Cuando el pasado choca con el presente
El balance de 18 años de trabajo choca con la realidad de una crisis económica y social que tapa todo lo realizado, o no, en este tiempo
¿Cómo se puede medir la efectividad o no de 18 años de gobierno municipal? ¿Hay que comparar la ciudad de 1995 con la actual? ¿Hay que mirar con lupa los programas electorales ganadores durante este largo periodo para comprar el grado de ejecución de los mismos? ¿Hay que ver el nivel de vida actual de los ciudadanos y el de mediados de los noventa?
Dieciocho años dan para mucho. Hay tiempo suficiente para cometer errores y para triunfar. Hay tiempo suficiente para acumular decepciones y para crear ilusiones. Dieciocho años son los que acumula en el gobierno de la ciudad Teófila Martínez. Dieciocho años como alcaldesa, una cifra récord en todos los periodos democrático y apenas tres años menos que lo conseguido por José León de Carranza, alcalde durante el franquismo.
Durante este tiempo, elección tras elección, Martínez ha arrasado en votos y se ha llevado por delante a una larga lista de candidatos presentados por las fuerzas de izquierda, que han ido acumulando fracaso tras fracaso desde 1995. Martínez ha sido en varios comicios la alcaldesa más votada de todo el país y su evidente capacidad de trabajo y capacidad de conectar con buena parte de la calle ha sido reconocida por propios y extraños.
Hoy vive, al frente de la Alcaldía, momentos complicados como pasa con los restantes ocho mil alcaldes y alcaldesas que están al frente de todos los municipios que pueblan este país. La crisis económica y social se ha cebado con las ciudades y sus ayuntamientos que, en su mayoría, son los que soportan en primer lugar la presión de quienes han perdido su puesto de trabajo y de quienes no tienen para vivir. Esta fotografía actual puede distorsionar sin duda el análisis de un balance que se alarga durante dos décadas. Tiempo suficiente para que quienes votaron por primera vez en 1995 sean ya padres de jóvenes adolescentes.
Si miramos atrás, Teófila Martínez se encontró en 1995 con un municipio afectado por la crisis posterior a los fastos de 1992 que sufría buena parte del país. Un Ayuntamiento al borde de la quiebra y una ciudad cuyas grandes obras se encontraban paralizadas por falta de dinero y un grave problema de vivienda. En todo caso, se encontró con una ciudad en una situación sustancialmente mejor a la que se topó el gobierno del socialista Carlos Díaz en 1979.
A partir de ahí la evolución ha sido evidente, y más en una ciudad que tiene una dependencia del Ayuntamiento casi absoluta después de la pérdida de casi todo su tejido industrial y de la ausencia de una clase empresarial con capacidad para generar riqueza y empleo en porcentajes aceptables para nuestras necesidades. El ritmo de la vida de Cádiz cada vez está más supeditada a las inversiones que se generan directa o indirectamente desde el Ayuntamiento lo que sin duda puede ser perjudicial para cualquier ciudad pues eso puede acabar con el siempre necesario dinamismo de la sociedad civil... si es que ha existido alguna vez en Cádiz.
Lo cierto es que el listado de lo ejecutado en estos dieciocho años desde San Juan de Dios ha sido extenso, muy extenso. Nunca la ciudad ha tenido tantas zonas verdes, tantas calles peatonales, tantos equipamientos deportivos, tantos centros culturales, con servicios públicos que, en líneas generales funcionan con eficiencia. Con ocho kilómetros de playas urbanas únicos en toda Europa. Con una red de servicios sociales extensa y con programas que fueron innovadores y copiados en muchos municipios del país en políticas de mujer y juventud. Han sido muchas y variadas obras, algunas ejecutadas con una lentitud injustificada (ahí está la década invertida en el parque de Varela, o la paralización eterna del Pabellón Portillo, por poner algunos ejemplos), pero que han permitido ofrecer al vecino y al visitante una ciudad más moderna y habitable que lo que era en 1995. Y si no que se lo digan a las decenas de miles de turistas que visitan Cádiz cada año, en una estampa inimaginable hace dos décadas
Frente al ejemplo de otras ciudades, algunas de esta provincia, se han mantenido unas cuentas públicas cuya decadencia no han llevado a la quiebra al Consistorio. Aquí, con más o menos retraso, se pagan las facturas y salvo casos muy puntuales (como ahora pasa con el servicio de alumbrado) no hay protestas de funcionarios o de trabajadores de empresas que trabajan para el municipio. Sin embargo, se acumula ya una deuda con los bancos de 200 millones de euros, que supone un coste financiero anual de 20 millones. Con estas cifras es difícil de entender que desde el gobierno del PP se considere que "económicamente estamos mejor que nunca". Mejor que nunca estará Bilbao, que no debe nada. La consecución de la ayuda especial lograda por las presiones de Martínez ante el gobierno de José María Aznar han provisto en estos años a la hacienda local de unos ingresos extras anuales esenciales para la supervivencia y que hoy permiten el pago de esta deuda bancaria. Pero Cádiz, como otros, también se ve abocado a recortes en sus inversiones.
Esta conexión directa de Martínez con destacados ministros en la época de Aznar, y con el propio expresidente, quien fue el que en 1995 le pidió que encabezase la candidatura del PP por Cádiz, ha sido fundamental para obtener o agilizar numerosos proyectos que son esenciales para nuestro presente y nuestro futuro, como el soterramiento de la vía férrea (un paso histórico que los más jóvenes tal vez no sepan valorar de la forma adecuada), o el proyecto del segundo puente. Ahora, en estos tiempos de crisis, este teléfono directo con la Moncloa parece que comunica demasiado.
