patrimonio reservado

La leyenda subterránea del pirata

  • 'Diario de Cádiz' visita esta sorprendente casa cuyo aljibe y patio se incluirán en la ruta de las Catacumbas del Beaterio y del subsuelo del número 24 de la calle Rosario

La leyenda del pirata que habitó la sorprendente casa palacio de la calle Beato Diego, 8 se medirá ahora con su verdadera historia. Ahora se narrará en modo mito, pero también desde la verdad que sacudió el inmueble desde sus cimientos. Desde el subsuelo de este impresionante edificio, cuyos singulares rincones navieros y escondrijos logran incluso eclipsar su palpable decadencia.

La casa es privada, pero su propietario, Miguel Fernández, ha cedido sus aljibes para visitas que pueden revertir en la mejora del bonito enclave con grado de protección 0 -la misma que un monumento- y que afrontará la empresa Cuevas-Catacumbas del Beaterio para incluir en un potente circuito por el Cádiz subterráneo que se presentará el viernes, 19 de mayo en la Asociación Aires de Cádiz. Eugenio Belgrano, al frente, guía a Diario de Cádiz y a representantes municipales en este novedoso punto del nuevo recorrido turístico que abarcará las Catacumbas del Beaterio, el subsuelo de la tienda de la calle Rosario 24, a la altura de la Joyería del Miguel Sepúlveda, y que terminará en la Casa del Pirata.

El proyecto turístico se presenta este viernes, 19 de mayo en la Asociación Aires de Cádiz

Desde su patio, donde alzar la vista es ya un auténtico privilegio, por la propia arquitectura y estilo de la casa, los enormes y bellos cierros isabelinos y sus balconadas al patio, "la única casa que lo tiene", apunta su orgulloso dueño, se llega a otro patio interior por donde se desciende a lo que era "la fresquera o aljibe, que encontramos lleno de escombros", explica Belgrano y ratifica su propio dueño. Un espacio dividido en dos niveles separados por tramos de escalera, y adaptado de forma básica a las visitas guiadas por el subsuelo, a falta de cartelería en inglés y español, "pues no se va a musealizar más, ya que será el tramo de la visita más corto del Cádiz subterráneo".

En la primera estancia se observan tres grandes huecos donde "guardaban las tinajas, pues también fue usado como almacén". Y junto a ellos se conservan apilados y a modo testimonial restos de materiales localizados en la zona.

A la visita acude, expectante, el concejal de Urbanismo, Martín Vila, que comenta que "estamos facilitando todos los trámites burocráticos para que el proyecto eche a andar cuanto antes", así como un técnico municipal, que sobre la marcha descubre una inscripción en la pared. "Mira, esto parece una esvástica", comenta mientras ilumina con una linterna un tramo de muro. En el opuesto hay otra inscripción realizada con la misma pintura, "esto es una hélice, ¿no?", cuestiona Belgrano. "Míralo alrevés, el dibujo que deja entrever esta supuesta hélice parece una cruz", responde el técnico, que podría ser templaria, o una obra de "algún picado". Una apasionante visita que, a cada paso, nos descubre asombrosos detalles.

Cinco peldaños separan las dos estancias de este aljibe, "que en total ocupan unos 70 metros cuadrados entre ambas salas". Parece que se descubrió esta zona en los años 50, "cuando un albañil metía una tubería. De hecho, al fondo hay una apertura en el techo que conecta con el patio y se sabía que existía, pero no lo grande que era".

Aquí también se descubren algunas inscripciones "que tienen toda la pinta de tratarse de bocetos y grafitos de albañiles, con datos de la obra, el año y la rúbrica del obrero", pues puede verse una fecha por descifrar en un pilar, al parecer del siglo XVIII.

Pero no fue hasta los años 60 cuando se abrió este aljibe, según el propietario, que confiesa que en su juventud "hacíamos guateques". También rememora que "cuando abrieron dicen que encontraron una espada aquí justo -dice señalando la zona céntrica del suelo-, pero se desmoronó cuando la cogieron"... Al menos eso dice la leyenda, como la del marino que marchó a las Indias en busca de un tesoro, riquezas que encontró, y que quiso brindar a su amada a su regreso, que lo esperaba en Cádiz. Para que no echara en falta sus travesías marinas, su mujer mandó a construir esta casa con detalles tan marineros como las escaleras que conectan el último piso con la torre mirador, "que asemeja al puente de mando de un galeón y cuya escalerilla es similar a la de los primeros barcos de vapor", desde donde sus primeros habitantes veían el mar. Incluso Arturo Pérez Reverte la incluyó en El asedio.

