Aquel verano de 1982Mick Jagger en el diluvio del Calderón y Sandro Pertini en el delirio del Bernabéu
Pudo haber sido Toribalón o un torero que era un niño vestido con el uniforme de la selección, que se llamaba Brindis. Cualquiera de las dos hubiera sido tan mala solución como Naranjito, la mascota que dominó aquel verano en el que fue bonito ver a Sandro Pertini brincar en el palco del Bernabéu, pero fue muy feo observar al equipo nacional arrastrarse por los estadios españoles. En cierto modo creíamos que ese evento nos pondría de algún modo en el mundo como ejemplo de modernidad, pero eso era difícil con tantos jugadores con bigote y un defensa llamado Camacho, que nació antiguo.
Gay Mercader, el principal promotor de rock de la época, vino al rescate y trajo el 7 de julio, al Vicente Calderón, a los Rolling, que empezaron con las primeras notas del Under my Thumb y se abrieron los cielos para descargar una de las mayores tormentas que se recuefrdan. Más modernitos parecíamos también en la música, ya que frente a la caspa de Paloma Sanbasilio con una canción que decía juntos, café para dos, que parecía el antecedente del célebre café relaxing de Ana Botella en la plaza Mayor, frente a la nueva invención de Georgie Dann, que ese año fue el Kounbó, los que se disputaron la cancion del verano fue un grupo de moda, Mecano, que se colaban en una fiesta como sacados de un disco de Spandau Ballet, y la ya diva Alaska con sus Pegamoides, que con Bailando elevaban la movida madrileña a algo oficial y triunfador. Estos chicos unos pocos meses antes simplemente querían ser un bote de Colón, esa blancura que usted creía increíble, según nos contaba la que se haría celebérrima señora de Ausina, que nunca supimos si era su propio apellido o el de su marido, pero que era la nueva mujer que lavaba con agua templada.
Y el verano se despidió con un golpe bajo. Ya era septiembre. Su Alteza Serenísima para los pirados del rollo aristocrático, la mujer que clavó unas tijeras en Crimen perfecto para los mortales, Grace Kelly o Gracia de Mónaco, realizaba el trayecto entre la residencia veraniega de Roc Ángel camino del Palacio de Montecarlo. Su Rover 3.500 caía por un terraplén, una de esas cornisas mediterráneas tan cinematográficas, quizá conducido por ella o, como se especuló, por su hija rebelde Estefanía. El impacto fue brutal. No todos los días muere una princesa de cuento; no todos los días muere una rubia de Hitchcock. Eso sí, murió aún bella. En Cádiz se produjo la visita casi sorpresa de los Reyes Juan Carlos y Sofía, que acudieron a comer a casa de la familia Grosso, atraídos por la fama como cocinera de Lalo. Y quedaron tan satisfechos que se llevaron para su yate 'Fortuna' una fuente con sobras muy reales, como recoge la foto de Kiki.
y también....
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