Los músicos callejeros de la plaza de San Juan de Dios de Cádiz y el imposible descanso mental

A esta plaza gaditana llegan cada día músicos que no cumplen la normativa municipal en cuanto a horarios, tiempo permitido o decibelios. Vecinos y trabajadores se quejan de desidia policial

Los vecinos de la plaza de las Alegrías de San Fernando, también en pie de guerra por la contaminación acústica

Los muñecos llevan años sin respetar el tiempo máximo permitido.
Los muñecos llevan años sin respetar el tiempo máximo permitido. / Julio González

Desde hace años la imagen de los muñecos que tocan instrumentos en la plaza de San Juan de Dios de Cádiz es algo habitual. Desde hace años se colocan en uno de los laterales de la fuente y empiezan su jornada. Desde hace años esa música, repetitiva y constante, se cuela por las casas y negocios vecinos durante horas, sin respetar la normativa municipal y crispando los nervios de los que la escuchan cada día.

Pero no son los únicos, porque la plaza de San Juan de Dios se ha convertido, desde hace años, en el destino de músicos callejeros que apenas dejan tiempo para el descanso mental de los que habitan y trabajan en este enclave o en calles próximas.

Los requisitos exigidos por el Ayuntamiento de Cádiz para que músicos y artistas callejeros puedan actuar al aire libre son claros. A saber, las actuaciones musicales en una misma ubicación no pueden exceder de los 60 minutos. La distancia mínima entre actuaciones será de 75 metros y sin dificultar el tránsito peatonal o rodado. Una vez finalizada la actuación, deberá cambiarse de ubicación a una calle o plaza diferente, como mínimo a 100 metros. No está permitido repetir ubicación en un mismo día. Está autorizado el uso de amplificador pero no se podrán superar los 80 decibelios. Prohibido obstaculizar la circulación peatonal, accesos a portales y comercios y hacer uso del mobiliario urbano. La licencia municipal es obligatoria.

En cuanto a las zonas admitidas para desarrollar actuaciones son la plaza de San Antonio, San Juan de Dios, Correos, plaza de España, Mentidero, Catedral, glorieta Ana Orantes, plaza de San Francisco, Catedral, Mina, Paseo Marítimo, calle Ancha, Alameda, Canalejas, Columela, plaza de Fragela, Plocia y San Agustín.

En lo relativo a los horarios, del 16 de septiembre al 15 de junio, podrán tocar en la calle de domingo a viernes de 11:00 a 15:00 y de 18:00 a 21:00 horas y los sábados y vísperas de festivos hasta las 22:00 horas.

Hasta aquí la teoría, pero la práctica es bien diferente. Solo hay que pasar por la plaza de San Juan de Dios cualquier día para ver que los muñecos, los pianistas, los guitarristas, los cantantes, los cantaores y todo aquel que se para en este lugar a mostrar su arte no suele cumplir ni horarios ni tiempo máximo permitido.

Una situación que se repite desde hace años y que vecinos y trabajadores, a pesar de acudir a las autoridades competentes, no consiguen atajar.

Uno de estos vecinos es José María Llaves, quien vive desde hace 25 años frente al Ayuntamiento de Cádiz. “En San Juan de Dios siempre ha habido músicos, pero es que hemos llegado a un punto en que no podemos ni estar en casa con las ventanas cerradas. Tengo un hijo de 16 años que muchos días me dice que no puede estudiar por la presencia habitual de los músicos y por el volumen. Es que es la misma música todos los días, 24 horas, es agobiante”, explica.

José María subraya que hace ocho o nueve meses descubrió que existía una normativa al respecto de los músicos callejeros y que desde entonces “intento avisar a la policía cuando no cumplen los horarios. De diez veces que llamo, vienen una y cuando se van los agentes, siguen tocando. Alguna vez he hablado con algún policía por la calle, exponiéndoles el problema y dicen que cómo se van a enfrentar a ellos y que esto es Cádiz, que qué van a hacer. Pues lo que tienen que hacer es hacer cumplir las reglas, como hacemos todos”.

Por todo ello, este vecino asegura que en muchas ocasiones ha bajado para hablar con los músicos y plantearles la situación, hacerles saber que tienen que cumplir un horario, un tiempo de permanencia máximo por zona y un volumen, pero muchos de ellos no conocen el reglamento, no cuentan con licencia o siguen tocando como si nada. “Lo que yo estoy haciendo durante estos meses es una lucha continua. Alguno se ha enfrentado conmigo e incluso he recibido insultos. Al menos gracias a bajar todos los días he conseguido que no se pongan aquí delante de El Sardinero, pero siguen en el resto de la plaza y todo retumba”.

José María defiende que no busca “quitarle el pan a nadie. Eso quiero que quede claro. Pero el pan de su casa lo puede tener todo el mundo cumpliendo su horario, como lo hace una discoteca, un bar o un restaurante”.

