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Cádiz

"La prostitución en pisos es más dura que en los clubes"

  • Mujer Gades alerta de la invisibilidad y especial vulnerabilidad de las que la ejercen en la ciudad

  • También de la violencia de los nuevos clientes

Verónica y Gema, Concha y Belén, llaman a más teléfonos de contactos y visitan todas las semanas más clubes de alterne que el mayor de los adictos al sexo de pago. Su trabajo empieza así, bicheando en la red y en los periódicos, localizando a mujeres en situación de prostitución en la Bahía de Cádiz, en la Costa Noroeste, en Jerez y en la Janda. Rechazan la palabra prostituta y, por supuesto, cualquier otro sinónimo más denigrante. También contactan con ellas en Cádiz capital, donde el quizá mal llamado oficio más antiguo del mundo se ejerce de manera soterrada, casi invisible, en pisos clandestinos, muchas veces en peores circunstancias que en los locales de las luces rojas de las carreteras. En oscuros pisos donde nadie garantiza nada, ni siquiera la integridad física de las mujeres. A manos de quienes los regentan, a cambio de la mitad de sus ingresos y de un alquiler de hasta 50 euros al día. A manos de clientes cada vez más jóvenes, hartos de ver barbaridades en internet -en la abierta, pero también en la profunda-, convencidos de que si pagan tienen derecho a lo que sea y ya.

La educadora Concha de la Vega, las trabajadoras sociales Verónica Benítez y Gema Herrero, la integradora social Belén Castillo y la alumna de Trabajo Social en prácticas Marta Castro, coordinadas por Ana Gómez, componen el equipo del Centro Social Polivalente Mujer Gades, un proyecto nacido a finales de los años 80 para la acogida y promoción de mujeres en situación de exclusión social. A finales de año recibieron el Premio Jesús Gargallo, instaurado en memoria del concejal de IU y sindicalista de CCOO.

"Para nosotras es un orgullo y nos llena de satisfacción que se nos reconozca por parte del Ayuntamiento la labor que venimos haciendo desde hace más de 27 años. Ha sido por una parte de nuestro trabajo, el taller de sensibilización, mediante el que pretendemos que la sociedad se entere de la situación en la que están muchísimas mujeres a las que se les están vulnerando sus derechos y a quienes no se les reconocen sus derechos como personas", explica Ana Gómez.

Sin embargo, la labor de Mujer Gades va mucho más allá. En el primer contacto ofrecen material de prevención de enfermedades de transmisión sexual y lubricantes -gracias a un convenio con la Consejería de Salud- y la posibilidad de hacerse gratuitamente la prueba del VIH. Son, de alguna manera, el gancho. A estas les siguen gestiones de regularización administrativa, de alojamiento, acciones de formación, de orientación e inserción mediante prácticas en empresas. Todo es confidencial y sin coste alguno para ellas.

Durante el año pasado, Mujer Gades atendió a un total de 406 mujeres en situación de exclusión social. Y si en el arranque del programa a principios de los 90, la mayor parte de ellas eran españolas, hoy no llegan al 16%. 341 de ellas vivían en un contexto de prostitución, de las cuáles sólo un 8% eran nacionales. Un claro síntoma de que en estos casos la prostitución va ligada a la inmigración en condiciones precarias y, en algunas ocasiones, a la trata de personas, recuerdan las componentes del equipo. La mayoría de ellas son de nacionalidad dominicana (81) y rumana (80), seguidas de colombianas (35), españolas (27), marroquíes (13), ecuatorianas (7), paraguayas (4), cubanas (4), nigerianas (3) y de otras nacionalidades (9). La mayoría, también, tienen hijos y su única misión es mandarles dinero a su país, si no los tienen con ellas.

Sus edades van entre los 18 años y los más de 60. Aunque las menores siempre confiesan al menos 18 años. Si no facilitan ningún tipo de documentación o la que presentan está falsificada, es complicada la comprobación, reconocen las trabajadoras sociales. La solicitud de la tarjeta sanitaria suele ser una buena oportunidad de saber si lo son o no.

