Miguel Ángel Ruiz: "El suicida no quiere acabar con su vida, sino con el sufrimiento"

El catedrático de la Universidad de Cádiz, pediatra jubilado, publica el libro ‘Suicidio Infantojuvenil’, en el que aporta claves para detectar y evitar este acto desde la adolescencia

El autor reclama la implantación de la enfermería escolar en los colegios, con profesionales capaces de alertar posibles casos

La provincia de Cádiz registró 116 suicidios en 2023

El profesor y médico gaditano Miguel Ángel Ruiz, con su libro.
El profesor y médico gaditano Miguel Ángel Ruiz, con su libro. / Jesús Marín

“La persona que decide suicidarse busca acabar con un sufrimiento, pero no con la vida; quitarse la vida es el medio que utiliza”. Esta reflexión es una de las muchas que contiene el libro ‘Suicidio infantojuvenil’ (Editorial Formación Alcalá), una obra escrita por el catedrático de la UCA en la Facultad de Enfermería, ahora colaborador honorífico de la universidad gaditana, Miguel Ángel Ruiz Jiménez. Este gaditano, también pediatra y médico de familia jubilado, aborda en el libro las claves generales del suicidio, su incidencia real a través de determinadas estadísticas y aterriza, sobre todo, en la manera de detectar y prevenir esta conducta durante la adolescencia y la juventud, una etapa de la vida en la que, avisa, el número de suicidios está aumentando de forma preocupante en los últimos años.

Fue una negativa experiencia como pediatra la que animó a Miguel Ángel Ruiz a escribir este libro. El doctor se encontró con un joven paciente que no pudo superar una situación de bullyng en el colegio, un acoso que ganó la partida y acabó con “fatales consecuencias”. Aquella desgraciada situación llevó a Miguel Ángel Ruiz a ir profundizando en la realidad del suicidio infantojuvenil, en sus causas más particulares, una preocupación y un estudio que han desembocado en la elaboración y publicación de este libro: “Los problemas empiezan en la adolescencia, a partir de los 14 años y hasta los 25. Puede darse algún caso por debajo de los 10 años, pero es algo muy excepcional”.

“El suicidio en sí -explica Ruiz Jiménez-, el concepto de suicidio, simplemente podríamos decir que es el de una persona que se quita la vida. Pero ampliando más, desde un punto de vista psiquiátrico, es un hecho que implica una ideación suicida primero, la intención de llevar a cabo el suicidio, que se consuma o no. Pero, realmente, la persona que se suicida tiene un sufrimiento que él cree que es irreversible y cuya única solución es matarse. No quiere acabar con su vida, sino con el sufrimiento. Y hay otros medios para evitar eso, y es en lo que hay que ayudar a los suicidas”.

Sobre el origen, las causas, de este comportamiento, Miguel Ángel Ruiz habla de que no hay una sola y que todos los casos no son, evidentemente, iguales: “La causa del suicidio es multifactorial. No se puede decir que exista una causa única. Incluso se habló de buscar como una base genética del suicidio, porque se decía que podría influir pertenecer a una familia de suicidas. Pero lo normal es que tenga que ver con otra patología, una patología mental. La base, fundamentalmente, es un modelo de personas que tienen un suceso vital estresante. Pero en los jóvenes es diferente que en los adultos. En los adolescentes lo que impera son problemas familiares, familias disfuncionales, separaciones de padres; también el consumo de drogas y también, que a mí me interesaba por aquella vivencia en la consulta, el acoso escolar”.

Aquel caso actuó en Miguel Ángel Ruiz como un detonante para indagar en situaciones que por lo general pasan inadvertidas en la sociedad: “Me interesé porque el acoso escolar, junto con el maltrato infantil, sobre todo los abusos sexuales en niños, es uno de los precipitantes al suicidio. Es fundamentalmente encontrar ese sujeto que es vulnerable a situaciones estresantes que no sabe solucionar. De hecho, en la prevención del suicidio se hace hincapié en que esas personas sean capaces de afrontar las situaciones estresantes de la mejor manera, no de una manera radical. Hay que tener en cuenta, sobre todo, también un dato muy importante, que por cada suicidio hay veinte intentos fallidos”.

“Hay incluso estadísticas -insiste el autor del libro- que hablan de que hay entre un 15 y un 20% de la población adolescente que ha tenido ideas suicidas o lo ha intentado. Esto es muy importante porque se ha producido un aumento relevante. No diría que de forma exponencial, pero proporcionalmente cada año va aumentando. Y todo es muy complicado, porque el chaval que tiene esas ideas suicidas se las guarda para él. Pero existen signos de alarma que hay que saber detectar. Tan simple como, por ejemplo, que se esté hablando siempre de suicidios; o decir que se acabarían los problemas de esta manera”.

En este punto, en el de la detección precoz de una posible conducta suicida, incide mucho el profesor Ruiz cuando reclama la presencia en el ámbito escolar de profesionales capaces de hacer un seguimiento de los estudiantes, lo que en algunos países más avanzados en este tema llaman observadores: “Gente que empieza a detectar los signos de alarma. Yo, por ejemplo, hace dos o tres años escribí un libro sobre la enfermería escolar. Sería muy importante que en los colegios hubiera un profesional de la enfermería”.

No habla Miguel Ángel Ruiz, desde luego, de rescatar aquella figura de ‘practicante’ escolar, que curaba a los lesionados o daba una pastilla. Se refiere, en un concepto moderno y adaptado a los tiempos, de un profesional preparado capaz de dar clases de educación para la salud, “donde estaría incluida la educación emocional de los jóvenes. La ventaja es que los cogería desde chiquititos y los iría conociendo hasta que son mayores. Y puede detectar determinadas conductas. Creo que esto es un reto actualmente en España; en otros países están más avanzados. Aquí, este papel lo hace la enfermera comunitaria, la que se asigna desde el centro de salud, pero no tiene tiempo para trabajar así”.

Destaca el profesor honorífico de la UCA que poco después de ser publicado el libro se ha aprobado un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, una de las reclamaciones de la obra. “Ahora hay que aplicarlo y dotarlo de medios”, puntualiza. Y es que en España, explica, hay una ratio de seis psicólogos por cada mil habitantes, cuando la Unión Europea exige un mínimo de 20: “El tiempo de espera para que te vea un psicólogo en una unidad mental es superior a los tres meses. Si una persona tiene una depresión o tiene un problema, tres meses puede ser una barbaridad”.

La negativa a veces influencia de las redes sociales, la existencia de páginas en internet sobre formas de suicidarse o la soledad son algunos de los condicionantes juveniles que pueden desembocar en una conducta suicida.

Miguel Ángel Ruiz, que llama a cuidar la salud mental de la sociedad, ha escrito este libro con el ánimo de ayudar a enderezar el actual rumbo. Y por ello, también, ofrece su correo electrónico por si alguna persona necesita alguna orientación o realizar alguna consulta: miguelangel.ruiz@uca.es.

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