Cádiz

El espíritu del Anteojo sigue vivo

  • José Ferradans continúa la tradición familiar iniciada por su padre Pepiño y renueva la carta de su taberna pero manteniendo lo mejor para los amantes de la cuchara

Cuando Pepiño Ferradans llegó a Cádiz, con apenas 13 años y recién terminada la Guerra Civil, poco podía imaginar que bien entrado el siglo XXI su legado aún perduraría en la ciudad que lo acogió como un hijo más, el único gaditano nacido en Galicia, como le gustaba comentar. La esencia de Pepiño, y de su famosísimo restaurante, El Anteojo, se mantiene intacto gracias a la labor de su hijo Pepe, que hace tres años se embarcó en la bonita aventura de abrir, muy cerquita de donde se forjó la leyenda de su padre, una taberna a la que bautizó del único nombre posible para un bar de la familia Ferradans que mira a esa Alameda luminosa.

Desde entonces, La Taberna del Anteojo ha ido elevando el listón de su pequeña pero gran cocina hasta confirmarse como un referente para los amantes del buen comer, de los buenos guisos sobre todo, de la cuchara con mayúsculas, porque pocos sitios hay en la provincia donde disfrutar de un lacón con grelos como si uno estuviera en Pontevedra o unas verdinas con almejas y langostinos que parecen pura inspiración del apóstol Santiago.

Los guisos, como los morros, el menudo y las verdinas, son de lo más demandado

La intención de Pepe Ferradans y su hijo Miguel, propietarios de este nuevo Anteojo, es ofrecer algunos platos tradicionales y añorados del viejo restaurante pero mezclarlos con guisos de nueva creación. De esta forma, no falta la pescadilla al estilo gaditano, cortada a lonchas muy finas para que cruja al degustarse, o el ragú de ternera, un estofado que también fue muy popular en la ciudad.

Tras permanecer cerrado dos semanas, La Taberna del Anteojo ha abierto esta semana y lo ha hecho con nueva carta, renovada pero manteniendo los clásicos, por eso no faltan los platos ya comentados ni los morros de ternera o el Menudo con garbanzos de salto al cielo. Estos garbanzos se lo traen expresamente al bueno de Pepe desde una finca que da unos garbanzos cinco estrellas. Porque Pepe tiene grabada una frase de su padre, que siempre decía que todos los productos son buenos cuando llegan a la cocina pero que hay que saber trabajarlos. Por si acaso, en La Taberna del Anteojo sólo entra lo mejor. Algunos de los productos que se ofrecen, como las verdinas, deliciosas y que por sí solas ya merecen una vueltecita por la Alameda, vienen directamente desde Galicia. Como la ternera rubia gallega o los grelos, que un día están en una mata de la casa familiar, casi oculta en un bosque frondoso y verdísimo, y al día siguiente están sobre la barra del Anteojo manteniendo todo su frescor gracias a un servicio de mensajería urgente.

Durante nuestra visita a la taberna comprobamos que el tapeo y el cuchareo maridan a la perfección. La terraza, acogedora y calentita incluso en días en que el viento del norte dice aquí estoy yo, compensa las reducidas dimensiones del local, en cuya barra se puede degustar un buen vino generoso como aperitivo. A platos tan típicos como la ensaladilla con pulpo, que comenzó a realizarse en la cocina de los Ferradans y que ahora es un clásico en la mayoría de los bares de Cádiz, se suman otros como los rulos de salmón rellenos, unas croquetas de cabrales que quitan el hipo, una popieta de pollo con salsa de mostaza y una crema de mariscos muy recomendable.

En cuanto a los guisos, toda la carta pone a trabajar las glándulas salivares con su sola lectura. Desde las verdinas con almejas, imprescindibles, créanme, hasta las albóndigas de merluza y langostinos con almejas gallegas en salsa verde; los morros o el menudo, para los amantes de la casquería, o el ragú de ternera.

Uno de los platos míticos del Anteojo, el Cordón Bleu, creado en las cocinas de Pepiño y que luego fue remedado por otros restaurantes de postín de la ciudad, se sigue ofreciendo en la taberna de su hijo. Este San Jacobo con ibéricos es una delicia.

Pero como también hay que innovar, Luis Ripoll, que sigue llevando con maestría las riendas de la cocina, se ha sacado de la manga un arroz con zamburiñas y bogavante que despierta la curiosidad en la misma Galicia.

Para acompañar todos estos platos no falta un magnífico albariño que realiza personalmente un amigo de Pepe y que da la talla de sobra como acompañamiento.

En cuanto a los postres, en casa de los Ferradans no podía faltar una tarta de Santiago pero con las almendras menos machacadas para poder disfrutar de todo su sabor, y también es muy recomendable una suave tarta de queso.

Y para los nostálgicos, la Taberna del Anteojo tiene ese sabor que aporta ver colgado de sus paredes un dibujo que Rafael Alberti regaló a Pepiño en una de sus visitas a su restaurante, o una carta de 1975 enmarcada y en la que se puede ver la excelencia que se ofrecía en El Anteojo hace más de 40 años, con caviar incluido a mil pesetas la ración. Porque como lo bueno nunca pasa de moda, no es exagerado decir que un poco del espíritu de aquel restaurante que marcó una época sigue vivo en la Alameda.

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