Historias de Cádiz

Manuel Azaña y la Buena Muerte

  • Visita del presidente del Gobierno durante el fin de año de 1931  l El líder republicano conoció con detalle el oratorio de la Santa Cueva y la iglesia de San Agustín

Manuel Azaña y la guarnición de Cádiz. a su derecha, el coronel Varela

Manuel Azaña y la guarnición de Cádiz. a su derecha, el coronel Varela / Archivo

Durante muchos años Manuel Azaña simbolizó la política antirreligiosa de la segunda República. Era acusado de no haber evitado, como miembro del Gobierno, el saqueo, la quema y la destrucción de iglesias  ocurridas por toda España en mayo de 1931 y de haber pronunciado la famosa frase “todos los conventos de España no valen la vida de un republicano”. Azaña fue también objeto de grandes críticas por parte de las fuerzas conservadoras cuando en octubre de ese mismo año pronunció otra famosa frase, “España ha dejado de ser católica”.  

En diciembre de ese año de 1931, Manuel Azaña, ya presidente del Gobierno, decidió pasar las vacaciones de fin de año en Cádiz y conocer algunas de sus más destacadas obras de arte, en particular el Cristo de la Buena Muerte, de cuya calidad le habían hablado reiteradamente.

Azaña y su esposa, Dolores Rivas Cherif, llegaron a nuestra ciudad en la tarde del 31 de diciembre, alojándose en el Hotel Atlántico. Hasta el hotel acudieron el alcalde, Enrique Álvarez  López y el presidente de la Diputación, Pedro Icardi.  El jefe del Gobierno manifestó que venía a Cádiz simplemente a descansar y a conocer la ciudad y sus obras de arte, si bien un día lo dedicaría a conocer la provincia, en particular Arcos de la Frontera.

 Azaña, que además de jefe del Gobierno era ministro de la Guerra, tuvo dos  actos oficiales durante su estancia en nuestra ciudad. Recibir a los oficiales de la guarnición, encabezados por el coronel José Enrique Varela, y asistir a un acto en el Ateneo con los republicanos de Cádiz.

La visita a la ciudad  tuvo lugar el domingo 3 de enero. Azaña estuvo acompañado del alcalde, Enrique Álvarez y del diputado Muñoz. Desde el Hotel Atlántico fueron dando un paseo por distintas calles de Cádiz hasta llegar a Rosario, para visitar la Santa Cueva. Allí el presidente del Gobierno fue recibido por el vicario general, García Delofeu, y por el diputado republicano y antiguo alcalde de Cádiz, Emilio de Sola. Azaña estuvo largo rato admirando las obras de arte y recibió como obsequio un folleto explicativo redactado por César Pemán. 

Cultos de la Buena Muerte durante la Segunda República Cultos de la Buena Muerte durante la Segunda República

Cultos de la Buena Muerte durante la Segunda República

A continuación, Azaña y sus acompañantes se trasladaron a la iglesia de San Agustín, para admirar durante un buen rato la imagen del Cristo de la Buena Muerte. El redactor de Diario de Cádiz, presente en la visita, señala que Azaña comentó varias veces: 

-Asombroso, asombroso.

El líder republicano preguntó si en Cádiz había procesiones de Semana Santa y recibió información detallada por parte de sus acompañantes de las distintas hermandades de penitencia establecidas en la ciudad. Estuvo largo rato inquiriendo detalles de la procesión de la Buena Muerte, que ya era conocida en Cádiz por la del Silencio y que recorría las calles con gran recogimiento.

Terminada la visita, Azaña marchó andando hacia el Ayuntamiento para conocer la sala capitular. En la plaza de San Juan de Dios el vehículo oficial esperaba al presidente del Gobierno para llevarlo a la Torre Tavira, donde el vigía le mostró las vistas aéreas de la ciudad.  Azaña estuvo comentando los proyectos del Gobierno para la ciudad y el traslado de los cuarteles de las Puertas de Tierra a los extramuros. El presidente del Gobierno señaló al alcalde que la ciudad debería hacer todo el esfuerzo posible para mantener las Puertas de Tierra como recuerdo histórico.

De vuelta al Hotel Atlántico, Azaña esperó el regreso de su esposa, que había acudido a misa en San Juan de Dios, para emprender en automóvil la vuelta a Madrid, ya que al día siguiente estaba prevista la celebración de un Consejo de Ministros.

La visita de Azaña a Cádiz transcurrió con absoluta normalidad en las calles, pero mientras el jefe del Gobierno estaba de visita en San Agustín hubo tiros  en los extramuros. Mirandilla y San Fernando disputaban un partido de fútbol de gran rivalidad.  Nada más comenzar, un espectador isleño insultó a un jugador gaditano. Aquello fue la chispa para que espectadores y jugadores de ambos equipos  comenzaran una auténtica batalla campal. La Guardia Civil acudió con refuerzos, dio varias cargas y necesitó realizar varios disparos al aire para acabar con el incidente. El partido tuvo que ser suspendido y tres espectadores llevados a San Juan de Dios para ser atendidos de graves  contusiones.

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