lo que yo no pude recibir. Deseaba que no tuvieran carencias. Ahora ellos deben saber lo que tienen y están obligados a cuidarlo y valorarlo.

-¿La honradez está reñida con el éxito comercial y económico?

-Uno tiene que ser honrado siempre, todavía más cuando día a día después de más de treinta años da la cara ante la clientela. La honradez tiene que ir siempre por delante. Honradez y dinero pueden y deben ir de la mano.

-¿Cómo es la clientela gaditana?

-Es buena, amable y muy solidaria. Se vuelca con todo. Yo no puedo hablar mal de mi clientela, todo lo contrario. Eso sí, me gustaría que nos entregáramos un poco más por defender lo que tenemos.

-Eso viene como anillo al dedo en estas fechas. Dicen que cuando llega el Carnaval, al gaditano se le olvida todo.

-En Cádiz hay muchos problemas, y si la pasión y el cariño que le ponemos al Carnaval se lo dedicáramos a otras cosas, seríamos más grandes como capital y provincia. Es nuestra asignatura pendiente.

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