Juan Expósitojefe provincial de la policía autonómica"

¿Políticos? Siempre he tenido una cosa muy clara: yo soy ante todo un policía"

  • 41 años de servicio. Forma parte de una generación policial legendaria. Tras más de veinte años al frente de la policía autonómica se jubila

Las fotos repartidas por el despacho que Juan Expósito (Cáceres, 1953) se prepara para abandonar tras más de veinte años al frente de la Policía Autonómica en Cádiz son una narración de una trayectoria que empezó en 1977 en Vic, para pasar a la brigada criminal de Barcelona. De todas ellas destaca quizá la más pequeña, pero en un lugar de honor. Son sus padres, dos atractivos jóvenes. Él lleva su uniforme de la guardia civil de la época. Expósito aún no había nacido. Ahora ha llegado la hora de la jubilación.

-Usted no es de Cádiz, pero casi.

-Soy de Alcántara, un pueblo de Cáceres con el puente romano más bonito del mundo. Pero me vine a los nueve años a Cádiz. Mi padre era guardia civil y lo trasladaron aquí y siempre he vivido aquí, así que un poco de Cádiz sí que soy.

-Vivió los años divertidos de Cádiz.

-Para ser joven era una ciudad ideal. Estaba el Cortijo Rosales, donde no había artista de cierto renombre que no pasara por allí, los bailes en el Balneario... Y luego, ya más tarde, Isecotel, donde conocí a mi mujer, que estaba hasta la madrugada. Había mucha noche en Cádiz.

-Una ciudad tan animada de noche y ahora, fíjese, a las dos para casa. Y usted de policía para que se cumpla la normativa.

-Cada localidad aplica su normativa siguiendo la norma general. Entiendo que no hay una presión para que eso cambie . Son otros tiempos.

-Lo de hacerse policía sería por su padre...

-En mi promoción de San Felipe todo el mundo quería ser médico, pero a mí me llamaba la atención lo de ser policía, mi padre influiría. Pero lo que no me gustaba era el uniforme. En aquel tiempo existían dos cuerpos de policía, policía armada, que pasaría a ser llamada nacional, y Cuerpo General de Policía, que sería luego el Cuerpo Superior. Yo ingresé en éste último, que era civil, sin uniforme. Lo que llevábamos era un carné-placa y una pistolita, la misma pistola que he tenido toda mi vida profesional.

-De policía camuflado. ¿Era de investigación, de interrogatorio o de vigilancia?

-Hacía de todo, pero el interrogatorio es lo que mejor se me ha dado. Me llamaban el comecocos. Eso de ponerte con el tipo y venga, paciencia, a ofrecerle tabaco, a fumar, café. Y la satisfacción de convencerles y tener la confesión. La vigilancia, sin embargo, se me daba fatal, debo de tener cara de policía, se me notaba a la legua.

-Empezó en Barcelona. ¿De ahí a dónde pasó?

-Volví a Cádiz y me fueron agregando a varias plantillas, Mallorca, Ibiza, Ochagavía, en Navarra. Allí lo pasé mal, era un bosque ciego en la salida y entrada en plena época dura de ETA. También estuve seis meses en Madrid en orden público, que me tocó la bomba de la cafetería California, fui de los primeros en llegar. Y ya conseguí venirme otra vez a Cádiz.

-Estuvo desde el principio en una brigada legendaria, el grupo tercero de Atracos.

-Fue una época dorada para el trabajo policial. La amnistía general de Suárez, que sacó a la calle a toda la delincuencia común, llenó las calles de gente bragada que se había curtido en la cárcel. En Cádiz cayeron todos. Esclarecimos 51 atracos, todos menos uno que hubo en la oficina del Santander frente a Puerta del Mar. Todos los demás cayeron. La banda del Asturiano, el Catalán, el Galleguito, Vallina Mata. ..

-No era gente muy sofisticada.

-Nada sutiles. En aquella época se atracaba con recortadas. Eran atracadores muy viajeros, un día daban un palo aquí, otro día en Jerez, otro en San Fernando... Nos juntamos un grupo de inspectores con muchas ganas de trabajar y con un método propio. Hacíamos un estudio exhaustivo y sistemático de cada uno de los atracos para saber cuál era obra de cada cual porque cada banda tenía sus peculiaridades a la hora de atracar.

