Hace un siglo la mayor parte de la población de la capital residía en el casco histórico de la ciudad. Los extramuros apenas eran un grupo de villas y granjas con un limitado asentamiento de viviendas en San José y la Segunda Aguada. Lo que hoy es el casco antiguo era habitado entonces por unas 70.000 personas.

Un siglo más tarde esta población se ha reducido a 36.000 vecinos. Este descenso podría alarmar, pero hay que tener en cuenta que la zona residencial del casco histórico apenas supera el kilómetro cuadrado, por lo que la densidad de población es muy elevada hasta el punto que, entre las capitales andaluzas, la de Cádiz es la que mantiene un centro histórico más habitado, lo que le permite mantener una cierta vitalidad que ha desaparecido en otras ciudades.

Con todo, el descenso es continuado desde hace ya unas décadas y ni el plan de rehabilitación iniciado en 1999 ha parado esta sangría, tras la ralentización que sí se produjo a principios de la pasada década.

La pérdida de vecinos por distritos oscila entre los 200 a los 800 en la última década siendo los menos habitados los de Santa María y la Merced, con poco más de 4.000 empadronados.

Frente a esta pérdida de población, Cádiz ha visto como en los últimos diez años se ha disparado el número de extranjeros empadronados en la capital, pasando de 1.512 a los actuales 2.422. Un incremento que ha ido paralelo al número de nacionalidades representadas en la ciudad pues éstas eran 64 en 2007 y ya se acercan al centenar, al cuantificarse 93 diferentes en el último padrón elaborado por el INE.

Los marroquíes (284) se mantienen el primer lugar pero seguido muy de cerca por los chinos (267) que han triplicado su número esta década. Franceses e italianos superan los dos centenares, mientras que procedentes de países hispanoamericanos destacan los bolivianos, 93, aunque con un leve descenso de 6 conciudadanos de esta nacionalidad. Han aumentado respecto a 2007 los vecinos nacidos en África.