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"Me gusta trabajar en la sombra, como a mi padre"

  • Entrevista. Narradora, hostelera, dinamizadora cultural y anfitriona del "lugar de lugares", del café teatro Pay Pay, Paloma García nos abre las puertas del mítico rincón gaditano y de su vida

E S pequeña, menuda, ágil y sigilosa. Su físico se alía con su propósito. "Me gusta trabajar en la sombra, como a mi padre", decide Paloma García que aparece y desaparece a su antojo. Que sabe cuándo mostrarse oferente y cuándo retirarse a lo oscuro para que corra bien el aire. En su casa. El café teatro Pay Pay. Ese rincón, irónicamente situado en la calle Silencio, que junto a su hermano José María, Kiko Butrón y Virginia Salas recuperó y transformó en espacio cultural para la ciudad. "Me gusta trabajar en la sombra, como a mi padre", avisa esta mujer sabia, regidora de escena de las noches mágicas, dueña y señora de la palabra. Paloma del Pay Pay. Paloma la hija del querido Jesús García. Paloma la narradora. La anfitriona. Una sombra con luz propia. Que sabe cuándo aparecer y cuándo desaparecer. La que abre el libro de firmas de una casa por la que han hecho parada (y casi fonda) Eduardo Galeano, Ana María Matute, Felipe Benítez Reyes, Juanjo Téllez, Chano Lobato, Javier Ruibal... En una casa con ojos de vedettes en las paredes y con los espíritus silentes del Teatro Romano en su suelo

-Han pasado 12 años desde que volvisteis a abrir las puertas del Pay Pay. ¿Todavía hay algún despistado que viene preguntando por las señoritas?

-Aunque parezca increíble, aún los hay. Yo creo que tiene que haber algún cachondo en la plaza de San Juan de Dios que los manda para acá. Sin ir más lejos hace un par de días, estando aquí por la mañana con Anabel Rivera -cantaora cuyo nuevo espectáculo dirige Paloma- llegó un señor mayor con su hijo, tendría el hijo unos cuarenta años, preguntando si estaban las muchachas de alterne o si había que venir por la noche... Pero, afortunadamente, eso no ocurre todos los días...

-Supongo que al principio sería mucho peor

-El primer año fue tremendo, lógicamente tuvimos que hacer un esfuerzo ímprobo para mostrarle a la gente cuál era la idea de este Pay Pay.

-¿Y cuál era?

-Era rescatar para la ciudad un espacio que había tenido muchísimos espectáculos y que además tenía un nombre que se podía dignificar. El Molino Rojo, por ejemplo, ahí está, sigue funcionando.

-Pero entonces el Pópulo tampoco era lo que es hoy, ¿no es así?

-Para nada, no había nada, porque cuando abrimos el Pay Pay incluso El Malagueño, que es quien está aquí desde el principio, estaba cerrado por obras. Nosotros hicimos una apuesta por revalorizar el barrio. De hecho, cuando hicimos el estudio de viabilidad me dijeron que lo que íbamos a hacer era una locura porque por aquí no pasaba nadie. Pero creímos en ello. De hecho, una de las cartas de presentación que yo hago es una fotografía con las calles del Pópulo vacías y mi intención de llenarlas. Pues mira si se han llenado... Ahora creo que hay 14 o 15 bares y se ha convertido en una zona de esparcimiento.

-¿Qué es para usted el Pay Pay?

-Yo lo llamo "el lugar de lugares" y también me gusta mucho cómo lo define Juanjo Téllez "la caja negra de la sentimentalidad gaditana". A mí lo mejor que me ha dado este lugar es la gente que me ha dado la oportunidad de conocer. Y los recuerdos artísticos que he vivido y que quiero seguir viviendo.

-Antes que hostelera era narradora, ¿cómo vivió el paso de bajar del escenario y atender a los que ahora lo suben?

-El trabajo no fue atender a los artistas que para mí es una de las cosas más bonitas que puedo hacer aquí, que dentro de las capacidades que tengo, que se sientan a gusto, que no tengan los problemas que he tenido yo que, de repente, me he tenido que cambiar en un vestuario que realmente era la sala donde se guardaban las coca-colas o llegar a hacer espectáculos en la calle y no atenderte nadie y con una desorganización horrorosa, o terminar mi actuación y que no me hayan pagado... Como yo he sufrido todo eso, no quiero que ese tipo de cosas las sufra aquí nadie. Hasta donde yo llego, aquí, gloria bendita. Pero mi problema fue la barra, que no tenía ni idea cuando empecé. Recuerdo que la primera vez que me pidieron un Stolíchnaya (una marca de vodka) me quedé a cuadros. ¡Si yo era de ron! (ríe)

-¿Echa de menos el escenario?

