Una vida siempre fiel a su padre republicano

JULIO RAMOS. El abogado de los obispos

Colaboró con su maestro Giménez Fernández en Sevilla, fue letrado de la Diputación y decano de los abogados.

Julio Ramos (izquierda) con el obispo Ceballos en el acto de entrega de la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice en 2007.
Julio Ramos (izquierda) con el obispo Ceballos en el acto de entrega de la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice en 2007. / Diario De Cádiz
José Joaquín León

18 de febrero 2017 - 02:02

Suele decir que Dios le ha dado mucha suerte en la vida. Pero ha pasado por tantas pruebas, que sólo con su esfuerzo y su valía, además de la fe, se comprende que haya llegado a los 89 años siendo una de las personas más lúcidas y admirables que hay en Cádiz.

Julio Ramos Díaz (Cádiz, 1928) nació en el pabellón 6 de Artillería, en la calle González Tablas. Era el mayor de una familia de cuatro hermanos, de los que sólo vive él. Todos estudiaron Derecho. Su hermana Pura fue la primera abogada de Cádiz. También se licenciaron Joaquín y Ramón.

Su padre, Julio Ramos Hermoso, que procedía de una familia humilde de Sanlúcar de Barrameda, fue abogado, además de artillero. Sin Julio Ramos padre no se puede entender nada de Julio Ramos hijo. Se ha mantenido fiel a todo lo que aprendió con él.

La vida cambió para la familia Ramos el 18 de julio de 1936. El padre ejercía de comandante de Artillería y se negó a sublevarse con las tropas franquistas, a pesar de su amistad con el general Varela. Fue encarcelado en el castillo de Santa Catalina.También fue amigo de Alcalá Zamora. Era un republicano de orden, que estudió con los Escolapios y defendió templos en los asaltos de marzo del 36.

Julio Ramos recuerda aquel día de julio de 1936, en que fueron expulsados de los pabellones militares y les pusieron los muebles en la calle. Su madre, Pura Díaz, también era sanluqueña, hija de un alcalde liberal. Alquiló un piso en Sagasta, 4. Desde entonces, su mayor afán fue conseguir que no fusilaran a Julio Ramos Hermoso y que lo pusieran en libertad.

Las gestiones con Varela no fructificaron. Por el contario, les salieron mejor las que hicieron en Sevilla con Queipo de Llano. También conocía a Julio Ramos padre. Queipo prometió a su madre que no lo fusilarían. Lo condenaron a seis años. Fue indultado en septiembre de 1939, tras cumplir 3 años, 2 meses y 20 días.

Julio Ramos Díaz empezó a estudiar en las Carmelitas. Después pasó a San Felipe Neri. Tras ser encarcelado su padre, dejó los estudios en 1936 por falta de medios. Sin embargo, el padre Vicente López y el director del colegio, José Maeztu, fueron a buscarlo a su casa y lo admitieron como alumno gratuito hasta 1942. No olvidaban que su padre, con tropas de Artillería, los había protegido en los asaltos de marzo del 36. Con el tiempo, Julio Ramos ha sido nombrado vicepostulador para la beatificación del padre Vicente.

Tras quedar en libertad, su padre tuvo dificultades, porque en el Colegio de Abogados no lo admitían por su pasado. Sin embargo, pudo ejercer y contó con el apoyo de abogados como Félix Bragado, Cayetano Súnico, y Juan Antonio Ollero. También le ayudaron sus compañeros artilleros, que mantuvieron la amistad, a pesar de estar en el bando vencedor.

A Julio Ramos Díaz estuvieron a punto de echarlo del Ejército en tres ocasiones, cuando cumplía el servicio militar, debido al informe que habían dado en el SIM, que finalmente fue revocado. Tras pasar por Montejaque, en Ronda, lo habían destinado a San Roque.

Julio empezó a estudiar Derecho en Cádiz por libre. Hasta que Francisco de Pelsmaeker, catedrático de Romano, le consiguió una beca para que estudiara en la Facultad de Derecho de Sevilla. Allí se encontró con otro hombre que sería como un padre profesional: Manuel Giménez Fernández.

