La aristócrata feminista que vino de Jaén...

Prólogos en la costa

Patrocinio de Biedma se instaló en Cádiz en el año 1876, tras enviudar y perder a sus tres hijos a edades tempranas, y en la ciudad protagonizó una notable trayectoria literaria y periodística hasta morir en 1927

Fotografía de Patrocinio de Biedma.
Fotografía de Patrocinio de Biedma.
Ángel Guisado

07 de septiembre 2025 - 07:00

El feminismo moderno (entendido como el principio de igualdad de la mujer y el hombre) recibiría un impulso decisivo durante la Revolución Francesa con la ‘Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana’ publicada por Olympe de Gouges en 1791. Poco a poco, la burguesía y la aristocracia con más amplia visión del mundo irían subrayando el papel de la mujer como protagonista de su propio destino y no como accesorio de una figura masculina. Sin duda, el ritmo de este progreso sería muy diferente en las sociedades rurales y en las urbanas, así como en las clases aristocráticas respecto a las burguesas mercantiles. Uno de esos ejemplos que marcarían un paso hacia delante en la historia decimonónica del feminismo español sería Patrocinio de Biedma, jienense de nacimiento y gaditana de adopción. Nacida en una familia aristócrata rural de Begíjar en 1845, casada con un noble en 1861, madre de tres hijos que fallecerían muy pronto y viuda en 1873, su destino cambiaría al salir de su provincia natal y establecerse en Cádiz.

En 1876 se instala definitivamente en Cádiz tras acudir a la ciudad acompañando a la princesa María Leticia Ratazzi a un evento literario de renombre (una aristócrata también poetisa, periodista, celebridad social y editora). Tanto Patrocinio como María Leticia tenían un perfil parecido: mujeres literatas, que se habían hecho su propio lugar en sociedad al margen de sus maridos (aunque Patrocinio usaba pseudónimos –Ticiano Imab en determinadas obras- pero dentro de ciertos convencionalismos de la época para su clase social. No fueron revolucionarias o aguerridas adalides de los derechos femeninos. Patrocinio se quedaría para siempre en Cádiz, viviendo en la calle Herrador número ocho (y luego en la calle Cervantes número dos) y se haría su propio hueco en la sociedad gaditana, ganándose el respeto y la admiración de la intelectualidad local (en un momento con un nivel muy elevado de cervantistas, científicos, políticos de oratoria extraordinaria, etc.). Una mujer con protagonismo en una ciudad que, a pesar de la decadencia económica, todavía mostraba el esplendor de una prensa pujante y éxito de editoriales e imprentas.

En Cádiz, en 1880, se casaría con José Rodríguez Rodríguez (apadrinados por Alfonso XII), dueño de un periódico y de una imprenta. Aunque Biedma había publicado poemarios en su juventud, será en la capital gaditana donde alcanzará su madurez personal y literaria ejerciendo de periodista, novelista, editora, fundadora de la Sociedad de Protección de la Infancia en Cádiz, referente en la Federación Literaria Andaluza o vicepresidenta en España de la ‘Ligue des Femmes pour le Desarmement International’. Una mujer de convicciones e iniciativa que tampoco tenía miedo de criticar a los políticos más poderosos del momento, como hizo en su crónica a la Exposición Marítima de 1887 donde señaló, sin sutilezas, a Cayetano del Toro algunos defectos que notó: no estar terminada la instalación eléctrica en la inauguración (aunque después envió crónicas muy elogiosas a la ‘Ilustración Ibérica’ cuando se solventó). A raíz de este desencuentro, guardaría incondicional amistad y admiración por Del Toro. De hecho, Patrocinio sería una de las más firmes defensoras en que se erigiese el monumento al prócer gaditano que está actualmente frente al Teatro Falla. Una prueba más de su perfecta asimilación en la sociedad gaditana y sus cosas.

La obra de Biedma es muy variada, extensa y de fácil localización por internet. Además de los tristes poemas dedicados a sus hijos fallecidos, resaltaría su capacidad para la dirección del periódico Cádiz y para la crónica periodística (que debiera ser más valorada en la historia de la profesión) y sus numerosas novelas como El testamento de un filósofo (1868), La botella azul (1873), Las almas gemelas (1874), La muerta y la viva (1881), Las apariencias (1883), etc. o numerosos episodios en prosa o verso (como ‘Desde Cádiz a La Habana’, ‘Una historia en el mar’ , ‘Hojas sueltas’, ‘Fragmentos de un Álbum’, etc) donde se apuesta decididamente por la promoción cultural y social de la mujer.

Fallecería en su Cádiz adoptivo en 1927, una mujer emancipada y decidida en defender su posición: “Queda Vd. suscrito. El Cádiz no tiene Director, sino Directora. Gracias por sus elogios”.

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