-Muchísimo. Muchísimo. Creo que esa parte la he enterrado aquí y tiene que merecerme la pena. Cuando los compañeros vienen por aquí y comienzan a narrar y veo que rozan ese momento brillante, uff, lo vivo y lo envidio de la forma más sana. Pero el escenario es un ejercicio y cuando te bajas vas perdiendo frescura.

-¿Cómo empezó a contar?

-Realmente es que nunca me subí al escenario porque ya estaba en él (ríe) Era de esas niñas repelentes que recitaban y a la que su madre alentaba... Digamos que yo tenía dos vertientes, o quería ser Teresa de Calcuta, ayudar a la gente, curarla o quería dedicarme a lo artístico. Así que profesionalmente me dediqué a la enfermería y la parte artística la tenía como hobby. Hasta que llegó un momento que decidí dejar el trabajo fijo que me daba de comer y di el paso a vivir del cuento, del que estuve viviendo durante unos años felicísimos de mi vida donde aprendí lo que significa estar en un autobús de aquí para allá, que la gente no supiera ni lo que tú haces, ni siquiera quien te contrataba, y, eso sí, los mejores festivales de narración de España.

-¿Qué ocurrió con aquel Festival de Narración de Cádiz?

-Pues yo soy, junto con otros muchos narradores de Cádiz, una de las fundadoras de ese festival que desapareció tristemente. Pero lo hicimos muy bien porque los años que duró el resto de festivales de España nos veían como algo muy interesante. Los cinco o seis primeros años trajimos gente de un nivel impresionante, luego, ya no lo hacíamos la Asociación de Narradores de Cádiz, lo tomaron otras personas y, bueno, se ha ido perdiendo en el tiempo... Supongo que también éramos jóvenes y teníamos tiempo...

-¿Pero no hay gente para coger ese testigo?

-No hay grupos en Cádiz, yo lo echo en falta. Tampoco hay muchos aficionados al teatro ya y eso que tenemos un festival de teatro increíble. Creo que eso también tiene que ver con el asociacionismo en esta ciudad, que también se ha perdido mucho.

-Su cuento favorito.

-El corazón más hermoso del mundo. Porque me ha dado muchísimo. Y me vale para todo (ríe). (Muy puntualmente, en esas noches que casi rozan el día, la narradora posee a la anfitriona y de su boca sale El corazón más hermoso del mundo...)

-En la sociedad de los números, ¿hemos olvidado el don de la palabra?

-Por supuesto. Y me entristece. En el periodismo deportivo, por ejemplo, es que me parece de una relajación absoluta, pero da igual, porque también ocurre en el plano político, en el social... Parece que no sabemos cómo se llaman las cosas, se empobrece el lenguaje de la gente... Se nota mucho a la hora de explicar sentimientos... Vamos a terminar canalizando y poniéndole nombre a las expresiones guturales, que es lo que emitimos cuando nos preguntan "¿cómo te sientes?". Mira, el lenguaje es arte también. Yo alucino con Téllez o con Óscar Lobato, tienen un horizonte amplísimo, saben cómo se llaman los árboles, le ponen nombre a las hojas, al último trocito de nube y te lo explican y tú lo ves. Y eso es enriquecedor. Pintan, dibujan con las palabras.

-¿Qué es lo más importante que te dio tu padre?

-Uff... (emocionada, entrecortada) Yo sigo sus pasos... Totalmente... Sí... El amor a Cádiz, la pasión por la vida, eso me ha dado mi padre. Él estuvo en la sombra de muchas cosas en Cádiz y a mí es el lugar que me gusta. Me gusta trabajar en la sombra, como a mi padre. No somos de los que hablamos, somos de los que hacemos cosas. Eso me enseñó mi padre. Y el amor, el amor por Cádiz. Yo podría estar en otro lugar, en Madrid, en Barcelona, en Valencia, he podido irme, de verdad, he tenido oportunidades, pero yo quiero a Cádiz. Me encanta viajar, conocer sitios nuevos, pero quiero vivir en Cádiz...

-¿Por qué?

-Por la riqueza, por la cultura tan grande que había en esta ciudad... Y por cómo la estamos perdiendo. Tengo un proyecto nuevo, ya os contaré más adelante, se llama Las miradas de Cádiz. Y por lo mismo, es una forma de decirle a la gente de aquí, ¿no os dais cuenta de lo que tenemos? Ahora mismo hay dos líneas en esta ciudad, ambas muy interesantes, pero sólo dos: Carnaval y Semana Santa, Semana Santa y Carnaval. Ambas están llenas de historia, de tradición y son interesantes, pero no es justo que no haya nada más. Si ahora le preguntas a un niño por Sagasta lo único que te va a decir es que es una calle. No sé... Yo creo que es interesante conocer lo tuyo pero no para quedarte ahí, para alimentar el chovinismo. Es importante conocer lo tuyo para saber mirar al mundo.

