“La naturaleza es para mí como un espejo, un reflejo de las emociones”
Mª Ángeles Robles | Escritora y periodista cultural
La autora gaditana propone con ‘Paisaje interior’, publicado por Renacimiento, un metafórico e intimista paseo por la vida a partir de los propios sentimientos
"Nunca dejen de leer"
Atrapada voluntariamente sin remedio por el magnetismo de la literatura japonesa clásica, ancestral y sabia, la autora gaditana Mª Ángeles Robles explora en este nuevo volumen poético, con más prosa que verso, su propio mundo interior a partir de una íntima conexión con la naturaleza. ‘Paisaje interior’, editado por Renacimiento, es muchas cosas a la vez, pero es, sobre todo, un paseo íntimo y metafórico por la vida y sus variadas sensaciones.
Pregunta.–¿Cómo es este libro con el mismo título que un antiguo proyecto expositivo compartido con el pintor José Alberto López?
Respuesta.–Este libro parte de aquella exposición. En 2013, José Alberto López me llamó para invitarme a participar en un proyecto que él estaba iniciando, una exposición que giraba en torno al kimono como prenda representativa y emblemática de la cultura japonesa. Eran imágenes muy esquemáticas y él quería que esas imágenes fueran acompañadas de textos míos. Yo ya tenía algunos escritos personales relacionados con mi lectura de literatura japonesa y la idea me gustó mucho. En ese momento me planteé si escribir glosando sus imágenes o bien escribir desarrollando esas ideas que yo estaba trabajando, y que su obra y la mía se apoyaran, se enriquecieran mutuamente, más que fuera una glosa de las imágenes. Había textos en los que las imágenes me sugerían cosas, pero otros textos eran al contrario. La exposición fue en el Castillo de San Sebastián y formó parte de los actos conmemorativos del año dual España-Japón. Pasó el tiempo y vi que esos textos tenían entidad por sí mismos. Los revisé, introduje otros textos que había escrito posteriormente y le di forma de libro. El resultado es este ‘Paisaje interior’ que he tenido la suerte que me publique la editorial Renacimiento, con agradecimiento especial a Marie Christine del Castillo, que ha mimado mucho el libro.
P.–Se trata de un libro poético con muy pocos versos, con mucha prosa poética.
R.–Sí, es un libro de prosa poética o poemas en prosa, un terreno un poco difícil de delimitar. Me gusta mucho utilizar esta mezcla de prosa y de poesía que he aprendido de la literatura clásica japonesa, en donde los textos narrativos están trufados de poemas, en este caso de tankas (una forma poética japonesa clásica), y luego hay dos textos finales que son homenajes a dos escritoras de la literatura clásica japonesa que me gustan mucho.
P.–¿Por qué la mayoría de los textos están titulados con una sola palabra? ¿Es deliberado?
R.–Sí. Creo que el título es una pista porque la mayoría de ellos son textos muy alusivos y muy poco concretos. El título puede ser una pista para el lector y también es la palabra que sirve de punto de apoyo a esas narraciones, en el caso del relato, o a esos textos poéticos. Estos poemas en prosa tienen mucho de soliloquio o de pensamiento interior, de esas cosas que a uno se le ocurre cuando está a solas o por la noche no se puede dormir, y se empieza a pensar en cosas que han ocurrido durante el día. Muchas veces son pensamientos que no tienen una línea argumental clara, sino que van viniendo cosas a la cabeza. Incluso otras veces les prestas voz a otras personas con las que has interactuado durante el día y te pones en su lugar.
P.–En algunos textos se le habla a alguien.
R.–A veces, ese otro es uno mismo y a veces es otra persona, pero el diálogo nunca es presencial y concreto, es siempre una construcción mental.
P.–La naturaleza está muy presente en los textos. Da la impresión de que ese paisaje interior se dibuja a partir de paisajes exteriores con los que juega metafóricamente.
R.–Sí, la naturaleza tiene un papel fundamental en este libro porque la naturaleza también tiene un papel fundamental en mi vida. Algo que he aprendido de la literatura japonesa es que la naturaleza no es algo externo a uno mismo, sino que es algo de lo que uno forma parte; creo que eso es una enseñanza importante. Para mí, la naturaleza es como un espejo, es un reflejo de las emociones, y a la vez es también como un referente de cómo esas emociones o esos sentimientos o esas experiencias pueden evolucionar. La naturaleza es para mí algo necesario. Cuando hablo de ella, no solo hablo de las cosas hermosas que tiene, sino también de ese carácter catastrofista que tiene.
P.–De los nubarrones.
R.–De los nubarrones, de los días grises, de las nieblas, de las brumas... Es un elemento fundamental para mí, es una enseñanza y un espejo en el que mirarse. Cuando uno ve la higuera en invierno, que es un árbol muerto, y luego la ve en primavera con sus hojas nuevas, que parece recién nacida, y en verano, que es una vieja con las manos arrugadas... Si logras conectar con eso, te das cuenta que en esta vida todo muere y todo nace. También es un elemento aprendido de la literatura japonesa.
P.–Es un libro intimista y en algunos momentos con nostalgia; incluso con algún atisbo de melancolía.
R.–Sí, porque uno va perdiendo siempre cosas. Pero es una melancolía y una nostalgia que también ve la belleza en eso. Al final, lo que has perdido es doloroso pero es bello porque ha existido. Es algo que por muchas razones he vivido muchas veces. La pérdida es algo importante, pero se puede transformar en algo constructivo, hacer el proceso necesario para, sin olvidarse de lo malo, ver también lo que hubo de bueno.
P.–Una forma de aceptar lo que ha ocurrido, de asumirlo o integrarlo.
R.–Aceptación creo que no es la palabra porque implica que no se tiene más remedio; es más integrarlo a tu vida, a tu forma de ser.
P.–Ese relato final dedicado a Murasaki es como disruptivo, rompe totalmente con el resto del libro.
R.–Sí, así es. Quería hacer un homenaje a esas dos escritoras, Murasaki Shikibu y Sei Shônagon, y porque creo que la vida y los libros están compuestos de muchas cosas, y ese final deja abierta otras vías.
P.–Después de tanta introspección es como si el lector pudiera respirar al hallar otro género literario.
R.–Sí. Algo así como decir: “Basta ya de tanta intensidad”.
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