Don Manuel era catedrático de Derecho Canónico, de ideas demócratas y cristianas, contrario al franquismo, y había sido ministro en la Segunda República con la CEDA de Gil Robles. Fue profesor de muchas generaciones, entre ellos algunos de los líderes que renovaron el PSOE. Julio le profesó una gran amistad, casi devoción. Estuvo cinco años como profesor ayudante. En ese periodo elaboró su tesis doctoral sobre fray Bartolomé de las Casas. Fue su maestro.

Volvió a Cádiz para trabajar en la Diputación tras conseguir una plaza de oficial técnico. En 1961 obtuvo plaza de letrado. En tiempos de Barbadillo, colaboró con Valdecantos en la creación del centro de la UNED en Cádiz. Fue tutor hasta que se jubiló. A algunos presidentes socialistas, con los que trabajó, como Alfonso Perales o Jesús Ruiz, ya los conocía.

También trabajó como abogado para el Ayuntamiento cuando era alcalde Carlos Díaz. Antes colaboró con José León de Carranza, con quien tenía una larga amistad. Casualmente, lo llevó a su casa en coche el día que sufrió el fatídico accidente en Río Arillo.

Ha tenido amistades de todos los colores. El obispo Tomás Gutiérrez fue cliente de su padre, cuando trabajaban en el bufete de Valverde (en la casa del Beaterio). Un día don Tomás le dijo a su padre: "Ojalá todos los rojos hubieran sido como usted". Las relaciones con el Obispado las recibió Julio Ramos Díaz en herencia, cuando murió su padre en 1963. Posteriormente sería albacea en el testamento del obispo. Esas relaciones eclesiásticas las mantuvo con Añoveros, Dorado y Ceballos, y las ha dejado ya con Zornoza, cuando se ha retirado definitivamente. El obispo Ceballos le entregó la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice.

Se casó en 1958 con María Teresa González Santiago. La boda se celebró en la parroquia del Rosario. El matrimonio no tiene hijos.

En 1975 trasladó su bufete a la calle Juan Ramón Jiménez, donde reside. Allí trabajó con su hermana Pura, y con un sobrino y dos sobrinas. Tuvo como compañero, desde los tiempos de Valverde, a Juan Pablo Rodríguez Sánchez.

Cuando entró como diputado del Colegio de Abogados de Cádiz tenía la espinita clavada de que en otros tiempos expulsaron a su padre. Estuvo en juntas con Federico Sahagún y Miguel Fernández Melero. Después fue elegido decano en tres ocasiones. Cuando posó para el retrato pidió que se lo firmaran solo como Julio Ramos (sin Díaz), en homenaje a su padre. Abordaron proyectos importantes, como la nueva sede y la creación de la Escuela de Prácticas Jurídicas y Forenses, donde colaboraron muchos abogados, especialmente José Luis Suárez.

Ha sido el primer presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Abogados. Fue una iniciativa suya, junto al presidente de la Junta, Manuel Chaves. Ahora es presidente honorario. Asimismo fue miembro del Consejo General de la Abogacía. Ha recibido la Cruz de San Raimundo de Peñafort, entre otras distinciones, y es académico de Legislación de Granada.

En la cofradía de Buena Muerte fue hermano mayor. Se apuntó en 1950, pero no había estado en ninguna junta hasta que fue hermano mayor en 1983. En su mandato se celebró el Centenario de la hermandad y fue restaurado el Cristo por Sánchez Peña.

También fue coordinador de la comisión de la Virgen del Rosario, con los padres Vicente López y Antonio Pozanco. Colaboraban con él Agustín Alonso y Manuel Pecino. En ese periodo se hizo el paso. Y tuvo una labor importante en la parroquia de la Merced, realizando una amplia acción social en Santa María, junto al párroco, José Sánchez Ortega, y sor Esperanza González, así como seglares.

El despacho de Julio Ramos mantiene la placa, aunque ya no hay actividad profesional. Dice que le debe a su esposa el tiempo que antes le había quitado. Ahora ella lo necesita más. Ahora le queda la tranquilidad de haberse retirado, después de una vida fecunda. Pero no era suerte lo que aparecía en sus momentos difíciles. Era ese algo providencial, indefinible, que encauzó el destino de un hombre fiel a sus principios.

Anécdota

JOSÉ JOAQUÍN LEÓN

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