El barrio de San Carlos de Cádiz. Terrenos ganados al mar por necesidades urbanas
Una imagen y mil palabras
La imagen puede ser más poderosa que cualquier texto. Fomenta nuestro deseo de explorar y de saber. Despierta nuestros sentidos y nos dirige a las palabras que se harán más fáciles y entendibles. Imágenes que son la huella de nuestra historia y que deberíamos conocer
El 26 de diciembre de 1786 aparece fechado este plano, manuscrito a plumilla en tinta negra y carmín e iluminado a la acuarela en carmín y amarillo, donde aparecen los puntos cardinales y la rosa de los vientos para orientar la visualización del mismo. Una descripción ejemplar de la reciente construcción del nuevo barrio de San Carlos. Lo verdaderamente interesante de este plano no es en sí la enumeración de las distintas manzanas, sino la información que aporta sobre la necesidad de la venta de las viviendas de algunas de ellas para conseguir fondos y aplicarlos a la construcción del semibaluarte del mismo nombre. Fondos que como en otras ocasiones, se financiaron con 120 corridas de toros.
En 1781 ya estaba aprobada la construcción del mismo. La verdadera intención era aumentar las defensas por esa parte, que estaba en peligro por los daños que existían en el de San Felipe y que se reforzara la artillería en esta zona.
Según una idea de Juan Caballero y llevada a la práctica por Antonio Hurtado en 1784, se creó este barrio, en torno al semibaluarte de San Carlos, que estaba formado por un flanco y una cara. El muro que se construyó fue de dos pies más elevado que el otro baluarte de San Antonio, y que iba al nivel del cordón de la Alameda. Seguía así hasta un punto en el que descendía en rampa hasta el piso de terraplén. Las bóvedas construidas y adosadas a estos muros, se repartían entre la Junta de Fortificaciones y diversos particulares a los que las habían arrendado, a condición de cederlas en tiempo de guerra si así fuera necesario para la defensa de la ciudad. El número de bóvedas alojadas en el semibaluarte de San Carlos y el que formaba parte de la Alameda era de cincuenta y cinco. Entre el nuevo semibaluarte y el muro quedaba un espacio rocoso que durante la bajamar quedaba libre de agua, y una vez relleno y cimentado era lo suficientemente adecuado como para construir cinco manzanas de casas. Los beneficios de la venta de las mismas serían para la Junta de Fortificaciones.
La zona se dividió en cinco manzanas, que paso a describir:
La Manzana número 1 contaba con 4728 varas que se vendieron a un precio de a 250 reales. Dichas varas dieron para nueve casas particulares. Obtuvo la Junta de Fortificación unos ingresos superiores a 1.069.500 reales de vellón.
La Manzana número 2 contaba 3690 varas que se vendían al mismo precio que la anterior, pero que a finales del siglo XVIII permanecía sin comprador.
La Manzana número 3 contaba con 3748 varas cuadradas de terreno que se vendieron a un precio de 291 reales. Los dueños construyeron en ellas ocho casas y la Junta obtuvo unos beneficios de 1.093.166 reales de vellón.
La Manzana número 4 contaba con 3648 varas que se vendieron a un precio de a 312 reales. Quedaron dividas en ocho casas particulares, obteniendo un beneficio la Junta de 1.083.750 reales de vellón.
Por último, la Manzana número 5 contaba con 2109 varas que se vendieron a un precio de a 312 reales. Solo pudieron construirse en ese momento cuatro casas particulares en espera de poder acabar de arreglar los terrenos. Se obtuvieron por ellas el beneficio para la Junta de 659062 reales de vellón.
Entre los aspectos más importantes de la construcción: se aumenta la porción del muelle que se llamaba con anterioridad de Puerto Escondido y que se unía en ángulo con la rampa que llega hasta el terraplén. Se deja un lugar común para la gente empleada en los desembarcos, acopios y demás usos del muelle. Además, se deja otro recinto donde hacer acopios de leña, carbón, paja, cal, ladrillo, piedra, losa, agua del Puerto y de Puerto Real, cueros y maderas, que muchas veces no cabían en el muelle de la Aduana. Se hacen puertas de entrada para dicho muelle, y las bóvedas del flanco eran de la Junta de Fortificaciones, con excepción de veintiocho que eran de particulares.
En la parte superior del terraplén se construye el cuarto para el artillero, donde colocar su juego de armas y donde situar la Bandera. En último lugar estaban los pozos de la nieve y las cocheras particulares que apoyan al Baluarte de San Felipe y el Cuerpo de Guardia.
Los ricos comerciantes, clases pudientes y hombres de negocios se situaron en las calles de este barrio cercano al puerto, donde vigilar desde las torres la llegada de sus preciados cargamentos.
Lo formaban las calles de San Sebastián, San Germán, San Servando, San Alejandro, Pozo de las Nieves, Plazuela de las Cuatro Torres, Plazuelas de la Magdalena, Doblones, Consulado viejo, San Francisco, Cruz de la Madera, Calvario, Amargura, Rosario, Carbón y Cinco Torres.
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