El papel de Teófila Martínez en estas y otras operaciones ha sido fundamental. En el propio PP y en la misma oposición se tiene claro que sin ella nada de ello se hubiera logrado. Es una de sus grandes virtudes: su capacidad de trabajo, de no abandonar un tema aunque sea complicado de conseguir, y su dominio de todo, o casi todo, lo que pasa en la ciudad. El gran plano de la ciudad que ocupa su mesa de trabajo está constantemente pintado con rotulador, señalando tal o cual obra pendiente de ejecutar. Cierto es que es una virtud, pero a la vez se puede tornar en un problema. Martínez no tiende a ceder funciones entre sus concejales y solo sus más directos colaboradores tienen alguna capacidad de gestión y de mando. Más aún, en más de una ocasión acaba 'tapando' las perezas laborales de algunos de los suyos con su propio trabajo. El riesgo es que en determinado momento se produzca una paralización de la actividad de alguna concejalía si Martínez no está encima de ella.
La necesidad de estar al tanto de todo y de controlarlo todo provocó en sus primeros mandatos el choque con los ediles más preparados. El caso más notable fue el enfrentamiento con Julio Braña, veterano del PP que acabó en la oposición tras una agria polémica. Y polémica fue también la salida de Francisco Villarreal, afectado por un conflicto interno en Afanas, donde trabajaba.
Este control de lo que hacen los suyos ha evitado tensiones entre sus ediles. O por lo menos se han sabido mantener las diferencias dentro de la familia. Los actos del Bicentenario (donde el papel de Teófila ha sido esencial para su relativo éxito, teniendo en cuenta los recortes en las inversiones), antes y ahora, sí está provocando un soterrado enfrentamiento entre algunos concejales que quieren mantener en sus manos la parcela de poder que supone controlar las relaciones con Hispanoamérica. Por primera vez los cronistas municipales han escuchado críticas de unos y otros ediles populares, aunque siempre con el obligado silencio.
Pero para polémica, la labor del PP al frente de la Zona Franca, con dos de sus exdelegados imputados por la Justicia. Desde que la cosa empezó a oler mal Teófila Martínez siempre ha respondido que ella no tiene que ver nada con la gestión del Consorcio, aunque es presidenta del mismo y no ha dudado en aprovechar esta circunstancia para conseguir que esta institución, incluso en la etapa de mandato del PSOE, afrontase proyectos ciudadanos de competencia del Ayuntamiento.
En estos años la relación de la alcaldesa con la oposición, y más con los dirigentes socialistas, ha sido habitualmente tensa. Se puede contar con los dedos los políticos del PSOE con los que ha mantenido una buena relación, como sí pasó con Rosa Aguilar o Teresa Fernández de la Vega, lo que siempre ha acabado por beneficiar a la ciudad. Frente a ello, lo cierto es que la Junta ha mantenido durante buena parte de estos dieciocho años una actitud combativa con el Ayuntamiento. Quiso actuar como Ayuntamiento paralelo aprovechando su Plan de Rehabilitación del Casco Antiguo, hasta que la crisis desinfló sus impulsos inversores dejando en el camino una ristra de proyectos no ejecutados por la administración regional: nuevo hospital, la Ciudad de la Justicia, el Albergue Juvenil, la estación de autobuses... En el debe de unos y otros, provocado por esta falta de entendimiento, operaciones de gran importancia para nuestro futuro, como el Plan Plaza de Sevilla o la Punta de San Felipe, siguen sorprendentemente paradas. Teófila Martínez afronta dos años decisivos para la ciudad, de aquí a 2015 cuando se celebren las nuevas elecciones municipales. Ella encabezará la nueva candidatura del PP, como se tiene claro desde el propio partido. La única duda es si podrá refrendar por sexta vez la mayoría absoluta conseguida en 1995.
Por mucho que pretenda el PP, es difícil desligar la realidad de hoy del voto de los gaditanos. En 2015 seguiremos estando en crisis, por mucho que baje la prima de riesgo. Mucho tendrán que cambiar las cosas en tan poco espacio de tiempo como para que se reduzca de forma ostensible las críticas cifras de desempleo en Cádiz, lo que conlleva el mantenimiento de los niveles de pobreza de nuestra sociedad, la contracción en las compras en el comercio tradicional, la menor presencia de turistas nacionales, la reducción en las salidas familiares a espectáculos y restaurantes. En definitiva, todo o casi todo lo que ayuda a dar vida a una ciudad.
Buena parte de los gaditanos girarán la vista a San Juan de Dios buscando un responsable político. Porque al igual que los vecinos decían que era el Ayuntamiento el que estaba rehabilitando el parque de vivienda de intramuros (y no la Junta), y era el mismo Ayuntamiento el que decía que impulsaba el puente (y no el Estado), todo lo bueno, pero también todo lo malo, acaba siendo responsabilidad del Ayuntamiento, sea o no protagonista.
Además, aunque desde el PP se rechace esta idea, la imagen de Teófila Martínez se ha visto afectada por esta crisis. Las críticas y los comentarios negativos, y en algunos casos insultantes, que se acumulan en las protestas que se desarrollan frente al Ayuntamiento, es un ejemplo de ello. Ya no es intocable y ello puede pasar factura en las elecciones de 2015. No olvidemos que en 2011 se perdió un escaño imprevisto. Juega el PP en su favor con una oposición, el PSOE, que no está en sus mejores momentos y que está escenificando dentro de su grupo municipal la ruptura en dos que sufrió el que presidía Carlos Díaz en 1995.
Lo cierto es que por muchas cosas que se hayan sacado adelante en estos dieciochos años, y han sido muchas, al final el ciudadano solo ve la realidad de su día a día.
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