Historias de Cádiz

De Puerto Piojo a plaza de España

  • Derribo de la muralla para dar trabajo a los obreros gaditanos l  El escultor Mariano Benlliure decidió la colocación definitiva del Monumento a las Cortes y Sitio de Cádiz

Los terrenos  de puerto Piojo que darían paso a la plaza de España

Los terrenos de puerto Piojo que darían paso a la plaza de España / Archivo

La historia de la gaditana plaza de España es verdaderamente singular. Se trata de una de las plazas más modernas del casco histórico de la ciudad, con poco más de cien años, y procede de un lodazal pestilente repleto de escombros y suciedad. 

 En 1911 había finalizado la primera fase del derribo de las murallas, desde la actual Diputación hasta la Fábrica de Tabacos y Cádiz volvía a sufrir una terrible crisis obrera por falta de trabajo. Las autoridades gaditanas solicitaron de nuevo al Gobierno autorización para derribar grandes lienzos de muralla como solución al paro laboral y dar jornales a los obreros. De nuevo el derribo de las murallas aparecía como la gran solución, no para ampliar la ciudad, sino como fuente de trabajo para la clase obrera. 

Segismundo Moret, el gran valedor de Cádiz, estaba de nuevo al frente del Gobierno y el general Luque en la cartera de Guerra, por lo que la autorización  no se hizo esperar.  La muralla a derribar, en esta ocasión, era el baluarte de San Carlos que rodeaba la actual Diputación y el lienzo de muralla existente entre las  calles de Antonio López y Fermín Salvochea, frente a las casas de las cinco torres.

 Al mismo tiempo comenzaban los preparativos para la gran celebración del primer Centenario de las Cortes y Sitio de Cádiz, alentados por Cayetano del Toro y el antiguo diputado por Cuba y Puerto Rico, Rafael María de Labra. Se prepararon festejos, desfiles, bailes extraordinarios y, sobre todo, arraigó la idea de levantar un monumento conmemorativo a las Cortes.

El monumento había sido idea de las propias Cortes de Cádiz, cuyos diputados pensaron  en 1812 situarlo frente a la iglesia del Carmen. Cien años más tarde, en 1911, el Congreso de los Diputados, presidido por el conde de Romanones, hizo suyo el proyecto y decidió llevarlo a cabo para conmemorar  el Centenario. Pero, ¿dónde situar un monumento que se quería grandioso en la pequeña ciudad de Cádiz?

Como las Cortes iban a sufragar los gastos, todo el mundo quiso opinar sobre el sitio adecuado para el monumento.  La Junta local del Centenario, con el entonces alcalde Ramón Rivas  Valladares a la cabeza, quería que se colocara en la plaza de San Antonio, donde se había leído  solemnemente en 1812 el texto de la nueva Constitución. El historiador Pelayo Quintero, por su parte,  seguía el criterio de los antiguos diputados de Cádiz y opinaba que el lugar adecuado era la Alameda, frente al Carmen.  El arquitecto municipal, Juan Cabrera Latorre, por el contrario, señaló que la Alameda, en la zona próxima a la iglesia del Carmen, era un lugar muy estrecho y que además tenía algunos problemas de cimentación .

La Junta Nacional del Centenario, presidida por el conde de Romanones, y que era la que  hacía frente a todos los gastos, se mostró en principio partidaria de la Alameda y así consta en los primeros concursos convocados entre arquitectos y escultores.

Mientras tanto, el derribo de la muralla sitiada junto a la Diputación dejó a la vista de todos una hermosa explanada que parecía perfecta para acoger el monumento a las Cortes. El conde de Romanones decidió enviar a Cádiz al famoso escultor Mariano Benlliure y al arquitecto Ripollés para buscar la solución del emplazamiento. Benlliure, nada más ver la nueva explanada, indicó que sería el lugar adecuado sin ningún género de dudas.

Este emplazamiento contó con la oposición del ingeniero Adolfo García Cabezas y del senador Ramón de Carranza, que insistían en que el monumento debía estar en  al actual paseo de Canalejas y que la gran explanada frente a la Diputación era el lugar adecuado para levantar un  Gran Hotel para los turistas que marchaban o regresaban de América en los grandes trasatlánticos que habían fijado Cádiz como su puerto de entrada y salida. 

Finalmente Romanones decidió que el monumento a las Cortes y Sitio de Cádiz fuera colocado en la que, años más tarde, sería plaza de España.

Sin embargo, los concursos para decidir el mejor proyecto y la falta de fondos hicieron finalmente que el Centenario de las Cortes tuviera lugar en Cádiz y que las obras del monumento siguieran  sin empezar. Hasta  diciembre de 1914 hubo que esperar para la colocación de la primera piedra  y las  obras  finalizarían nada menos que trece años más tarde, en 1929. Un monumento que, por diversas razones, nunca llegaría a ser inaugurado oficialmente.

Las obras  compartieron explanada con el Circo Teatro, una construcción de madera que ofreció espectáculos de todo tipo durante  varios  años.

El lienzo de muralla entre la calle Fermín Salvochea  y el baluarte de la Negrita estuvo en pie durante algunos años más. Los vecinos de esta plaza, Arturo Fernández de la Puente, hermanos Hervías, Manuel Grosso, Manuel Silóniz, García y Compañía, sucesores de José de Asprer, viuda de Domínguez, Joaquín Repeto, Pedro Bastarreche, José Vázquez,  Manuel García Rincón, Manuel Bustamante y las hermanas Larrahondo, escribieron una documentada carta al Ayuntamiento solicitando el derribo de ese lienzo de muralla que restaba armonía a los terrenos de la gran explanada que después sería llamada plaza de España.

La petición fue aceptada y la muralla de San Carlos termina desde entonces en la zona llamada de la Negrita, a la que se le añadió una escalera para facilitar el acceso de los vecinos.

Hasta los años veinte del siglo pasado no se procedería a la total urbanización de la plaza de España, a la que se le dotó de unos espléndidos jardines  para uso y disfrute de todos los gaditanos.

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