-Pero también la acción. ¿Hubo tiroteos?

-La detención del Galleguito se produjo después de un tiroteo en la calle de la Rosa. El Galleguito salió herido en una pierna por uno de sus compinches. No le conocíamos la cara porque actuaban con pasamontañas. Le pudimos identificar gracias a que el tiro le delató.

-La heroína estaría detrás de esos golpes.

-No en todos. En algunos sí. El Catalán estaba muy enganchado, aunque era muy meticuloso, tenía sus armas repartidas en diferentes pisos francos, por lo que siempre iba desarmado, excepto cuando atracaba. Tenía un arsenal, incluso con bombas de mano. Nos llegó a contar, tras detenerle, que de los ciegos que se cogía una vez se quedó dormido en la calle con la bolsa del botín al lado.

-Vallina Mata era algo así como nuestro particular Torete.

-Hace poco le vi por la calle, tendrá ahora unos setenta años. No hace mucho que ha debido salir de la cárcel. Era pro etarra, un tipo duro de los que ya no hay. La de entonces era una delincuencia distinta, iban con armas y no les importaba usarlas. Vallina Mata era particularmente escurridizo. Cuando le cogimos, en el interrogatorio me dijo yo no te voy a decir nada, pero sé que esta vez me habéis pillado. Le pudimos atribuir siete atracos. Pero él no cantó.

-Ahora los narcos del Campo de Gibraltar parece que también van a por todas, como entonces aquellos atracadores.

-Bueno, es muy distinto, pero sí, se está dando una violencia desconocida hasta ahora. En el Campo de Gibraltar todo empezó con el contrabando de tabaco y luego se pasó al hachís y ahora también cocaína. Lo que empezó con un trapicheo controlable amenaza con irse de control, con desbordarse. La delincuencia cero no existe, siempre va a haber delincuencia y los policías somos un mal necesario. Nuestro trabajo es que esa delincuencia esté controlada. Esa es la tarea que hay que hacer ahora en el Campo de Gibraltar.

-Pasó luego a la sección de delitos económicos. ¿Se aburrió de los atracos?

-Habíamos quitado a todas las bandas de en medio y se calmó el asunto de los atracos. No sólo aquí, en todas partes. Probé con algo nuevo. Fui de los primeros en especializarme en delitos económicos e informáticos. Por entonces apenas se trabajaba el delito de guante blanco. Se daba con gente que emitía cheques falsos y eso, pero apenas se tenía trabajado todo lo que eran sociedades ficticias, blanqueo de dinero...

-¿Por dónde empezaron?

-Se creó una sección de cero y nos dimos cuenta de que solos poco podíamos hacer, por lo que establecimos una colaboración estrecha con los inspectores de Trabajo y de Hacienda, una relación muy fluida.

-Cuénteme un caso.

-Hubo muchos, pero recuerdo uno que tenía especial gracia. En La Línea desmontamos el negocio de un tipo muy enganchado a la cocaína, se gastaba cien mil pesetas al día en coca. El tipo había montado un entramado de empresas ficticias con lo menos 300 empleados, pero su oficina era una habitación de poco más de 15 metros cuadrados. Para limpiar la oficina declaraba que tenía contratadas a 35 limpiadoras. La ganancia estaba en las prestaciones de desempleo. Cuando pasaban al paro, él se quedaba con la mitad.

-Uy, eso era chusco en comparación con la sofisticación que se alcanzó después.

-Sí, por supuesto. En aquella época iba a muchos congresos y recuerdo uno en Florencia en el que charlé con el juez del caso Banesto, Miguel Moreira. En la comida me comentaba que Mario Conde pensaba que no estaba cometiendo ningún delito, que simplemente hacía ingeniería financiera. Me di cuenta de la dimensión que iba a alcanzar la investigación de los delitos económicos.

-En el 97 pega el salto a la policía autonómica.