-Ha mencionado el Carnaval, usted ha tenido una relación estrecha con la fiesta, ¿cuál es su imagen actual de la fiesta?

-Ha cambiado muchísimo. Ahora mismo hay dos carnavales y están divorciados, y no se llevan bien y no entiendo por qué, el del Concurso y el de la calle. Cada uno defiende una postura y todo es Carnaval, para que veas como es Cádiz. Es que Cádiz... Si en un barrio como El Pópulo que tiene 11 calles hay dos asociaciones de vecinos... Eso no ocurre en ninguna parte del mundo... Y lo he mirado (ríe). El Carnaval está atravesando una frontera muy peligrosa, quiere profesionalizar lo que no es profesional. No todo el mundo puede, pero todo el mundo se aprovecha. Se están quemando las naves. Desde luego que ya no existe el Carnaval que me enseñó mi padre -fundador de la peña La Estrella- pero tiene que avanzar, es normal, aunque no sé si esa transformación se está canalizando bien.

-¿Por qué apostó por el Carnaval acústico aquí en el Pay Pay?

-Yo trataba de demostrar que dentro del mundo del Carnaval hay artista pero, cuidado, no todos son artistas. A mí me ha gustado la experiencia.

-Jesús Bienvenido debutó aquí en solitario, Antonio Martínez Ares como 'Ares', también..., ¿le costó?

-Con Jesús dos años, es muy tímido pero fíjate ahora, ha demostrado que es un diamante. Y Antonio... Qué voy a decir de Antonio. Es un artista de los pies a la cabeza. (Hace un momento nos enseñó en el libro de firmas como el gaditano dejaba su rúbrica el día que fue "parido" por el Pay Pay como Ares).

-Me llama la atención que una feminista declarada como usted se haya hecho cargo en muchas ocasiones del espectáculo de coronaciones de las diosa.

-Creo que unas diez... A ver, cuando a mí me lo ofrecieron, lógicamente, me fui para mi casa pensando cómo tomaba yo ese testigo, qué hacía yo haciendo eso. Pero maduro el pensamiento. Para empezar quise dignificar el papel de la mujer en el Carnaval. Entendía, y creo que me agarré sobre todas las cosas a eso, que había mujeres que se presentaban para ir al Falla, para tener la oportunidad de acudir todas las noches al Concurso, y porque me parecía que lo que se hacía era tan malo y tan triste que dije, bueno, voy a intentar montar un espectáculo donde puedo conjugar a gente que trabaja en Cádiz en el mundo de la danza, del teatro y de la música para hacer algo digno. Y ahí quedaron. De lo que más orgullosa estoy es que implanté que los espectáculos de coronación tuvieran una temática, una unidad de criterio a la hora de realizar los disfraces para que todo tuviera un sentido y que no fuera siempre "una noche de Carnaval". Tuve problemas, fui criticada, pero yo estoy contenta. Cuando lo creí oportuno me retiré pero sigo con el Momo.

-¿Y por qué continúa con el Momo?

-Pues porque me gusta y por la vinculación con mi padre. El Momo es un personaje que inventó mi padre. La razón de ser del Momo es que entonces los pregoneros eran gente famosa, nunca de Cádiz, porque la idea era que se publicitara el Carnaval fuera de Cádiz y mi padre pensó: "y la gente de Cádiz, ¿qué?" Así que creó un personaje para que lo encarnara la gente de Cádiz y que también tuvieran su pregón.

-¿Se podrá para 2014 recuperar el Concurso de Cantautores del Pay Pay?

-Yo quiero. El año pasado pensé que era bueno parar y tomar distancia para valorar qué se estaba haciendo bien y qué se estaba haciendo mal. Lo bonito es que la gente sigue llamando y preguntando por el Concurso. Así que este año quiero hacerlo de nuevo y poder responder a las expectativas, al menos las que yo me marco, traer calidad y poder contar con la familia y poder encontrar otra perla, que ya hemos podido disfrutar de muchas, como Ares, Antílopez, Zahara, El Kanka, Calderón... Por nombrar las últimas.

-¿Y qué nos puede contar de ese espectáculo de Anabel Rivera que usted dirige?

-Pues es un proyecto muy bonito y yo estoy muy agradecida a Anabel, que es una gran cantaora, que haya contado conmigo para la dirección escénica. Lo podrán ver en La Lechera el 9 de noviembre. Creo que va a gustar.

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