Cádiz

Objetivo cumplido Cum Laude

Ciclo "Tiempo de cambios. En torno a la constitución de Cádiz 1812-2012". Intérpretes: MICHAEL THOMAS, violín; ADOLFO GUTIÉRREZ, violonchelo; GRAHAM JACKSON, piano Roland Joffé. Programa: LL.V. Beethoven: Trío para piano, violín y violonchelo nº 7 en si bemol mayor op. 97 "Del archiduque"; F. Schubert: Trío para piano, violín y violonchelo nº 1 en Si bemol mayor op. 99 D 898. Lugar: Oratorio de San Felipe Neri. Día: 6 de noviembre de 2012, Asistencia: 3/4 Aforo

Antes que nada, agradecer a Acción Cultural Española y al Consorcio para la Conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812, la labor realizada para la preparación y materialización de este importante ciclo de conciertos de cámara que con el del pasado martes 6 acabó su recorrido, y que nos ha acompañado durante todo este año del Bicentenario de nuestra primera constitución, gaditana y española. Sin duda, pasará como una de las más importantes aportaciones culturales que el Bicentenario nos ha dejado: Bien organizado, con un despliegue difícilmente repetible de intérpretes de primer orden, con medios materiales, en un entorno privilegiado y con una excelente respuesta por parte del público.

Y dicho esto, me centro en el concierto del trío, de nuevo cuño, formado por Michael Thomas, Adolfo Gutiérrez y Graham Jackson. Si Ud., que tiene la paciencia de leer estas líneas, es una de las personas que asistieron al concierto, y tuvo la sensación de que los tres intérpretes estaban disfrutando del mismo, tanto o más que los que estábamos sentados frente a ellos, le diré que no se equivoca en absoluto. Que no fue meramente una sensación, pues al acabar el mismo, tuve la ocasión de hablar con Michael y Adolfo, y ellos mismos me confirmaron lo a gusto que se habían sentido. Tanto es así, que puede que tengamos la suerte de volver a verlos alguna otra vez juntos. Ojalá sea así, y a ser posible, que sea también en Cádiz.

El programa del concierto, se centró en dos tríos para piano, violín y violonchelo, de Beethoven y Schubert. El primero de ellos, conocido como "Del Archiduque", es una pieza impresionante de principio a fin, y una de las obras de cámara maestras del genial maestro de Bonn. Me sorprendió un poco el tempo elegido por el trío para comenzar el "Allegro moderato", un poco más rápido de lo que esperaba, pero enseguida el trío Thomas-Gutiérrez-Jackson dejó bien claro de lo que son capaces y a lo que habían venido: Interpretar de manera excelente lo mejor del repertorio de tríos para piano, violín y violonchelo. Así, sin más. Y con good atmospher.

Durante la ejecución del Scherzo-Allegro, pudimos disfrutar de una más que virtuosa interpretación de los "pizzicatos" que requiere la partitura, pero fue en la ejecución del "Andante cantábile", la parte más necesitada de sensibilidad y concentración de la obra, donde brillaron de manera particular Michael Thomas y Adolfo Gutiérrez, en una compenetración difícilmente superable. Bravo.

Tras un breve descanso, pudimos escuchar otra obra también impresionante: El trío para piano, violín y violonchelo nº 1 en Si bemol mayor op 99 de Franz Schubert. Una obra escrita en la misma tonalidad que el trío de Beethoven, pero con factura e improntas propias, digna de ocupar uno de los mejores puestos de entre las composiciones camerísticas para tríos de piano.

Si los intérpretes hicieron gala de sentirse a gusto en la primera parte del concierto, en esta segunda nos convencieron total y absolutamente, brillando tanto en lo individual como en el conjunto. Bien sea dicho, que la obra de Schubert lo permite. Pero hay que saber hacerlo y demostrarlo.

Michael Thomas supo ponerle una buena dosis de sentimiento al "Andante", con un solo de violín sinceramente fenomenal. Demostró un manejo del arco excepcional, matizando cada frase con sutileza. A ello le siguió una estupenda interpretación del "Scherzo" y un "Allegro", donde Graham Jackson pudo hacer gala de su virtuosismo al piano, para, finalmente acabar con una conjunción de los tres intérpretes entusiasmante, dando una lección de cómo tocando con el alma y con amor a la música se puede hacer surgir la maravilla del unísono sonoro sin renunciar a la exhibición de virtuosismo personal.

Un concierto que pone el "Cum laude" a un ciclo que acaba en las ya postrimerías del año del Bicentenario. Esperemos que el año que viene podamos seguir disfrutando de algún ciclo similar. Ganas y afición hay suficientes. Me consta.

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