La incubadora

enfoque de domingo · Ideas innovadoras en la empresa de la provinciaEmprendedora: Joslami Torres CuberoEmprendedor: Jorge Galindo

Del laboratorio de la Cátedra de Emprendedores de la UCA han salido en cuatro años una veintena de ideas de éxito en la provincia con el mayor índice de fracaso empresarial de toda España

Sara Buzón, Raúl Medina, Eloísa Romero, José Ruiz Navarro y Juan Pablo Dianez, en la Facultad de Empresariales.
Sara Buzón, Raúl Medina, Eloísa Romero, José Ruiz Navarro y Juan Pablo Dianez, en la Facultad de Empresariales. / Joaquín Pino
Pedro Ingelmo

21 de mayo 2017 - 12:38

Hace dos años murió Gary Dahl, un símbolo de la cultura emprendedora por un hecho sorprendente: se hizo millonario vendiendo piedras. Como lo escuchan, simples piedras. Su idea: convertir las piedras en mascotas. Les puede parecer una estupidez, pero Dahl inventó las pet-rocks, así se llaman sus piedras, en 1975 y a día de hoy hay gente que paga 19,95 dólares por ellas. Mucha gente.

“Lo que hizo Dahl fue poner una idea en valor, aunque esa idea fuera tan absurda como vender piedras”, explica Raúl Medina, miembro de la Cátedra de Emprendedores. Poner en valor y ser emprendedor son esas perífrasis que de tan manidas no suenan a nada, pero en la provincia suena a que tenemos el mayor índice de fracaso empresarial del país. Una reciente encuesta dio el resultado de que el 1,8% de la población activa había tenido una experiencia negativa como empresario, es decir, que había fracasado en su idea de negocio. El informe GEM España 2015 (Global Entrepreneurship Monitor, un observatorio del emprendimiento) sitúa a Andalucía en el último lugar de España cuando la pregunta es si en su región se fomenta el riesgo, la creatividad y la innovación empresarial. No es extraño que de este modo la densidad empresarial por cada 10.000 habitantes en la provincia esté muy por debajo de la media nacional, según el INE, 0,8, frente al 2,4 de media nacional. El tejido empresarial de la provincia sólo supone un 0,9% del total nacional. Con respecto a Andalucía, las empresas gaditanas suponían en 2016 un 9,6%.

Estamos en un sótano de la Facultad de Empresariales de Cádiz. Este sótano, como si fueran los garajes donde nació la cultura cibernética de nuestros días, es una de las más innovadoras incubadoras de empresas de Andalucía a través de su master up. El aula es diáfana, sencilla, con una gran pizarra para apuntar ideas y varias mesas, como si fuera un parvulario, con los nombres de los alumnos. Aquí vemos nombres chinos, rusos, sudamericanos... Entran los estudiantes por una puerta con una idea, la mayor parte de las veces peregrina o poco modelada, y salen por otra puerta, varios meses después, con una idea que puede convertirse en negocio. Los datos los avalan. En estos cuatro años de master han entrado por una puerta 54 ideas y han salido una veintena de realidades, de empresas. Algunas con un notable crecimiento en muy poco tiempo.

Los ingenieros de 3 Ants, salidos de este sótano antes de tiempo ante el éxito de su propuesta, crearon un robot de búsqueda de pirateo con un sistema de incentivos para los que podríamos llamar ‘chivatos’. 3 Ants, las tres hormigas, se fueron a Madrid cuando recibieron el apoyo de Telefónica para el proyecto y Antonio Banderas se ha interesado en invertir en ello. Otros participantes en el master crearon PC Track, una aplicación de gestión documental en la Construcción. Demostraron que suponía un ahorro de costes para las constructoras y Acciona metió dinero. También han salido de aquí algunas ideas del ámbito cultural, como Catas con Arte, la exitosa iniciativa de José Berasaluce con sus cenas temáticas, o 3.000 de Historia, que se dedica también con éxito a la ambientación callejera y los recorridos históricos, guías originales del nuevo tiempo.

