“El premio es un reconocimiento a la generación de la Transición”

IX Premio Federico Joly

La IX edición del premio Federico Joly distingue a José Bohórquez Mora-Figueroa, una figura clave en la creación de las organizaciones empresariales. Tomó las riendas de la empresa familiar a los 17 años y aún hoy, a los 90, sigue en activo

José Bohórquez, en su despacho de Jerez durante la entrevista
José Bohórquez, en su despacho de Jerez durante la entrevista / Vanesa Lobo
Pedro Ingelmo

06 de julio 2025 - 07:00

José Bohórquez Mora-Figueroa, Don José para el sector y Pepe a secas para los amigos, mantiene a sus 90 años la chispa del gran conversador que siempre ha sido. Hablamos en el austero despacho de su empresa en Jerez rodeados de las fotografías que dan testimonio de un hombre imprescindible en la historia de las organizaciones empresariales españolas. Fundador de la CEOE, del instituto San Telmo, de lo que hoy conocemos como Asaja y de la Confederación de Empresarios de Andalucía, también aparece en un escaño del hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo en el día de la proclamación de Juan Carlos I como Rey de España y en el día en el que Adolfo Suárez lograba sacar adelante la Reforma Política. Él voto a favor. Porque él se reconoce entre los ejecutores del ‘harakiri’ - “y con mucho gusto”- que pasó la página del franquismo. Por eso entiende que el premio Federico Joly que se le acaba de conceder “no es un premio para mí, que no tengo mérito ninguno, pero sí considero que esta distinción va a premiar a una generación, una serie de personas que creímos en la Transición, que trabajamos mucho por ella, que nos entregamos de forma desinteresada. Esa generación sí merece ser reconocida”.

Tiene seis hijos y ninguno se ha dedicado a la empresa familiar porque él lo prefirió así. Es marqués consorte de Las Palmas por su matrimonio con Pilar Crespí de Valladura. Procedente de Ubrique por los Bohórquez y de Vejer por los Mora-Figueroa, ha sido un excelente cazador y un amante de la tauromaquia alistado en la legión de los paulistas de Rafael de Paula.

–A los 18 años usted tuvo que hacerse cargo de la empresade la familia.

–No los había cumplido, tenía 17. Estaba a punto de irme a Madrid para iniciar la carrera de ingeniero agrónomo, que es cuando mi padre tiene la dolencia de corazón que le obliga a retirarse de los negocios. El día que cumplí los 18 mi padre me llevó al notario para darme plenos poderes sobre todo el patrimonio.

El día que cumplí 18 años mi padre me llevó al notario para entregarme los poderes”

–Algo de vértigo debió dar eso.

–Bueno, los 18 años de entonces no eran los 18 de ahora y yo desde siempre había estado muy metido en el negocio. Acompañaba a mi padre a las explotaciones y algo sabía de cómo funcionaba.

–Hablamos de 1952, recién salidos de la hambruna.

–Sí, se estaba saliendo. Aquel año el ministro de Trabajo, que era Girón de Velasco, subió el salario mínimo de 17,50 a 30 pesetas. Entonces un kilo de trigo valía 2,50. Con siete kilos de trigo pagabas el salario de un trabajador. Hoy necesitas casi 300 kilos de trigo para pagar un jornal, lo que habla del esfuerzo de productividad que ha tenido que hacer el sector.

–¿Cuántos trabajadores estaban a cargo de aquel joven de 18 años?

–Unos 50 trabajadores. Hoy estoy en una décima parte, pero es que se ha reducido mucho la empresa. Entonces yo llevaba lo de toda la familia.

–También las relaciones laborales son muy diferentes.

–Es muy difícil encontrar trabajadores en el sector primario. Los trabajos eventuales en el campo se realizan gracias a la inmigración, que es absolutamente imprescindible para la actividad agraria.

–Usted fue una persona fundamental en la creación de las organizaciones empresariales. ¿Cómo fue esa otra transición?

–Yo era presidente de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos de España dentro de la antigua organización sindical y también era procurador en Cortes cuando aprobamos la ley de libertad sindical y de asociaciones. Comprendí que la antigua estructura de defensa empresarial que teníamos había terminado su proceso y entrábamos en una etapa de asociaciones libres porque hasta entonces el encuadramiento era obligatorio. Tomamos el modelo que imperaba de asociacionismo empresarial en Europa, así que presentamos la documentación para fundar lo que hoy es Asaja y me dediqué a recorrer España buscando voluntades provincia por provincia.

