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Cádiz

Una prisión en el dulce hogar

  • La protección de las fincas del casco antiguo y las características de las construcciones impiden que puedan contar con un ascensor, lo que complica la vida de sus habitantes

Subir unas escaleras puede convertirse en una auténtica aventura cuando se tiene una edad avanzada. Llega un momento en la vida en el que las piernas flaquean y el simple hecho de superar unos escalones llega a ser una odisea. Pero no es solo eso, ya que el problema llega cuando por la falta de movilidad no se puede ni salir a la calle. La casa pasa a ser una prisión. Andar, dar un paseo, charlar con unos amigos o simplemente sentarse en una plaza a ver cómo pasa el tiempo son acciones que se anhelan cuando no se puede salir a la calle. El dato de que el 85% de las fincas del casco antiguo aún no tengan ascensor hace que sean muchísimas las personas a las que les cuesta un mundo salir del hogar o que, directamente, no pueden poner un pie en el exterior.

La casuística es muy variada. Por un lado, están las personas que ya saben que sin ayuda no pueden ir a la calle. Por el otro, están los vecinos que, en busca de una comodidad tanto en su presente como en un futuro en el que llegarán a sufrir estas adversidades, llevan años luchando para conseguir que se coloque un ascensor en las fincas en las que viven pero se chocan una y otra vez con lo que marca el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y los dictámenes de la Comisión Municipal de Patrimonio. Dos caras de una misma moneda que hacen que un hogar se convierta en una cárcel.

Carmen Cruces vive en un tercer piso de la calle Plocia. Su finca presenta un buen estado de conservación, pero no cuenta con ascensor. La única posibilidad para instalarlo sería a través de un patio, pero sólo partiría desde la primera planta al no haber espacio en la entrada del edificio para que salga desde el bajo. Carmen se mueve como puede con su andador por casa. A pesar de los problemas, se toma con humor sus dolencias y en una charla es capaz de contar con gracia cómo ha sido su vida en esta vía del barrio de Santa María. De hecho, nació en el número 2 y vive en la actualidad en el 17. "Yo bien no estoy físicamente porque a mí me gusta mucho la calle porque yo soy muy gaditana", apunta al empezar la conversación.

Con 78 años de edad y madre de cuatro hijos, lleva ya 15 años viviendo en su actual hogar, al que se mudó tras morir su hermano. Antes vivía en un cuarto piso y con la mudanza se pasó a un tercero. "Del otro no te digo nada", añade para mostrar la diferencia de altura y los problemas que tendría para bajar en aquella casa. Actualmente, vive con dos de sus hijos y un nieto, Adrián, con el que juega con el andador. "Él se sube aquí -por el andador- y doy una vuelta con él", cuenta, aunque reconoce que por sus males "no he podido disfrutar mucho de él".

Narra que su vida le ha cambiado desde hace un año por sus problemas de salud, por los que poco a poco ha dejado de salir a la calle. "Entre marzo y abril del año pasado empecé con unos dolores por aquí -cuenta tocándose la espalda- que no puedo andar. Parece que me meten un estoque", afirma, a lo que suma que "mañana voy a hacerme una resonancia". "A ver si saben ya lo que tengo. No digo que me lo vayan a quitar porque tengo una edad que voy a menos y no a más", asume. Éste no es su único problema de salud. Incluso, se lo toma a guasa cuando contesta que "si quieres te enseño el papel del médico" a la vez que muestra el cajón del andador en donde guarda las medicinas. "Es un supermercado y ahí no se me olvidan", dice.

Desde principios de año apenas sale a la calle. Como mucho, la bajan en alguna ocasión puntual o cuando tiene que ir al médico. Cuando tiene esta necesidad, cuenta con el apoyo del Servicio de Ayuda a Domicilio Complementaria de Cruz Roja. Gracias a este programa, voluntarios de la entidad se desplazan hasta su domicilio para que Carmen pueda ir a la consulta gracias a una escala móvil. "Estoy muy contenta porque ellos me llevan, me esperan y me traen", asegura.

Entre las cosas que echa de menos, comenta que una de las principales es el aire. "Yo lo primero que hago es abrir los balcones. Aunque tenga frío, me gusta el aire". Junto a esto, señala que le encanta la plaza de San Juan de Dios, sentarse a ver los barcos y charlar allí con sus amistades, por lo que, si pudiera salir a la calle, se iría temprano a echar el día allí sentada. Además, también indica que "me gusta ir a ver mis santos cuando me toca". "Soy vecina de la Chari", dice para referirse a la Virgen del Rosario, Patrona de la ciudad, aunque también se acuerda de Jesús de la Salud.

