concha sánchez | maestra

"Nunca he dicho mis alumnos, siempre han sido mis niños"

  • Estudió Magisterio sin saber que ahí estaba su vocación. Ahora deja el CEIP Juan Carlos Aragón tras años de implicación con estudiantes que llevaban, en muchas ocasiones, “una gran mochila”

Concha Sánchez, profesora e introductora del método ABN en las aulas.

Concha Sánchez, profesora e introductora del método ABN en las aulas. / Lourdes de Vicente

ATERRIZÓ con 23 años en un colegio que se llamaba Andalucía, y se ha marchado de él 37 años más tarde, cuando ya luce otro nombre en el rótulo (Profesor Juan Carlos Aragón). Concha Sánchez (Tetuán, 1961) acaba de jubilarse dejando atrás una trayectoria que cumple tanto de dinamizadora cultural como de profesora.

—¿Cómo llegó a Cádiz?

–Pues llegué a Cádiz en el año 84, venía de Madrid. Lo cierto es que mi especialidad eran Sociales, pero aprobé las oposiciones a Infantil. Fue la primera oposición en la especialidad que hizo la Junta de Andalucía, convocada en Huelva, Sevilla y Cádiz. No tenía ninguna expectativa al respecto, me lo planteaba como una posición de salida.

–Pues la primera, en la frente.

–Treinta y ocho niños todos para mí. Las dos primeras semana llegaba a casa llorando. Pero tuve la suerte de encontrarme con una profesora excepcional, Victoria (Gallardo), y de descubrir un mundo que no había descubierto al estudiar Magisterio, cosa que estudié sin especial interés:mi madre, por ejemplo, quería que me dedicara a la Sanidad, pero el hecho de toparme a una profesional como Toya me permitió descubrir esa visión de lo magnífico que podía ser dedicarse a esto.

–Quién lo diría...

–Uno puede averiguar de inmediato, al entrar en una clase, si la profe se ha curtido en Infantil o no. Y creo que es porque los profesores de Infantil son especialistas en la filosofía propia de enfocar la educación. El ambiente que saben crear en la clase es muy peculiar. A mí todos me recomendaban que escogiera el ciclo medio, porque es el más cómodo, pero cuando luego llegué a primero de Primaria fue introduciendo en la clase el mismo tipo de ambiente que tenía en infantil.

–Y llega a la Barriada de la Paz, a mediados de los ochenta. Primera reconversión. 

–Sí, con niños pequeños que no sabía cómo manejar y un centro en un época muy complicada. La Barriada se empezó a construir realmente para dar opción a muchos vecinos del casco antiguo que necesitaban viviendas, gente que venía de una vida distinta, más de barrio y de vecinos. Era una zona con problemas económico, pero podías acceder a la gente con facilidad, se abrían a ti con tremenda inocencia. Una de las cosas que aprendes con la enseñanza es que los padres te dejan a su hijo durante cinco horas y la confianza ha de ser plena. De hecho, creo que la administración les encarga a los profesores una tarea que les sobrepasa.

"La Barriada de los 80 era una zona con problemas, pero la gente se abría con mucha facilidad"

–¿Cómo es esto?

–Porque la labor de la enseñanza ha terminado desarrollándose en dos ámbitos; por un lado el, digamos, académico:has de desarrollar en los niños una serie de destrezas; y luego, la otra parte es la que produce más inquietud, cuando te dicen que tienes que formar a la persona y crearle unos valores, respeto a la diversidad, conocimiento de las relaciones sexuales... ¡cómo lavarse los dientes! ¡Todo! Yo he intentado formar a mis alumnos como he formado a mis hijos. De hecho, nunca digo mis alumnos, siempre digo mis niños.

–¿Qué era para estos niños el entonces colegio Andalucía?

–No todos, pero sobre todo en esa época, los niños que estaban en la barriada llevaban una mochila a la espalda que yo me preguntaba muchas veces qué me pasaría a mí si estuviera en su lugar, si yo sería capaz de hacer lo que ellos hacen. Se abren a ti muy fácilmente porque eres su referente y yo me preguntaba en muchos casos: ¿cómo es posible que sigas sonriendo, que estés dispuesto a a acercarte? Pero claro, como decíamos antes, al educación ha de basarse en una confianza. Has de formar a ese niño para que sea sobre todo buena gente, y ha de confiar en ti porque tiene que saber que quieres para él lo mejor. Por tanto, el ambiente que debe encontrarse es de seguridad y alegría. El colegio tenía que ser un espacio seguro.

