Cádiz

El espalda mojada que cambió su destino

  • El médico mexicano Alfredo Quiñones-Hinojosa, una eminencia mundial en el campo de la neurocirugía que ayer recibió el Premio Cortes de Cádiz, ingresó en EEUU de manera ilegal

Un hombre pega su cara a una barra de una valla de una enorme altura en diciembre de 2014. Esa valla supone la separación entre México y Estados Unidos y esa barra es la que escaló un hombre llamado Alfredo Quiñones-Hinojosa para los ojos de su familia, y un espalda mojada o inmigrante ilegal a los del mundo entero. Esa imagen del pasado año estaba sacada de un documental de National Geographic sobre la vida de este mexicano que no quiso conformarse con las cartas preestablecidas que le había dado la vida, tal y como dijo el alcalde de Cádiz, José María González.

Esta historia de superación que se inicia en su primer trabajo cuando tan sólo era un crío de cinco años en una gasolinera mexicana y que ayer tuvo un capítulo más cuando recibió en la Casa de Iberoamérica el Premio Cortes de Cádiz de Cirugía como una eminencia mundial en el campo de la Neurocirugía y en concreto en el cáncer cerebral y los tumores pituitarios.

 

Esa valla la saltó con apenas 16 años para poder mandar dinero a su familia y poco después se convirtió en un trabajador ilegal recolectando en primer lugar algodón y trabajando más tarde como soldador, donde estuvo a punto de perder la vida.

 

Quiñones quiso cambiar su destino y un día le dijo a un primo suyo que quería progresar, aprender inglés, ir a la escuela y estudiar pero las cartas establecidas las puso su familiar encima de la mesa y le recordó que su futuro era ese, trabajar en una granja.

 

Este mexicano se negó a aceptar eso y empezó a dar clases de matemáticas y ciencias a otros estudiantes hispanos y en 1992 recibió una beca para estudiar en la Universidad de Berkeley (California), donde estudió psicología. Pero no se quedó ahí y pudo ingresar en la prestigiosa Universidad de Harvard, en un momento en el que el acceso de los inmigrantes a la enseñanza superior era ínfimo. Quiñones-Hinojosa nunca olvidó sus orígenes y en Harvard se distinguió por ayudar a estudiantes menos afortunados.

 

Ya como neurocirujano ingresó en el año 2005 en el hospital Johns Hopkins como profesor y cirujano y comenzó su leyenda como doctor aumentada por toda esa historia que llevaba detrás.

 

Alfredo Quiñones recibió este premio después de ser presentado por José Antonio Girón, presidente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, aquella que fundara hace más de dos siglos Pedro Virgili.

 

"Me siento humilde", dijo nada más empezar este médico mexicano que enseñó a todos los asistentes al acto en la Casa de Iberoamérica su vida de superación, la larga melena y los pectorales que lucía cuando dio el paso de un lado al otro de la frontera y sobre todo quiso lanzar un mensaje: "Todos podemos hacer algo, si cada uno de nosotros aportamos nuestro granito de arena, podemos cambiar la historia".

 

Quiñones-Hinojosa, también conocido como Doctor Q, aseguró que durante toda su vida ha intentado "construir puentes entre personas, entre países y entre continentes frente a las fronteras creadas por los seres humanos" y para ello dijo que un premio como el que recibió ayer sirve para tender puentes. En este sentido, el que se autodefinió como un Robin Hood relató que este galardón es "simbólico por todo lo que significa de cara al futuro".

 

Pero si con algo se le iluminó la cara a este doctor mexicano fue cuando habló de la fundación Mission Brain que lidera y a través de la cual realizan numerosas intervenciones quirúrgicas en México: " No se trata sólo de realizar las operaciones difíciles que allí no se atreven a hacer, sino de dar a los médicos de allí la seguridad, la confianza necesaria y los medios para que ellos mismos la realicen".

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