Con todo, y entre historias de la calle Plocia, relata sobre su manera de tomarse su situación al no poder salir de su casa que "no quiero que mis hijas me vean triste. Siento que me da lástima no poder hacer nada porque hay muchas cosas que hacer".

Muy distinta es la historia de Pedro Núñez, un vecino del número 19 de la calle Cánovas del Castillo. Este caso es el de la pelea entre una comunidad de vecinos y la Administración local para conseguir que se instale un ascensor en una finca del casco antiguo de la ciudad. En 2003 comenzaron los intentos infructuosos en este edificio para contar con esta estructura a través del patio para que no afectara a las zonas privadas de las viviendas. Sin embargo, tras 15 años aún no han conseguido el permiso al tener un grado de protección 2 en el PGOU. Este primer procedimiento acabó en un recurso contencioso-administrativo que fue desestimado en 2007.

Tras este dictamen, Núñez comienza a investigar la situación de la finca, que se rehabilitó en los años 80, momento en el que compró su vivienda. En este instante "empecé a enterarme de que estaba catalogado". A su vez, lo más importante de este caso es que al revisar el expediente en el Archivo Histórico Municipal comprobó que "cometieron una ilegalidad manifiesta ya que obtuvo la licencia de obra y la cédula de habitabilidad sin haber cumplido con los requisitos". Esto se debe a que en el proyecto, según apunta Núñez, se incluía la instalación del ascensor, la sustitución o reforma de la montera y el uso en las galerías de carpintería de madera. Estos aspectos no se cumplieron.

Este asunto sirvió para intentar una nueva solicitud, tomando como idea un ascensor que se había instalado en el número 6 de la calle Marqués del Real Tesoro, pero se desestimó. De hecho, incluso hubo interés por instalar un prototipo a través del patio ante los cambios que se iban a realizar en el Plan General de Ordenación Urbana. Sin embargo, este proyecto no salió adelante.

Precisamente, en relación con el PGOU, Pedro presentó una alegación en el año 2010 para posibilitar la instalación del ascensor a través del patio de las fincas del casco antiguo. Gracias a esto, en el artículo 4.2.25 de la normativa urbanística se establece la posibilidad de que se puedan construir en fincas con protección de grado 2 y 3, aunque de momento no ha conseguido su propósito. "En el apartado primero se establece que se aprobarán los proyectos con un motivo de carácter social. La clave está en que se hará siempre que técnicamente no sea posible otra ubicación que no sea el patio, por lo que lo dejan a discreción de los técnicos de Patrimonio", resalta.

Con este cambio normativo, volvió a presentar el proyecto con el objetivo de contar con el ascensor. Sin embargo, la Comisión Municipal de Patrimonio volvió a desestimarlo. Una decisión que para Pedro es "sorprendente" cuando en casos similares en las calles Columela y Cardenal Zapata sí se permitió su colocación. Una disparidad de decisiones que señala que se deben a que "se ha cambiado el criterio porque ahora han considerado que no les gusta que haya ascensores en los patios principales porque se ocupa una zona típica de Cádiz y prefieren que estén en las zonas privativas". Con todo, considera que la normativa "crea una inseguridad jurídica de narices" al permitir la instalación en el patio "siempre que no sea técnicamente posible". Por esto, ha vuelto a presentar un recurso contencioso-administrativo, señalándose el juicio oral para principios del próximo año.

Con unas escaleras empinadas la vida no es tan fácil, sobre todo si se vive a cierta altura. Tanto que hay vecinos de esta finca que se han tenido que marchar al no poder vivir en estas condiciones. "Llegar hasta el ático es puro alpinismo, por lo que la vecina lo ha dejado y lo tiene como apartamento turístico", relata Pedro, que añade que otros dos vecinos del tercer piso también han dejado sus viviendas y otro del primero la tiene alquilada. "Otros no se pueden ir porque no tienen la alternativa. Se han tenido que quedar y esto es una pesadilla", apostilla. Pedro, que vive en la segunda planta, de momento se puede manejar con sus 70 años de edad, aunque reconoce que "ya cuesta trabajillo" cada vez que sus hijas van a verle con los carros de los nietos o tiene que bajar las maletas cuando se marcha de viaje al pueblo de Málaga donde nació. Un trasiego de maletas y de carros que cada vez será más complicado cuando la edad avance.

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