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Cádiz

Una gran plaza para la Catedral

  • Una vez construido el primer templo, a mediados del siglo XIX se planteó ampliar las dimensiones de la plaza hasta llegar a las calles Barrocal y Cobos y también para que conectara con la Casa del Obispo

 Que los grandes proyectos que se plantean y se quieren desarrollar en la ciudad queden finalmente sin ver la luz y desechados no debe ser únicamente un problema de los últimos años. Siglos atrás también hubo propuestas de gran calado para el urbanismo gaditano que cayeron en saco roto. Una de ellas fue la de ampliar las dimensiones de la plaza de la Catedral.

En el año 1838 se consagró el primer templo de la diócesis, que aún no había terminado de construirse. Y entonces la fachada principal (sin las torres todavía) daba al frente a una callejuela de apenas tres metros de ancho. Eso hizo necesaria una operación urbanística para ampliar la plaza. Y fue en esos tiempos cuando el arquitecto Manuel García del Álamo redactó un ambicioso proyecto para crear una gran plaza delante de la Catedral.

El mismo consistía en derribar varias manzanas de edificios y dar mayor amplitud a la plaza, por entonces bastante más reducida que la actual. Así, en el lado derecho del templo planteó eliminar todas las edificaciones para conectar la Catedral con el palacio del Obispo, al que quería dotar también de una nueva fachada que diera a esa plaza. Esta operación hubiera acabado con el colegio de San Martín y con toda la manzana de edificios que hay en el actual Callejón de los Piratas.

Pero la operación más destacada se quería desarrollar hacia el frente del templo. La idea de García del Álamo era abrir una gran calle perpendicular que permitiera una mejor visibilidad del edificio que por aquel entonces ya estaba en uso pero seguía en construcción. Y al mismo tiempo, esta necesidad de ganar espacios se debía al proyecto que por aquel entonces había elaborado el arquitecto Manuel Machuca para construir un pórtico neoclásico que escondiera la fachada principal que había concebido Vicente Acero, cuyo trabajo en la Catedral fue objeto de numerosas críticas en esos tiempos.

Trasladado a la configuración actual del casco histórico, la plaza de la Catedral que ideó Manuel García del Álamo habría llegado a la calle Barrocal y a su conexión con la calle Cobos. De esta forma, se hubiera conseguido un espacio abierto posiblemente con casi el triple de metros cuadrados que el actual.

El Ayuntamiento era favorable a esta operación, que finalmente no llegó a tal extremo y quedó en la plaza que hoy se conoce (y que no adquiere esta configuración de forma definitiva hasta el año 1890).

Esta operación hubiera provocado el derribo de numerosas fincas que hoy se incluyen en el perímetro proyectado por García del Álamo. Entre otros edificios, no existirían hoy en día la residencia universitaria, el hotel que se está construyendo en la plaza y más de una decena de bloques de viviendas, muchas de ellas desocupadas y en bastante mal estado.

Estos hechos, que ha explicado el arquitecto Juan José Jiménez Mata, vienen a confirmar que la construcción de una nueva Catedral para Cádiz fue maldita -como lo han denominado algunos expertos que han estudiado este templo- desde su concepción. De hecho, al principio no estuvo muy claro dónde levantar el templo (se planteó el entorno de la actual plaza de San Martín o una ampliación de Santa Cruz antes de aprobar su emplazamiento definitivo). Después llegaron los problemas con Vicente Acero que hicieron abandonar la obra al perder incluso la confianza del Cabildo Catedral, que era quien lo había seleccionado en el concurso convocado a tal fin. Y en las décadas siguientes pasaron una serie de arquitectos (Gaspar Cayón, Torcuato Cayón, Miguel Olivares, Manuel Machuca y Juan Daura), cada uno de los cuales proyectó elementos diferentes y dejó su particular impronta en el edificio que hoy conoce la ciudad.

Así, si el proyecto de García del Álamo hubiera seguido un proceso exitoso, la ciudad contaría hoy con una gran plaza frente a la Catedral, como ocurre en la mayoría de grandes ciudades con los espacios existentes alrededor de sus catedrales, y que además conectaría con el palacio obispal, hoy convertido en el centro Tierra de Todos y en un yacimiento arqueológico, lo que hubiera llevado a cabo una reconstrucción de la fachada de este edificio, con el consiguiente enriquecimiento patrimonial de este inmueble.

No obstante, a pesar de que el Ayuntamiento se ocupó de tramitar este ensanche al considerarse de utilidad pública y de que no existiera "ninguna oposición de nadie", según narran los textos históricos, el proyecto de García del Álamo nunca llegó a llevarse a cabo. Quién sabe si este arquitecto también se adelantó en su tiempo y entendía que con las dimensiones actuales de la plaza de la Catedral los turistas tendrían complicado tomar fotografías del templo, pero lo cierto es que el plan urbanístico -al igual que ha ocurrido en tantas ocasiones en el siglo XX y en el actual- no llegó a ejecutarse nunca. Quién sabe si hubiera sido mejor o peor para la ciudad.

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