-Yo no sabía ni que existía cuando salió la convocatoria. Me atrajo embarcarme en un proyecto totalmente nuevo y me eligieron. Empezamos en un pequeño local al lado de la gasolinera de la avenida. Vino gente del País Vasco, de Cataluña. Era la manera de regresar a Andalucía. Había ilusión.

-Pero las competencias no estaban claras. Ustedes no iban a ser los Mossos ni la Ertzaintza.

-Claro, era la época del boom de las policías autonómicas, pero el ministro Corcuera no quería duplicar funciones y que aquello era un gasto enorme. Pero al mismo tiempo la administración debía tener su propia policía, funcionarios que fueran su brazo en la parte ejecutiva de sus normas. También estaban además las policías locales, que algunos alcaldes utilizaban como auténticas guardias de corps. Nosotros teníamos que encontrar nuestro espacio.

-¿Cuál fue la solución?

-Una solución mixta por la que liberábamos a la policía nacional en funciones muy concretas como las de menores, juego, medio ambiente, todas muy relacionadas con las competencias autonómicas. Por ejemplo, en materia de incendios forestales la unidad ha hecho una gran labor y ha esclarecido más de medio centenar de incendios intencionados o imprudentes.

-En veinte años ha tenido que bregar con unos cuantos políticos. ¿Cómo le ha ido?

-Figúrese, seis delegados de gobierno, otros tantos consejeros, tres presidentes. Pero bien. Una de las cosas que siempre he tenido claras es que yo soy policía y me dedico a lo mío. No me meto en el terreno de los demás, pero no quiero que nadie se meta en el mío. Bajo esa premisa todo funciona.

-Es una policía muy administrativa. ¿No echaba de menos la adrenalina, la acción?

-Claro que se echa de menos, pero ascender en la Policía me suponía salir de Cádiz mientras que la policía autonómica me brindaba la oportunidad de continuar en esta ciudad. Y yo adoro esta ciudad. Puede ser que haya menos acción, pero cuando te dedicas a hacer que los niños vayan a la escuela, a evitar el absentismo, pues no será un acto policial brillante, pero es útil.

-Fue la policía de la burbuja, del ordenamiento urbanístico.

-Viví de primera mano auténtico desmanes. En El Puerto o en Chiclana, con connivencia o sin connivencia, el delito urbanístico es igual en todas partes y en los años previos a la crisis era una constante.

-Algunas acciones son impopulares, como las operaciones contra las loterías ilegales.

-Hay loterías que son competencias desleales y tienen ganancias millonarias. Otras, como el caso de la blanca en Cádiz, están arraigadas en los barrios. La gente tiene hasta su número. Yo comprendo eso, pero hay una ley y hay que cumplirla.

-O los bingos.

-Es que un bingo sólo se puede jugar en un bingo legal, fuera de ahí en ninguna parte. No vas a intervenir en un bingo familiar en la playa, pero sí en una asociación de vecinos; una vez tuvimos que intervenir, por ejemplo, en un bingo de un piso de Astilleros que se disfrazaba de caritativo, pero donde existía una ganancia, por lo tanto, no se podía llevar a cabo. Bingo es un juego para locales autorizados, igual que el póquer es juego de casino, así está estipulado.

-Pues anda que los policías de su época no eran aficionados al póquer.

-Jajaja (sonríe, no contesta)

-Uno de los grandes éxitos de la policía autonómica ha sido acabar con la mendicidad infantil en ferias.

-Nos pusimos serios. Le dije a Pedro Pacheco en su día que acabaría con ese tipo de mendicidad y Pacheco me miró con escepticismo y me dijo que si lo hacía me regalaría una corbata. Hicimos un gran despliegue en la feria de Jerez explicándoles a los ambulantes los riesgos que corrían si se empecinaban en llevar a los niños a pedir.

-¿Y tiene la corbata?

-La tengo.

-Lo más duro de su tarea es separar hijos de sus padres.

-Son casos extremos, tienes que proteger a ese niño, en las funciones propias que tiene la Junta sobre el menor . Son situaciones de abandono flagrante, tocas el lado de la pobreza y la marginación. Cuando retiras al niño de los brazos de su madre porque está en situación de riesgo grave y abandono, es desolador. Eso se te graba más que un tiroteo.

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