Guitarristas, cantaores, pianistas... San Juan de Dios es un punto de encuentro habitual para los músicos callejeros.
Guitarristas, cantaores, pianistas... San Juan de Dios es un punto de encuentro habitual para los músicos callejeros. / Julio González

El horario de comienzo, a las once de la mañana, rara vez se respeta, incluso en fines de semana, y comenta este vecino que ha tenido que bajar algunos días pasadas las diez de la mañana de un domingo a pedir que le dejaran descansar. “El otro día un pianista empezó a tocar delante de El Chicuco a las cinco de la tarde, se lo dije y le dio igual, siguió tocando y, además, con un amplificador. Es una tortura diaria y constante”, añade.

Tan desesperado está que ha realizado un escrito oficial al Ayuntamiento sobre el que no ha obtenido respuesta y espera promover algún tipo de acción vecinal conjunta.

José María no es la única persona que vive en la zona y que denuncia esta situación. Una residente y propietaria de un establecimiento hotelero afirma que ha recibido protestas y críticas negativas por el ruido en la plaza. “Tengo ventanas muy buenas, aislantes, y aún cerradas los huéspedes se quejan de la música, que suena todo el día, y del volumen tan alto. Alguno me ha llegado a preguntar, ¿esto para en algún momento? Recuerdo un día que había una persona abajo con un amplificador y la música muy alta y en la recepción una clienta y yo apenas podíamos hablar. Además, vivo en el mismo edificio y también tengo que estar con las ventanas cerradas, tanto en invierno como en verano y aún así tenemos que estar elevando el sonido de televisión”.

Esta empresaria, al igual que José María, dice no estar en contra de los músicos callejeros, si no del tiempo que pasan en el mismo lugar. “Cada uno se gana la vida como puede, a mí me encanta la música. No estamos en contra de eso. Pero lo que no puede ser son horas y horas de la misma música cada día, con un volumen tan alto y sin tiempo para descansar, porque cuando uno para comienza otro. Es imposible el descanso mental”, finaliza.

Otra residente de la zona comentaba el caso de unos vecinos enfermos que tienen que encerrarse en casa y que no pueden estar tranquilos porque hay músicos todos los días debajo de su casa. Esta misma persona relata como hace unos días el pianista ubicado delante del bar El Chicuco estaba actuando a las 21:30 horas, media hora más tarde de lo permitido. Llamó a la Policía Local, que acudió a pedirle que bajara la música, no que se fuera, aún habiendo sobrepasado el horario en media hora. Cuando el vehículo policial abandonó la plaza, volvió a subir el altavoz y continuó tocando.

La escasa y poco efectiva acción de los agentes es una de las quejas de vecinos y trabajadores, quienes consideran que es una situación que se conoce desde hace años y se permite. Marisantos Muñoz es propietaria junto a su marido, Manolo López, del estanco situado en la calle Plocia. Marisantos explica que su marido llama “cada dos por tres” a la Policía Local y que lo único que hacen los agentes es pedirles que bajen el volumen. “Lo que no se puede permitir es que desde las nueve de la mañana hasta las siete o las ocho de la tarde, e incluso por la noche, haya ruido en esta plaza. Están todo el santo día tocando y no pasa nada. La policía pasa por delante y no hace nada. Si solo pueden estar una hora, ¿por qué les dejan que estén todo la mañana o tantas horas al día?”, se pregunta Manolo.

Marisantos interviene para apuntar que su marido es quien más sufre esta situación “porque se lleva más tiempo aquí. Yo entiendo que todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida y los músicos callejeros han existido siempre, pero es que cuando es tan repetitivo, con un ritmo acelerado y con ese volumen tan alto... Yo muchos días salgo de aquí atacada de los nervios”, confiesa.

Saturada, aturdida, agobiada. Así dice sentirse también de forma frecuente Bárbara Pérez, camarera de la cervecería La Barra. “Yo hay veces que no me entero ni de lo que me están diciendo los clientes y acabo mi jornada mareada. Es que es escuchar ese sonidito constante, repetitivo, tan alto, cada día, desde hace años...”

No es algo que le ocurra solo a ella o a otros compañeros, ya que Bárbara cuenta que algunos clientes han abandonado la terraza por no soportar más la música. “Muchos clientes se van agobiados y nos piden que hagamos algo, pero nosotros no somos la autoridad”.

Bárbara relata como ejemplo un día que tenían una reunión en el local a las diez y media de la mañana y ya estaban los muñecos tocando. “Cuando acabé el turno a las seis de la tarde todavía seguían ahí y nosotros estábamos desquiciados de escuchar lo mismo durante todo el día. Normalmente se llevan toda la mañana, desde las once hasta las tres de la tarde. Pero es que no son solo ellos, está el del acordeón, el de la guitarra, el del piano que, sí, que toca preciosamente, pero es que se pega ahí cuatro horas al día”.

Este nivel de saturación se une al ruido habitual de una plaza en la que pasa todo: ocio nocturno, manifestaciones, protestas, carreras, actividades puntuales y conmemorativas, Navidad, Semana Santa, turistas y cruceristas, limpieza y baldeos de madrugada, la instalación en estos días también de madrugada de los exornos navideños... Un panorama de ruido que deja poco tiempo para el descanso.

“Yo muchos días acabo saturada, la verdad. Esto te agota mentalmente”, concluye Bárbara.

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