Cádiz

La ambigua calle en la que creció 'Tote'

  • Los amigos de Víctor Caballero respaldan el nombramiento de parte de la vía con su nombre

Hubo un tiempo en el que los niños de Juan de la Cosa bajaban a la calle con una pelota dispuestos a jugar un derbi. Ya fuese un partido de fútbol o cualquier otra competición, los equipos estaban claros si había quorum: Los de la calle de alante contra los de la calle de atrás. De hecho, si había que llamar al telefonillo para reclutar jugadores de uno u otro equipo no se dudaba en hacerlo. Eso cuando no se abría el debate interminable sobre cuál era cuál, porque ¿la calle de atrás es la que no tiene placa con nombre? ¿Puede ser la de delante la que empieza por el 7? Había argumentos para todos los gustos y horas de discusión sentados en los doce portales que forman la calle. Seis portales delante, seis detrás. Dos calles que en realidad son una sola.

Juan de la Cosa más que una calle es una manzana. Son dos viales que comparten nominación, una del uno al seis, otra del siete al doce. Una mira hacia la zona industrial, la otra hacia el barrio de Loreto. Ahora las dos tienen la placa que indica el nombre de la calle, pero durante muchos años no fue así.

La calle que linda con las naves industriales de Vicente Alonso es un tanto particular. Pero aún lo era más cuando los terrenos de Zona Franca delimitaban como una frontera los límites de Loreto.

La tapia llegaba hasta casi las viviendas, dejando el polígono industrial de Levante dentro de los terrenos del Consorcio, así como la actual plazoleta de la asociación de vecinos y la carretera que los separa. Por el otro lado, las vías del tren. Entonces Juan de la Cosa casi no tenía tráfico, no iba de camino a ningún sitio. Era el final de Loreto, y Loreto el final de la zona residencial. Eso supone aislamiento pero también oportunidad para múltiples juegos. Los niños de Juan de la Cosa tenían 'el llano'. Un bocado de la nave logística que servía para carga y descarga los fines de semana se utilizaba de campo multiusos. Cuando vallaron el acceso a la nave industrial supuso aumentar de un salto las oportunidades lúdicas porque impedía el aparcamiento de coches. Porterías pintadas en la pared para el fútbol, red baja para el tenis, alta para el voley (el que dice red dice una malla plástica de obra)... La imaginación aportó nuevos deportes y los largos veranos hacían el resto. Hoy, sin niños que jueguen sobre ese asfalto las malas hierbas se han apoderado de los rincones, aunque las paredes pintadas mantienen un color más uniforme.

Como las competiciones de calle de alante y de atrás tocaba casi todos los palos, los derbis eran continuos. Sin embargo, la muerte de un amigo y compañero de juegos el año pasado ha cambiado toda la perspectiva. Víctor Caballero se topó con la tragedia en acto de servicio en Teruel. Y los dos equipos rivales de Juan de la Cosa han dejado de competir para luchar por el mismo objetivo. Sus amigos quieren que la calle en la que creció, la que da al llano, acabe con esa ambigüedad para llevar su nombre. Para honrar su alegría, la que todos recuerdan, el sello por el que Tote está tan presente y "que hasta enfadado conseguía sacarte una sonrisa", destaca Alberto.

Tras años de dispersión, cada uno en su camino laboral y familiar que los ha llevado por muchos rincones de España, la muerte del Tote ha vuelto a acercar a los niños de Juan de la Cosa. Los ha reunido entorno a su recuerdo, "juntarnos a todos, como él intentaba cuando volvía a Cádiz, para discutir de fútbol o debatir de carnaval, que era un 'picao", rememora David en una carta enviada al Ayuntamiento para respaldar esta iniciativa.

El secretario de la Asociación de Vecinos de Loreto y del colectivo Juan de la Cosa, Antonio Chillarón, abrió oficialmente el camino para solicitar al Ayuntamiento de Cádiz tal reconocimiento, poner el nombre de Víctor Caballero Espinosa a parte de la actual Juan de la Cosa. Su familia, también numerosa en guardias ya que tanto su padre como sus hermanos Enrique y Ángel han estado -este último continúa- vinculado al cuerpo, apoyan el homenaje. Y, por supuesto, sus amigos, los niños de su calle, respaldan unánimemente la petición y consideran que las circunstancias de la vía facilitan este hecho, además de que, simplemente, Tote así lo merece.

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