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efemérides 25 años del escándalo de una empresa

Talleres Faro, una lucha ejemplar

  • Enrique Blanco y Carmen Natividad fueron protagonistas de un encierro que se produjo hace 25 años y que duró seis meses

"Hay que vivir en la utopía para hacer posible la esperanza". Un cuadro de obreros al más puro estilo de la película Novecento de Bernardo Bertolucci y una escultura de Nando en el comedor representando una manifestación de Astilleros como agradecimiento a los barrios en la lucha que se mantuvo en 1995 para que no cerrara la planta de Cádiz ponen el punto obrero al escenario. Enrique Blanco, el autor de la frase que encabeza este reportaje, es catedrático en lucha por impedir un cierre y también lo es en liderar un barrio, ya que durante su mandato al frente de la AVV Primero de Mayo del Cerro del Moro se llevó a cabo toda la transformación que lo cambió por dentro y por fuera.

Pero volvamos a los cierres. Enrique Blanco era hace 25 años presidente del comité de empresa de Talleres Faro, una empresa auxiliar que dependía casi en exclusiva del que empezaba a ser decadente sector naval. Un buen día de febrero de 1986 llegaron los nuevos dueños a esta empresa radicada en el polígono exterior de la Zona Franca, la cual habían comprado por un millón de pesetas. Eran Julián Mora de la Rosa y Guillermo Rodríguez Rodríguez y vendieron a los trabajadores que iban a levantar el sector naval de la Bahía ellos solos. El aval con el que contaban, según ellos, era que tenían detrás "el puño y la rosa", el partido que gobernaba de arriba a abajo en España. Y aunque esto sonaba a bravuconada, al final resultó que el caso de esta empresa se vinculó al caso Juan Guerra.

Gracias a esas supuestas influencias empezaron a conseguir créditos y a la vez deudas, hasta que un día de julio de 1987 desaparecieron de Cádiz, dejando a la empresa con un agujero de más de 500 millones de las desaparecidas pesetas (3 millones de euros), en suspensión de pagos y con una plantilla sin cobrar.

Y ahí es donde entra en escena Enrique Blanco y el resto de los trabajadores porque el 21 de julio de 1987, del que se han cumplido ya 25 años, comenzaron un encierro para impedir que los dueños sacaran documentos de la fábrica y maquinaria. Pero fueron mucho más allá y es que iniciaron una cruzada para demostrar la viabilidad de la empresa. Metidos en esta batalla, seguían cumpliendo con los trabajos que tenían encargados, encerrados y sin cobrar.

Y ahí es donde entra en escena su esposa, Carmen Natividad. Porque la lucha de Talleres Faro fue ejemplar en muchos sentidos, pero también porque consiguió involucrar a todas las esposas de los trabajadores e incluso a los niños, que también estuvieron encerrados durante seis meses. Carmen asegura con una sonrisa que "si hoy nos encerramos con los niños nos meten en la cárcel".

Ejemplar porque supieron manejar bien los instrumentos con los que contaban. En esta caso, Blanco asegura que el papel de los medios de comunicación fue muy importante para ellos y también el de algunos políticos, que no todos.

Y ejemplar porque supieron aguantar seis meses encerrados y hasta dos sin cobrar sin resquebrajar el ánimo de la plantilla: "Lo más importante es que permanecimos unidos y si siguió abierto fue por la lucha de las mujeres y de los hijos de los trabajadores".

Sin cobrar y sin perspectivas de que lo hicieran a corto plazo, los hermanos, padres, cuñados, etcétera de todos ellos jugaron un papel fundamental "porque no teníamos para pagar la luz, el agua y ni para los libros de los niños del colegio". Incluso recuerdan a un funcionario municipal, Pepe Jiménez, que cuando cobraba la nómina venía a Talleres Faro y poco menos que la repartía. También contaron con la ayuda de algunos miembros de la HOAC, la organización obrera cristiana en la que militaba. O la labor de algunos sacerdotes como Gabriel Delgado.

En este largo camino hubo centenares de reuniones y algún encierro fuera de Talleres Faro, como uno que protagonizaron diez trabajadores con Enrique Blanco a la cabeza en la Diputación y por el que fueron denunciados y posteriormente absueltos, o cuando las mujeres entraron en el Gobierno Civil y se tumbaron en el suelo. Carmen Natividad todavía recuerda el tacto de la bota del policía metiéndosela por debajo de la espalda para levantarla.

El matrimonio, que vive aún en el Cerro del Moro en los pisos de la primera fase de transformación de este barrio, tiene grabado a fuego en la memoria los recuerdos de aquellos días, pero también en papeles. Enrique Blanco guarda todos los recortes de periódicos perfectamente encuadernados, los escritos que se hicieron, las fotografías, las revistas en las que salieron reportajes sobre este proceso...

A pesar de todo el sufrimiento guardan muy buen recuerdo de aquellos días. Carmen Natividad asegura que fue la Navidad "más bonita" que vivió nunca. Los trabajadores pasaron a ser algo más que compañeros de trabajo "y es que durante el encierro compartíamos todo".

Las familias se echaron a la calle, repartieron octavillas, instalaron chiringuitos para recaudar fondos, hicieron caravanas, cortaron el puente Carranza cuando entonces no se hacía con la habitualidad de hoy en día e, incluso, consiguieron entregarle un escrito al cantante Joan Manuel Serrat, que les dedicó una actuación en el teatro Pemán.

Y ejemplar fue porque los jueces tomaron algunas medidas insólitas, como inhabilitar a los antiguos propietarios y que el 23 de marzo de 1992 la factoría pasara a manos de los trabajadores, previo pago a Unicaja de 80 millones de pesetas con un préstamo avalado por la Junta de Andalucía. Eran trabajadores, pero a partir de ese momento también tenían que gestionar.

Enrique Blanco se convirtió en el gerente y contrató a dos ingenieros para llevar el día de la empresa "porque yo sabía hasta donde podía llegar" pero en ningún momento abandonó el tajo como calderero. Su mujer recuerda que en la factoría le compraron un traje y una corbata por su nuevo puesto "pero todavía está guardado en un armario porque nunca se lo puso". Y así estuvo hasta que tuvo que dejar Talleres Faro en 2002. Pocos años después la fábrica cerró.

Después de aquella historia, a Enrique Blanco le llegaron cantos de sirenas de los partidos políticos que quisieron aprovechar su liderazgo, pero él no quiso ni oír hablar del asunto. Ve el tema con normalidad "porque simplemente hubo que hacer aquello para salvar la empresa y punto". Sin embargo, tanto uno como otro se sienten orgullosos de lo que hicieron tanto en la empresa como en el barrio, "sobre todo por los hijos que viven y saben todo lo que pasó". Y es que la utopía y los sueños a veces se cumplen.

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