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Cádiz

El cante jondo inunda el Baluarte de la Candelaria

  • Una fiesta con las voces de Macarena de Jerez, Luis el Zambo y Felipe Scapachini y el baile de Edu Guerrero

El Baluarte de la Candelaria se convirtió una noche más en el auditorio del cante jondo. La segunda cita de esta edición de los Jueves Flamenco arrancaba con un cartel de lujo. Y, a pesar de la gran competidora de este fin de semana en Cádiz, la Gran Regata 2016, el público se mantuvo fiel al encuentro, entre los que se encontraban la alcaldesa de París, la isleña Anne Hidalgo, su marido Jean-Marc Germain y la directora del Instituto Andaluz del Flamenco, María Ángeles Carrasco.

Tras dejar los cinco minutos de cortesía, comenzaba la noche flamenca con la cantaora Macarena de Jerez. La artista de la ciudad que le da el nombre artístico se subió a las tablas para deleitarnos con su personalidad única junto a Miguel Salado a la guitarra y Miguel Vinaza, Diego Montoya y Tate Nuñez a las palmas y jaleos. Macarena, que comenzó como bailaora desde muy pequeña y luego se pasó al cante, abrió la velada con una soleá por bulerías. El segundo palo que cantó fueron unas malagueñas del Mellizo rematadas por abandolao, las que presentó dedicándolas a reconocidos artistas que se hallaban entre el público, como Antonio Reyes -que había actuado el pasado jueves sobre el mismo escenario- y su mujer. Quiso cerrar su paso por el escenario con un par de fandangos. En el segundo de ellos y entre suspiros por la calor que tenía, la cantaora se puso en pie, colocó el micrófono y se entregó a su última actuación. Macarena hizo referencia a sus orígenes en el mundo del flamenco bailando al ritmo de los palmeros. Entre tanto, el público no paraba de lanzar Olé! a la de Jerez. Y es que se notaba que los jerezanos llevan el fandango en las venas. En el fin de fiesta de su interpretación quiso estar acompañada por el baile de su hija. Mientras Macarena cantaba por bulerías, la pequeña bailaba atenta a la letra de su madre y ante la mirada de un público entregado.

Después de la actuación de Macarena de Jerez, no había duda de que el encuentro había comenzado fuerte. Era el turno ahora del joven bailaor Edu Guerrero que, acompañado de su grupo, realizó una actuación de diez. Junto a él, subieron al tramado el guitarrista Javier Ibáñez y las cantaoras May Fernández, Anabel Rivera -mujer de David Palomar, quien actuó también anoche en el puerto de Cádiz- y Samara Montañes. El gaditano se movió por las tablas con un tango a tres voces y un público entregado desde el primer minuto. Al ritmo de los últimos versos del cante, el bailaor marcha y el grupo queda solo para entretener con unos berdiales y unas alegrías. En esto, Edu ya había regresado con aire renovado. Pasando de una vestimenta más sobria en negra, apareció ahora con un traje rojo. Las tres cantaoras dejaron sus sillas de madera y se acercaron al bailaor. Por turnos, las artistas fueron cantando una soleá por bulerías terminadas por cuplé por bulerías, mientras que Edu les bailaba como seducido por las voces de las mujeres. En último lugar cantó Samara, que se encontraba recién llegada de pasar seis meses en Japón. El público aplaudió con ímpetu una actuación en la que todos se dejaron cuerpo y alma. El duende flamenco había venido a comerse a Edu en una noche mágica. Su presencia y elegancia escénica fue infinita y eclipsó a los espectadores que allí se encontraban, que se levantaron de sus asientos al término para demostrar cuánto lo estaban disfrutando.

Al terminar el descanso, ya pasada la medianoche, llegaba el turno de otro gaditano: el septuagenario Felipe Scapachini. El cantaor, que vive de su taller de motos, volvía a pisar el tablao de los Jueves Flamenco tras cuatro años de ausencia. Acompañado por las sonantas de Adriano Lozano y las palmas de Diego Montoya y Tate Núñez, y con su característica voz afillá, demostró, una vez más, ser un claro continuador de la más antigua escuela gaditana del cante hondo. Se inició con una soleá por bulerías, seguidas de una malagueña del Mellizo, unas alegrías de Cádiz y unos tanguillos para finalizar. Tanto espectadores como compañeros del arte que allí se reunieron alabaron la actuación del cantaor.

Para terminar una noche redonda, apareció en escena el cantaor Luis El Zambo. Nada más que su presentación augura un gran espectáculo, pues lleva el flamenco en su ADN, ya que está relacionado con grandes familias cantaoras de Jerez, la cuna que lo crió. Por parte de padre, con los Parrilla, los Terremoto, los Borrico y los Serna; y por parte de madre, con los Soto y los Sordera. Y por si todo ello, fuera poco, además es descendiente de Paco la Luz y Tío José de Paula. Junto a él, se encontraban Miguel Salado a la guitarra y los palmeros oficiales del ciclo, Diego Montoya y Tate Núñez. El cantaor del barrio de Santiago decidió comenzar con el mismo palo con el que habían comenzado sus compañeros de cartel aquella noche: una soleá por bulerías. Luego, cambió de tercio con unas seguiriyas, a las que siguieron una soleá y unas bulerías de Jerez.

Y de esta forma finalizaba la segunda velada de los Jueves Flamenco, donde se encontraban tanto artistas como espectadores de lujo. Una noche en la que Cádiz y Jerez estuvieron más cerca que nunca para compartir un arte tan primitivo a la vez que tan señorial como es el flamenco.

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