Pero Miguel cuenta otra leyenda que tumba a la anterior, una que habla del "pirata italiano Oso Pardi, que en Cádiz pasó a llamarse Oso Pardo, que dicen vino a refugiarse a Cádiz una vez que se hizo de riquezas por las islas de Capri, aunque es raro que se escondiera en un puerto de mar". La cuestión es que mandó a pintar el hermoso fresco del salón principal de la casa, "que comentan que es de Abarzuza, aunque no está firmado", con detalles como la figura de mujeres en las esquinas, "pues tenía cuatro hijas que fueron sus musas", y un ángel en el centro "que podría ser su hijo varón". Rememora que mientras paseaba fue sorprendido en la plaza de San Martín "por un capitán de la marina española que lo reconoció y lo mató tras batirse en duelo con él".

Pero el mito da paso a la realidad histórica de una centenaria finca cuya imagen actual es fruto de una reforma de 1871, y cuya historia, la real, se contará en esta visita desde su patio. Entre algunos detalles, se difundirá que la fachada aparece en una acuarela de Adrián Dauzats, titulada Calle de los Doblones, fechada en 1835, que se custodia en el Museo del Louvre.

El resto forma parte de la vivienda privada de esta familia que en más de una ocasión ha solicitado la implicación de administraciones públicas en la recuperación de esta joya arquitectónica única en la ciudad. Y es que son muchas las carencias, "pues arreglar el ventanal sólo es una millonada que no se pueden permitir, dado a que está protegido", asevera Eugenio Belgrano. "Yo sé que el Ayuntamiento no tiene medios, pero al menos que sea el mediador a la hora de buscar mecanismos como ayudas europeas o nacionales, por ejemplo", añade Miguel Fernández. Vila responde que desde el Ayuntamiento sólo se puede acceder a las ayudas del 1 por ciento cultural del Ministerio, "que sí pueden revertir en lo privado". Otro objetivo es que sea declarada BIC, para al menos librarse del cuantioso IBI que deben pagar.

Aunque en el fondo y de frente a la realidad, la idea es que aparezca algún inversor en una de estas visitas turísticas que sin duda dejará la miel en los labios de quienes la experimenten, pues lógicamente no continúa en la vivienda familiar. Además, la empresa turística Cuevas- Catacumbas del Beaterio ha llegado a un acuerdo de colaboración con la propiedad.

Fernández, no obstante, invita a esta comitiva amablemente a visualizar el sorprendente recorrido que separa el subsuelo de la azotea. Es el verdadero tesoro de la Casa del Pirata. Una subida que deja boquiabierto al espectador, y que discurre incluso por las estancias de su casa, como el salón con el fresco de Abarzuza, algunas habitaciones y la cocina. Entre las curiosidades constructivas, dignas de todo un escapista o de un pirata avispado, se encuentra las conexiones de escaleras de caracol en laberínticos recorridos. Por ejemplo, desde el patio sale una de estas escaleras que conecta con la primera planta, que está deshabitada. Y en una de las habitaciones de la segunda planta comienza otro tamo a la que se accede desde un armario empotrado y conecta con la primera. En la cocina, otra escalera conduce a la azotea.

Esto por no mencionar las hermosas cristaleras y ventanales que ornamentan todo el inmueble, a cada paso, entre desconchones, óxidos y roturas. "Intentamos mantenerlo, pero el presupuesto es demasiado elevado".

Una vivienda que según los arquitectos que la han visitado "presenta tres estilos constructivos, el original que parece que fue en el siglo XVIII y el posterior añadido, de estilo isabelino y también modernista", como se aprecia en toda la zona común de escalera.

Para indagar más allá en la verdadera historia de la vivienda que fue adquirida por el padre de Miguel a finales de los 50, se está estudiando toda la documentación desde principios del XIX que contiene testamentos, escrituras y documentos de alquileres, incluso, "que guardaba mi padre". Porque si una cosa ha hecho esta familia es velar por la historia de un edificio que "debería mantenerse siempre fiel a su pasado". Ahora, desde su subsuelo, se aclamará por recuperar su máximo esplendor.

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