Tribuna de opinión

La Maqueta de Cádiz de 1779

  • Fueron muchos los avatares que vivió este plano en relieve de la ciudad durante sus estancia en Madrid durante más de un siglo, desde que Carlos III la encargara hasta su llegada a Cádiz en 1889

Vista elevada y de conjunto de la maqueta.

Vista elevada y de conjunto de la maqueta.

Resulta curioso que nadie se haya preocupado por saber sobre los avatares del modelo o plano en relieve de Cádiz, construido por orden de Carlos III entre 1777 y 1779, cuando permaneció en Madrid durante más de un siglo. Sobre todo siendo una de las obras de mayor valor histórico-artístico de la ciudad y que actualmente se expone brillantemente restaurada en el Museo de las Cortes de Cádiz.

Cuando la maqueta llegó a Madrid el 28 de mayo de 1779 (transportada en nueve carretas que habían salido de Cádiz veintidós días antes), acompañada por D. Alfonso Jiménez, director de su construcción, y dos oficiales ebanistas, fue enviada al salón más importante del palacio del Buen Retiro, el Salón de Reinos, donde Carlos III tenía intención de situar, al estilo francés, todas las maquetas de las plazas fuertes españolas, según el plan trazado (aunque, finalmente, solo la de Cádiz se construiría).

Años después, cuando en marzo de 1803, impulsado por Godoy y bajo Real Orden de Carlos IV, se formó en el palacio de Monteleón, sede del Parque de Artillería de Madrid, el primer Real Museo Militar, para darle contenido, se pidió que de todos los departamentos, fábricas, almacenes y archivos de Artillería e Ingenieros, se enviasen los modelos, armas, planos, memorias y objetos propios del nuevo Museo. Existiendo constancia de que desde el palacio del Buen Retiro llegó, entre otros objetos, la maqueta de la plaza fuerte de Cádiz.

Detalle de la maqueta, desde las Puertas del Mar. Detalle de la maqueta, desde las Puertas del Mar.

Detalle de la maqueta, desde las Puertas del Mar.

Entre 1808 y 1812, cuando el Museo estuvo sometido al ejército invasor y a las autoridades militares francesas, las piezas y obras del museo estuvieron distribuidas sin orden ni concierto en doce habitaciones, y cuando el ejército francés se marchó, el 24 de mayo de 1814, y se hizo un detallado informe de la situación del museo y sus pertenencias, se encontraron que todo estaba en mal estado y que había notables pérdidas “como armas blancas, planos y libros, así como piezas de muchos modelos y todos aquellos objetos susceptibles de servir de juguetes para los niños” (no sabiéndose con precisión si entre ellos iría alguna casita o alguno de los barquitos del modelo de Cádiz, para que con ellos jugaran los niños franceses al regreso de sus padres de la Campagne d´Espagne).

En 1816, dado el estado ruinoso en que se encontraba el palacio de Monteleón, y siendo necesario su desalojo para las obras, se escogió el palacio de Buenavista como nueva sede del Museo, donde, con notables interrupciones, fueron llegando todas las piezas, a las que se fueron sumando otras nuevas que mejoraban su contenido.

Mientras, en Cádiz, nadie se preocupaba por su existencia y sabían de ella por los militares

Esta era la situación, hasta que, en 1823, se produjo la ocupación por las tropas francesas de Los cien mil hijos de San Luís, de Madrid y de la dirección del museo. Circunstancia que duró hasta que en septiembre de 1824 se volvió a la normalidad, aunque con muy escasos presupuestos para atender al museo. Produciéndose un importante cambio administrativo cuando, en enero de 1827, el museo se subdividió en Museo de Artillería y Museo de Ingenieros, con direcciones y entradas separadas, aunque ambos permaneciendo en el mismo edificio. Pudiéndose comprobar como en la Real Orden en la que oficialmente se repartieron los contenidos, los modelos de plazas y fortificaciones, entre los que estaba el modelo de Cádiz, correspondió al Museo de Ingenieros.

Años después, entre 1853 y 1863, a causa de la ampliación de las dependencias del Ministerio de la Guerra, que también estaban en el palacio de Buenavista, todo el contenido del Museo de Ingenieros (maqueta de Cádiz incluida) se desmontó y sus piezas fueron almacenadas en sótanos y buhardillas del palacio. Nueve años después el museo volvió a montarse, de forma deficiente e imperfecta, en una nueva ala construida en la parte posterior del mismo palacio. A las salas entonces se les dio los nombres de históricos ingenieros militares y en la Sala de D. Pedro Navarro, según catálogo de 1863, se situó el Modelo de Cádiz, así como “detalles de diferentes obras del expresado puerto, por el mismo D. Alfonso Jiménez”.

En noviembre de 1868 el Museo de Ingenieros, por ampliación de la Capitanía General, fue trasladado al palacio de San Juan, situado a la entrada del paseo del Retiro, donde se instaló de forma espléndida, ocupando quince salas. Figurando en su nuevo catálogo, con el número 2.812, el Modelo de Cádiz, ahora acompañado en la sala por una vista fotográfica del puerto de Málaga y una colección de planos, vistas y dibujos topográficos. En Cádiz nadie se preocupaba por esta maqueta (y si sabían de su existencia sería por militares, ingenieros o no, que por circunstancias de traslados o destinos la habrían visto en algún momento en el museo) y nadie había escrito hasta entonces nada sobre ella. Por eso fue una inesperada sorpresa cuando, en el Cabildo del 25 de noviembre de 1886, se conoció y aprobó la propuesta de un grupo de concejales del gobernante partido liberal (José R. de Santa Cruz, Rafael Rocafull, José A. Casanova, y Sebastián Martínez de Pinillos), en la que manifestaban tener noticias, a través de los diputados a Cortes por la ciudad y del senador del reino Sr. Marqués de Francos, de que la Dirección General de Ingenieros estaba propicia a ceder a la ciudad el modelo histórico de la misma: “Como tan interesante obra ha de ser verdaderamente estimada por todos los amantes de Cádiz, los que suscriben tienen el honor de proponer a V.E. se digne acordar se haga presente al referido Centro la satisfacción con que ha sabido esta noticia y cuanto le agradece su delicada atención, aceptando desde luego el modelo de que se trata, cuyos gastos de envase y transporte serán satisfechos con cargo al capítulo de imprevistos del presupuesto municipal. V.E. no obstante resolverá lo que crea más conveniente”.

Aunque, aprobada la propuesta, el Alcalde D. Enrique del Toro la ejecutó con presteza y una Real Orden aprobó la cesión el 9 de diciembre de 1886, los trámites se dilataron hasta que, finalmente, después de haber permanecido en Madrid durante ciento diez años y cinco meses, la maqueta (probablemente en mal estado y faltándole piezas) fue remitida por ferrocarril a Cádiz el 16 de octubre de 1889.

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