–En la Andalucía de entonces no existía una conciencia empresarial del agricultor.

–De lo más orgulloso que estoy de mi mandato es de haber conseguido cambiar un poco la imagen del agricultor andaluz, que pasó de ser visto como un señorito a ser visto como un empresario. Como dije una vez, el señorito es una especie a extinguir por la que no llorará ningún ecologista.

–También fue fundador de la CEOE. Visto en perspectiva, ¿ha cumplido con la función para la que se creó?

–En esa época estaba en la mesa de edad como secretario porque era el más joven y ahora presido la mesa de edad por ser el más viejo... Considero que nuestras organizaciones profesionales, tanto Asaja como la CEOE, se mantienen leales a sus ideales fundacionales. Hubo dos personas que lo hicieron muy bien, uno fue Carlos Ferrer Salat y el otro José María Cuevas.

Secundé con entusiasmo el harakiri y el paso a una monarquía democrática”

–Votó la proposición de Franco sobre su sucesión. ¿Era un monárquico convencido?

–Mi padre nunca se metió en política, pero sí, éramos una familia monárquica. Trabajé mucho dentro de la organización sindical porque había sectores a los que el tema de la monarquía no les entraba, pero yo estaba convencido de que la monarquía democrática era el único sistema válido para este país. Lo secundé con entusiasmo. Ypor eso tampoco tuve dudas con el llamado ‘harakiri’. Creía en la evolución tal y como se produjo porque el pueblo estaba maduro para la Transición.

–¿No tuvo la tentación de seguir en política?

–Fundé una aventura romántica que era Unión Regional Andaluza y vino Martín Villa y me dijo tú tienes que ir de número uno con UCD y yo le dije lo siento mucho, sé que voy a perder, pero estoy embarcado en esto. Y así fue. Me presenté al Senado y no salí. No me arrepiento. Seguí en todos los temas representativos provinciales, empresariales.

El empresario premiado, durante la entrevista
El empresario premiado, durante la entrevista / Vanesa Lobo

–Mientras usted empujaba para que España ingresara en la Unión Europea, en Andalucía se intentaba desarrollar la reforma agraria, que iba en dirección contraria.

–Eso me tocó a mí de lleno porque yo era el presidente de Fasaga, la federación de agricultores andaluces. Aquello era totalmente anacrónico. Luchamos con éxito porque la razón estaba de nuestra parte. Esa reforma podía tener sentido en la Andalucía de la desamortización de hace casi 200 años, pero es que veníamos de que el régimen de Franco había sido el sistema político que en toda la historia de España había expropiado más tierras de terratenientes para distribuirlas gratuitamente entre trabajadores agrarios, que pasaban a ser pequeños propietarios. Ahí están los pueblos de colonización, millares de hectáreas ligadas a la transformación de las tierras de secano en regadío.

–Hay quien piensa que una Andalucía seca no puede sostener tanto regadío.

–Cuando empecé las dos provincias andaluzas con menor renta agraria eran Huelva y Almería y hoy son las dos con mayor renta. ¿Gracias a qué? Al agua. Llover, al final, viene a llover lo mismo que ha estado lloviendo siempre lo que pasa es que hay ahora mayores necesidades de agua.

–Es un hecho que el clima está cambiando, los agricultores lo tienen que saber mejor que nadie.

–El clima siempre está cambiando, es un proceso permanente. Nuestro clima es irregular. Las temperaturas han subido, pero es que históricamente en España ha habido cambios bruscos de temperaturas. Se pontifica mucho, pero la realidad es que nadie sabe hacia dónde vamos.

La dictadura del alto funcionariado de Bruselas genera antieuropeísmo”

–Hablábamos de Europa. ¿Cómo de diferente es en relación a la Europa en la que entró España hace cuarenta años?

–La principal diferencia es que no tienes ninguna defensa frente a competencias desleales. Europa se ha reducido a una labor burocrática de ordenanzas y limitaciones, una dictadura del alto funcionariado que está generando un antieuropeísmo creciente. Un ejemplo: yo no puedo sembrar maíz transgénico, pero importamos maíz transgénico a barullo y lo está consumiendo la ganadería española. Esta falta de protección era compensada por la PAC, que establecía unas subvenciones que eran una ayuda a la renta. Ahora, con la nueva política comunitaria, están disminuyendo las ayudas con riesgo de que desaparezcan. Con tan baja rentabilidad sólo se sostienen explotaciones supermecanizadas, lo que lleva a un proceso de concentración porque la mecanización no es financieramente posible en explotaciones pequeñas.

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