El centro depende de la Congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, que desde su creación, tiene como misión la acogida y promoción de mujeres atrapadas en el mundo de la prostitución. Las oblatas trabajaban en Cádiz desde los años 70. Acogían a chicas que venían de otros países para ayudarlas a su formación y colocarlas en el servicio doméstico. El último contingente fue de ecuatorianas, allá por el año 1999 o 2000. En principio, el proyecto nace de la mano de Cáritas, pero después, pasa a depender exclusivamente de la congregación, que tiene proyectos en Italia, Portugal, España y varios países de Sudamérica y el Norte de América.

Actualmente, Mujer Gades se financia con subvenciones de administraciones públicas estatales, autonómicas o locales, pero también de fundaciones privadas y gracias a personas colaboradoras. "A veces las subvenciones no llegan a tiempo o ha habido años en que no han salido las convocatorias -reconoce Ana Gómez-. Pero la congregación siempre está ahí y permite que esto tenga continuidad". Del Ayuntamiento de Cádiz, el centro recibe subvención tanto por la línea de Bienestar Social y Mayor como por la línea de Mujer.

El proyecto nació para dar respuesta a mujeres que se encontraban en situación precaria en barrios marginales del centro de la ciudad: San Juan, El Pópulo, Santa María, La Viña, "donde había muchos prostíbulos y mujeres con necesidades sin cubrir", cuenta Ana Gómez. Con la recuperación urbanística de esos barrios se cerraron los locales "y las mujeres se invisibilizaron a aún más. Tuvieron que seguir ejerciendo en pisos", añade Concha. En los 80, la mayoría ejercían la prostitución y eran víctimas de la droga, que arrasó la juventud de barrios enteros. El panorama era el que pintaba la falta de formación y de acceso al mercado laboral y el ser miembros de familias desestructuradas.

Ana Gómez recalca que aunque la misión de las hermanas oblatas es trabajar por y para las mujeres en situación de prostitución o víctimas de trata con fines de explotación sexual, "atendemos a otras mujeres en otras situaciones de exclusión para prevenir que también caigan en la prostitución".

"En Cádiz no se ven a estas mujeres. Y contra lo que pueda parecer, eso es algo muy negativo. Están muy invisibilizadas y cuesta más trabajo contactar con ellas y no se les pueden ofrecer los recursos de los que pueden beneficiarse. Y se vulneran todavía más sus derechos porque están haciendo con ellas lo que les da la gana", comentan Verónica y Belén.

Las trabajadoras de Mujer Gades celebran que por fin haya calado su petición de que desaparezcan de los periódicos los anuncios de contactos y relax. "No debemos olvidar que la prostitución es una forma de la violencia machista y que detrás de esos anuncios hay mucho sufrimiento", dice Ana. "Todos tenemos una responsabilidad", remata Concha, para quien lo más simportante del proyecto es "la acogida, que se vean acompañadas o asistidas en todo lo que necesiten, la sonrisa, en definitiva".

Sobre el debate de si hay mujeres que ejercen o no voluntariamente y el derecho a hacerlo, todas lo tienen muy claro. : " Pocas están ahí porque quieren. Puede que algunas no tengan personas detrás que se lleven el fruto de su trabajo. Pero son las circunstancias las que las han llevado a ejercer la prostitución y aquí lo que hacemos es darles una alternativa real a las que de manera voluntaria quieren dejar de ejercerla. Luego están obligadas, porque no han tenido ninguna otra alternativa de vida. Porque o vinieron tratadas o llegaron sin formación, sin experiencia, sin idiomas, sin una documentación administrativa regular, con la idea de querer cambiar la situación de su familia en su país".

Todas son partidarias de poner el foco, más que en la motivación de la mujer, en la del cliente. De ahí que centren gran parte de sus esfuerzos en los programas de sensibilización desde la perspectiva de género, "de manera que la sociedad entienda lo que es la realidad de la prostitución y de la existencia de altos niveles de trata de personas y de víctimas de explotación sexual".

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