Otro ejemplo de empresa nacida en este sótano lo aporta Eloísa Romero, licenciada en Economía por la universidad de Sevilla, en pleno epicentro de la crisis, en 2011. Como el 94% de los estudiantes universitarios andaluces, su idea era trabajar por cuenta ajena, “pero el mercado laboral daba miedo por entonces y me enteré de un master de la UCA en el que no había exámenes y todo era muy práctico. Era lo que buscaba”.

El director de este master y fundador de la Cátedra, José Ruiz Navarro, explica que “para entrar en este master sólo se exige un requisito: tener una idea”. Y Eloísa tenía una idea, pero una muy mala: vender vino ecológico sin alcohol. En las primeras horas de master la desechó y decidió aliarse con Pablo, licenciado en Telecomunicaciones, que tenía una idea mejor: vender sensores que medían temperaturas y humedades. Llamaron a la idea y a la empresa Caimanes y se fueron a un vivero de empresas en El Puerto. Allí ellos mismos fabricaban los sensores a mano. La idea era magnífica, tan magnífica como que les dieron un montón de premios que no se tradujeron en dinero. El primer muro con el que se choca todo emprendedor: financiación.

Juan Pablo Dianez es doctor gracias a una tesis laureada sobre las spinoff, uno de los estudios más rigurosos que existen sobre cómo funciona una empresa que nace al albergue de una universidad y cuál es su comportamiento al exponerse al mundo real, al medio ambiente frío de la sociedad y el mercado. “Ahora mismo en España hay unas 555 spinoff operativas y 167 participaron contestando nuestro cuestionario”, explica. Las conclusiones de la tesis, que buscaba puntos en común en las razones del éxito de una spinoff, ahondaban en las dificultades que entraña “salir de la zona de confort para adecuarte a elementos externos hipercompetitivo”. Las historias de emprendedores que salían indemnes de esa turbulencia tenían que ver con “planes innovadores que creen mercados, pero asociándose con equipos de dirección del ámbito del mundo inversor”. Es la financiación, estúpido, por parafrasear una vez más al asesor de Bill Clinton, James Carville.

Medina interviene para aportar experiencia desde el ámbito de la investigación: “A veces se quiere sofisticar en exceso y lo que hace falta es que ese modelo de negocio tenga una base contrastada y que se piense en los riesgos. La incertidumbre va asociada al mundo de la empresa, pero debe ser lo más medible posible”. Esa es la puerta de la financiación.

Lo sabe Eloísa Romero, a la que le dolían los nudillos de golpear en las puertas y aplicó otra de las enseñanzas del master: “Si crees en tu idea, no le des vueltas: evalúa riesgos y lánzate”. Como tenía poco que perder, ella y su socio se lanzaron a una campaña de crowdfunding, una colecta, el último recurso de financiación. Con lo que sacaron les dio para vender sus primeros sensores. No les fue mal, pero para crecer necesitaban 30.000 euros. Enviaron los últimos sensores en sobres “y cerramos, pero no habíamos fracasado. Primero porque habíamos aprendido, segundo porque ya no nos atrevíamos a poner en marcha otra idea”. Con el conocimiento adquirido con los sensores sobre los mecanismos del mercado y con la experiencia que les permitía acceder a un préstamo, crearon Fábrica Digital, ideal para la gente que se dedica al ‘hágalo usted mismo’. “Hay mucha gente que se fabrica las cosas por sí misma, pero no tiene sentido comprarse una máquina costosa que a lo mejor no va a volver a utilizar. Hablamos de componentes electrónicos, impresoras 3-D... Nosotros se las prestamos”. Eso es sólo una parte de la empresa. La empresa ha crecido y ahora se traslada de un pequeño local en el centro de Jerez a una nave más grande en un polígono de las afueras. De 15.000 euros en pérdidas el primer año han pasado a 10.000 de beneficio en el segundo y ahora ya tienen encargos para domotizar hoteles en Mallorca o para medir la luminosidad de las sondas en los equipos médicos.