–Y en eso imagino no era anecdótica la presencia de Toya, que ya ha salido en la conversación.

–Tenía un aura especial alrededor. Supo crear un ambiente increíble: había momentos muy especiales cuando se hacían los premios de Navidad, con la entonces Caja de Ahorros... Y luego empezamos a trabajar en lo que ahora definimos como proyectos, además de talleres de cuentos, de teatro, de expresión, de cocina... Era una persona que tenía muchas ganas de hacer cosas, y las contagiaba: sobre todo a mí, que estaba recién llegada. Los niños se reían mucho conmigo porque iba en vaqueros y en tenis.

–Y, ¿quién fue Victoria Gallardo? ¿De dónde sale?

–Pues fue profesora muchos años en Grazalema. Yo vi que, además de estar entregada a la enseñanza, los niños disfrutaban en su clase, y yo quería ser como ella. Fundó las tarde poéticas de Grazalema y era una persona increíble. Empezó siendo mi compañera, luego fue mi amiga y se convirtió en una segunda madre para mí. Es importante que cuando llegas a un sitio demasiado joven, sin saber realmente a lo que vas a enfrentarte, tengas un cabo al que agarrarte, y yo tuve mucha suerte al coincidir con la mejor.

"El ambiente que ha de encontrar cualquier niño en clase es de seguridad y alegría"

–Parece algo muy alejado de la imagen que luego tuvo el colegio.

–Los centros son como los seres vivos, tienen momentos álgidos y momentos de bajón. A lo largo de todo este tiempo, de 37 años, el trabajo en la pública ha cambiado mucho. Cuando yo llegué, era un colegio con una vida enorme, con una colaboración entre los padres extraordinaria y contaba con un grupo de profesores increíbles. Luego, quizá por pura evolución, el centro decayó y pasamos por una época mala porque, además, empezaron a cuestionar la calidad, a decir que el colegio no funcionaba y la gente incluso tiró la toalla pensando que el Andalucía no tenía futuro. Pero entonces llegó Miguel Ángel Guillén, que es el director actual, y que cambió el nombre del cole a Profesor Juan Carlos Aragón.

–Y, ¿qué piensa de esto?

–Pues, a pesar de que hay un sector que considera que no debería haberse cambiado, creo que el fantasma de Juan Carlos Aragón pasea por allí. Creo que el cambio de nombre simboliza la voluntad de cambio.

–Tal como lo pinta, no parece el momento más oportuno para jubilarse.

–Sí, sí, eso le digo a Miguel Ángel. Creo que si tienes fe en lo que haces y alegría tienes medio camino recorrido, sobre todo en un trabajo como este, en el que te implicas muchísimo y es tremendamente creativo. El director que tenemos ahora pone al equipo a trabajar y toda su energía en que los niños encuentren el mejor ambiente posible, las mejores instalaciones.

–Y, ¿cuál es el mejor momento?

–Pues yo diría que es ese en el que les estás contando una cosa y te observan absolutamente, con los ojos muy abiertos, y para ellos no hay nada más. Es un estado como hipnótico y una sensación mágica. Ser profesor es un oficio duro, pero te permite trabajar en lo que te gusta con casi total libertad. Toya me enseñó a trabajar con lo que ahora se llaman proyectos. Por formación, yo he trabajado con los niños fundamentalmente momentos de la historia de la humanidad, el último fue la vuelta al mundo de Magallanes el último. Y el primer curso que trabajé en Primaria fueron las olimpiadas de China, que es una civilización muy rica, y un tema que te permite hablar desde la tinta o la pólvora hasta el gusto pro la belleza y el refinamiento, o hasta el momento de conseguir todo lo que han conseguido... A los niños les encanta porque es como un cuento.

–La historia interminable.

–Exacto. Luego están las actividades de dinamización, que en mi caso consistían en pegarle fuerte al teatro, que es algo que los puede motivar de tal manera que llega a convertirlos en otra persona diferente. Además, alguien que lleva mucho tiempo en una escuela conoce la importancia de saber expresarse, de distinguir cómo te están recibiendo y entrar dentro de la mente del otro...

