Fracasado el movimiento revolucionario, el general Prim ha dirigido un manifiesto a los liberales de toda España para poner en claro su postura y dar explicaciones sobre lo realmente sucedido.

Prim insiste en querer demostrar que la derrota de los revolucionarios no se debió a causas poderosas, sino a debilidad y traición de algunos de los generales comprometidos en la sublevación. Desde Ginebra, Prim asegura que marchó hasta un puerto de Valencia para ponerse al frente de las tropas. Que posteriormente acudió a los Pirineos con el mismo objetivo, pero nunca consiguió disponer de tropas suficientes para enfrentarse a las tropas leales a Isabel II.

Juan Prim continua firme en sus propósitos revolucionarios y termina su manifiesto señalando "mantendré mi postura mientras que los sucesivos Gobiernos hayan dejado de ser en España los verdugos de su Patria y el escándalo de la Europa civilizada".