Ahora que todo marcha, con lo que se desespera Eloísa es con la burocracia. “Da miedo con lo que te encuentras”, asegura. El maravilloso mundo de la burocracia en este país es un thriller de terror. “Dedico más tiempo a a justificar una subvención que a buscar clientes”. Se sonreirán entonces si escuchan este dato sobre otra pregunta en la que somos el farolillo rojo nacional. El ya mencionado informe GEM 2015 sitúa a Andalucía en el punto más bajo sobre la percepción que un emprendedor tiene sobre esta afirmación: “Puede obtenerse información sobre una amplia gama de ayudas públicas para la creación y crecimiento de nuevas empresas en un solo organismo público”. Es decir, ventanilla única. Se supone que los encuestados tras secarse las lágrimas de la risa contestan y entregan a Andalucía la puntuación más baja de todo el mapa: 2,2 sobre 4.

Escucha atentamente Sara Buzón, alumna del master de este año. Era una graduada en Administración de Empresas en paro que coqueteaba con la idea de montar una consultoría y ese perfil de ‘tengo la formación, pero no la experiencia’ cuando le salió un trabajo en un departamento de Informática y con la tarea de crear una empresa con mercado asiático. Aquí es donde le entró el gusanillo. “Me gusta la emoción y el riesgo y tenía ganas de montar una empresa. Aquí he aprendido que no importan los recursos, ponlo en práctica. Vete al mercado. En colaboración con un compañero trabaja en softwares de tomografía y otros sistemas relacionados con la salud. Como ella misma, “observo la evolución de mis compañeros con sus propias ideas. Algunas propuestas son muy sólidas, y se trata de buscar los canales”.

En este laboratorio empresarial cada idea se destripa y se proyecta en el futuro, como se puede hacer con cualquier experimento antes de lanzarlo al mundo real. Es un método científico. Se observa y se investiga el entorno. “En Cádiz el problema es la falta de formación de los emprendedores, lo que les lleva a embarcarse en proyectos de baja calidad que se mueven en un mundo de ruido generado a veces por las administraciones, que hablan de edificios de emprendedores, de programas de financiación y un montón de cosas que ofrecen sensaciones ficticias sin que en realidad haya una coordinación de las acciones”, se lamenta Ruiz Navarro.

No lo menciona, pero rápidamente viene a la cabeza la ITI, esa promesa de lluvia de millones de Europa y esas frases hechas de “nuestra gran última oportunidad”. O aquella Plataforma Logística, otra idea grandilocuente de creación empresarial sin contenidos. “No se trata de crear empresas por crearlas, se trata de crear empresas que sobrevivan”, reflexiona Ruiz Navarro. Raúl Medina, didáctico, explica a sus alumnos de Empresariales que emprendedor “no es un sustantivo, es un adjetivo. Se puede ser cualquier cosa, médico, abogado, periodista emprendedor. Pero emprendedor por sí mismo no es gran cosa. Y sobre todo se tiene que ser empresa emprendedora, lo tienen que ser nuestras empresas, las que ya existen”. Una encuesta a empleados de miles de empresas reveló que el 9% de los trabajadores suecos estaban inmersos dentro de sus empresas en proyectos emprendedores. En toda Europa eran un 4%. En España eran sólo el 2%. No hay datos de Cádiz. Contando con los resultados de otras encuestas ya comentadas, mejor no saberlo.