"El afán por la inmediatez es fatal en alguien que está en un proceso de aprendizaje constante"

–Sí, pero todas estas cosas, la biblioteca, el teatro... parecen minucias intrascendentes comparadas con unas buenas matemáticas, los idiomas, etc. Cuando, realmente, son igual de importantes a la hora de formarte para el mundo exterior.

–Si no promueves el gusto por el arte o la literatura cuando son pequeños, dime a mí cuándo lo vas a desarrollar. Ser maestro es una profesión muy rica, que tiene mucha responsabilidad. No quiero creer en el tópico de que está poco valorada... pero es verdad.

–¿En qué ha cambiado el escenario de la enseñanza en todo este tiempo?

–La sociedad ha cambiado mucho. El padre de los años 80 no tiene que ver nada con el actual, entre otras cosas, porque no sé si es que la propia responsabilidad lo ha anulado y ha delegado en el colegio. Los padres han llegado a la conclusión de que bueno, que la responsabilidad casi completa está en la escuela. A ser padre a nadie te enseña y es muy difícil, es una labor que requiere de mucha paciencia, porque los niños te superan en energía y fuerza, y la gente está muy superada. Los padres se agotan, la sociedad es muy dura y los niños terminan absorbidos por el mundo de las plataformas y las redes sociales, porque es muy fácil ser absorbido. Como siempre, estamos cogiendo lo peor de lo que nos ofrece el mundo de la tecnología.

–Unos supuestos y unas herramientas, además, que nadie había tenido antes.

–Y que tienen como efecto inmediato la inmediatez en la consecución de las cosas. Para alguien que está en un proceso de aprendizaje constante es fatal, porque el aprender es algo lento y cuesta esfuerzo. Puede llegar a ser muy satisfactorio, claro, pero lo que desde luego no es, es inmediato. Hay que enseñar que la recompensa es el mismo disfrute por lo que estás aprendiendo.

–Además de su compromiso con un centro que no todo el mundo hubiera elegido, fue la que se encargó de introducir el método ABN en las aulas.

–Volvemos al tema de la confianza: fue algo que no hubiera hecho sin contar con el respaldo de los padres. Yo siempre digo que Jaime –su marido, Jaime Martínez, también maestro e inspector de Educación– fue el arquitecto del ABN, y yo he sido el albañil. Él ya me propuso un par de años antes de pasar a Primaria hacer un tipo de trabajo diferente con los niños. Físicamente, no me encontraba muy bien, tenía problemas de espalda... Pero ni siquiera me propuse cambiar de centro. Y cuando cambié de ciclo empecé a hacer una serie de actividades de matemáticas que no eran exactamente ABN, pero eran diferentes. Cuando lo propuse al equipo directivo, tenía claro el respaldo de un inspector, eso desde luego, pero la reacción general fue que lo intentara, que qué era lo peor que podía pasar. Al poco tiempo, ya tuve que recurrir a Jaime porque los niños empezaban a hacer cosas que a mí me sorprendían:casi todos tenían una forma diferente de enfocar el tema. Jaime venía una vez a la semana para coordinar el tema, y entonces yo volvía a ser alumnos junto a mis propios alumnos:y, por supuesto, ellos me ganaban, porque yo tenía que desmontar mi propia concepción matemática. Al principio, yo llevaba calculadora, porque son tan rápidos que no podía seguirlos.

–Pero no es sólo el cálculo, ¿no?

–Al estar trabajando en una situación que lo que te requiere es el desarrollo del razonamiento, amplías la capacidad de resolución de problemas. El ABN va creando conexiones neuronales no sólo para resolver problemas de lógica, sino la misma actitud en clase. Ten en cuenta que es un sistema muy manipulativo, pero en el que también has de estar muy pendiente: disminuyen los problemas de atención porque están acostumbrados a concentrarse. Y también tienen buena memoria, porque ya han adquirido el mecanismo. Implica mucho trabajo neuronal: ten en cuenta que, cuantos más sentidos toques, mejor aprendes:el ABNes manipulaitivo, visual y auditivo.

–Escuchándola, no me termino de crear que diga adiós a todo esto.

–De alguna forma, seguiré conectada. Puse en marcha el huerto del colegio, que ha terminado convirtiéndose en algo enorme, así que continuaré por ahí echando una mano.

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