Cádiz

El colegio La Inmaculada de Cádiz cumple medio siglo

  • El centro, creado para hijos de militares en 1972, se abrió en la avenida Duque de Nájera y en el curso 77-78, salvo parvulario, se trasladó a las actuales instalaciones en Cortadura

De izquierda a derecha Pedro Gallardo, Cristina Palomino, Francisca García, José Carlos López y Jesús Pereira.

De izquierda a derecha Pedro Gallardo, Cristina Palomino, Francisca García, José Carlos López y Jesús Pereira. / Jesús Marín

El colegio público La Inmaculada ha cumplido medio siglo. Una mañana de octubre se citan en el centro antiguos, e históricos, docentes de este centro, y actuales responsables para echar la vista atrás y recordar el origen. Entre estos últimos la directora, Cristina Palomino Cuesta, en el cargo desde 2011, y el secretario y profesor más veterano en la actualidad, Jesús Pereira Cunill, que porta el libro de actas de constitución de los claustros para dar más luz a los inicios.

Uno de sus primeros ocho profesores, Pedro Gallardo Izquierdo, todoterreno de la educación en Cádiz, cuenta que La Inmaculada “se empieza a gestar en 1971 y el impulsor es el capitán Miguel Sibón, preocupado ante la falta de plazas escolares para los hijos de los militares aquí destinados, cuando la ciudad contaba con varias guarniciones”. La cúpula militar aprobó el proyecto y las obras acabaron en septiembre de 1972. El día 15 comenzó el curso. Y el colegio se abrió en la avenida Duque de Nájera, 7, junto a La Caleta, bajo los llamados pisos de Hollywood, los de los militares. Allí se conserva aún el rótulo del colegio.

“Lo esencial estaba acabado”, apunta Francisca García de Veas Vaquero, que estuvo en el colegio prácticamente toda su vida como docente desde ese septiembre de 1972 hasta 2002. Un grupo de soldados se encargó de hacer las obras. Como explica Pedro Gallardo, el curso comenzó con ocho profesores del Ministerio de Educación y Ciencia, como docentes adscritos a un convenio entre este ministerio y el de Defensa. No se conocían entre ellos y se vieron por primera vez en casa del capitán Sibón, en una especie de entrevista-encuentro para preparar el proyecto. A los profesores les pagaba el Ministerio de Educación y Defensa se encargaba de la conservación, la conserjería y la limpieza del centro a través del Gobierno Militar, con una partida librada por Acción Social del Ejército.

Jesús Pereira muestra el acta del primer claustro, siendo el primer director Pablo Bravo, que posteriormente, en junio de 1987, moriría asesinado en su domicilio del Campo del Sur, siendo ya profesor del colegio San Rafael. El curso 1972-1973 comenzó con dos clases de maternales y párvulos y seis aulas de primer a sexto de EGB. Francisca García recuerda que se preguntaron “¿cómo organizamos esto” y relata a continuación que “hicimos un sorteo y a los hombres, que eran tres, les tocaron los tres cursos mayores, de 4º a 6º, y el resto a las mujeres”.

Recuerda Gallardo que “teníamos un equipo muy compenetrado. Nos tocó vivir de lleno la transición política, asumiendo cambios sociales a pasos agigantados y adaptándonos a ellos. Conseguimos en el colegio una integración de la sociedad civil y de la militar. Me siento orgulloso se haber participado en aquella aventura”. Francisca apunta que “hay mucha gente que trabajó duro por el colegio y que luego volvieron cuando tuvieron la oportunidad, pues le tenían mucho cariño al centro. Y nos acordamos de los que ya no están, por supuesto”.

Pocos años después Defensa ofreció los terrenos junto al Fuerte de Cortadura para hacer un nuevo colegio, pues el original se había quedado pequeño. El primer curso, con la EGB, ya en Cortadura fue el 77-78, pero preescolar siguió doce años más en La Caleta antes de trasladarse para el curso 89-90. Francisca era su directora.

Aclara Gallardo, que fue también director de un centro del que se marchó en 1986, que “los militares nunca intervinieron en el proceso educativo. Su actuación fue impecable, así como su respeto a las normas educativas que dictábamos los profesores. Además, eran muy serviciales y atentos a las demandas del colegio”.

Añade José Carlos López Coello, que llegó a La Inmaculada en septiembre de 1985 y se fue en junio de 2016, siendo director en ese periodo durante 13 años, que “poco a poco, y debido al cierre de acuartelamientos en Cádiz, el centro dejó de ser exclusivo para hijos de militares”. José Carlos vivió como director la transición del colegio de militar a civil. En 2007, La Inmaculada pasó a ser gestionado, como el resto de colegios públicos, por la Junta de Andalucía.

En tiempos, La Inmaculada contó con hasta 1.800 alumnos, con incluso cinco líneas en algunos cursos. Eran tiempos del baby boom de los 70, con más de 40 alumnos por clase y la palabra ratio no se conocía. Ahora son 267 los escolares que se reparten por 14 clases desde Infantil de 3 años a 6º de Primaria. “Tenemos un alumnado magnífico y una AMPA que funciona y se implica”, comenta Cristina Palomino, actual directora.

Palomino comenta que el colegio está preparando un programa de actos para desarrollar durante este curso y así celebrar su medio siglo de historia. “Esperemos que el 50 aniversario sirva de impulso”, dice Jesús Pereira. El colegio conserva las mismas amplias instalaciones ahora solo para 267 alumnos. El descenso de la natalidad, la marcha de muchos militares y la ubicación, alejada, del centro, jugaron en contra de La Inmaculada, pero mantiene el tipo, que no es poco.

El 5 de noviembre se celebrará en la Residencia Militar de Cortadura una cena de antiguos alumnos y profesores que se ha organizado para la ocasión y que contará con 300 invitados, algunos llegados desde diferentes puntos de España. Allí recordarán los viejos tiempos.

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