Ejemplos de dos casos de emprendedores

Emprendedora: Joslami Torres Cubero Idea: Patatas fritas (Cádiz)

“En Venezuela teníamos un buen trabajo, ganábamos mucho dinero, pero tener dinero no significa vivir bien si no tienes donde gastarlo”. Joslami y su marido, diseñador gráfico con una boyante empresa en Caracas, decidieron salir de allí. Primero a Argentina: “Y ocurrió lo mismo”. Y escogieron España y, de España, Cádiz porque su cuñado era gaditano. Coincidieron en que él regresaba de Holanda. Y esas son las carámbolas que nos llevan a Frityes, el lugar que ha revolucionado la idea de la patata frita en el centro de Cádiz. Algo de diseño, patatas de calidad, variedad de salsas.

En el proceso de crear un negocio que “es algo más que vender patatas fritas, esto no es una freiduría”, Joslami se apuntó al master-up de la Cátedra de Emprendedores. “Yo presenté otra idea que tenía que ver con los zapatos y que pondremos en marcha más adelante, pero necesitábamos un negocio con un retorno más rápido y pensamos en esto. Lo que hacíamos era aplicar lo que aprendía en el master a esta idea”.

Y la idea la proporcionó su cuñado, que venía de un país, Holanda, donde la ‘street food’ es algo muy común. Algo para picar mientras paseas o te diriges al trabajo. El estudio de mercado que hicieron daba todos los parámetros positivos. Y acertaron. En un año el negocio se ha consolidado porque “creo que hemos aportado originalidad y calidad”. Cada día reciben dos o tres palés de patatas, “del norte, que las de Sanlúcar son muy buenas, pero muy dulces”. Es un ejemplo de poner en valor un producto sencillo.

Emprendedor: Jorge Galindo

Idea: Big Data (San Fernando, Seattle, Londres)

Esta es una historia de música y amor que ha generado veinte empleos para ingenieros en el sector tecnológico en una empresa de San Fernando que parece Sylicon Valley. La carambola en este caso es la siguiente. Raúl Raja es músico, toca en el grupo Úrsula, muy conocido en Cádiz en determinados círculos. La música es importante porque la música son algoritmos y tiene patrones de repetición. Eso es un software ¿no? Raúl conoce a una americana y se despide de su amigo Jorge, Jorge Galindo, que se dedica al diseño de páginas web.Me voy a estados Unidos, le dice. Se va con su chica. Ya tenemos la música y el amor. Raúl conoce en Seattle a Justin y Nick Elsberry, dos gemelos que se acaban de quedar en la calle porque cierra la empresa tecnológica en la que trabajan. Se quedan sin curro y con unas stock options que no valen nada. Raúl aprende y les ayuda. Crean una empresa, 47 Degrees, la latitud de Seattle. Crean aplicaciones de móvil. Una pega un pelotazo y Paramount se interesa en ellos cuando llegan a 9 millones de descargas. Es 2011. El trabajo les supera. Raúl regresa a Cádiz, sigue en contacto y les cuenta que tiene un amigo en San Fernando, Jorge, que les puede echar una mano. Se junta San Fernando con Seattle. Se hacen socios. “Pero el campo de las aplicaciones móviles ya no era un nicho tecnológico. Hay que inventar otra cosa. Ese fue el secreto, saber verlo”, cuenta Galindo.

47 Degrees se reinventa y entra en un campo casi virgen por entonces, el Big Data. Sirve para ordenar inmensas cantidades de datos. Se dividen el trabajo. Seattle será la central de ventas y San Fernando el centro de ingeniería. Galindo no es ingeniero, pero ha ido aprendiendo sobre todo ello en lo que se llama un Open Source, compartir información en la Red. Formación del nuevo tiempo. Y sabe rodearse de gente que sabe. se ha creado una red no sólo tecnológica, sino humana, la clave de una empresa emprendedora. Llegan los clientes. No clientes cualquiera. Hablamos de la casa de apuestas William Hill, White Pages, que son las páginas amarillas americanas, Microsoft... Lo dije, una historia de música, amor y triunfo que Galindo comparte cada año en el Master Up de la UCA.

stats