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Política

Iglesias enseña a Teresa la puerta

  • El distanciamiento de los anticapitalistas de Kichi y Rodríguez del Podemos ‘de los ministros’ apunta a una ruptura de esta tendencia andaluza del partido

Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias, en un mitin en Córdoba.

Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias, en un mitin en Córdoba. / Rafa Alcaide

La tensa cuerda que todavía unía al líder nacional de Podemos, Pablo Iglesias, y a la líder de este partido en Andalucía, la gaditana Teresa Rodríguez, está a punto de romperse. El último episodio ha sido la entrevista que Pablo Iglesias concedió ayer a la Sexta. Más claro, no pudo ser. Si se quieren ir, que se vayan: “Nadie tiene que estar en un partido a la fuerza. Si su planteamiento político es incompatible con las decisiones que hemos tomado, respetaremos lo que vayan a hacer. Si hay que separarse, hay que hacerlo sin gritos y sin malos rollos”.

Es una crónica anunciada a la por las continuas diferencias que se han producido en los últimos tiempos entre la corriente dominante en el partido morado, que encabeza Iglesias, y los anticapitalistas, que tiene su principal fortaleza en Andalucía.

El detonante final ha sido la oposición por parte de Rodríguez a la entrada de Podemos en el Gobierno de coalición del PSOE en unas condiciones que consideran que son irrelevantes con ministerios con poco peso.

Es la gota que colma el vaso de unos desencuentros que no sólo han tenido a Teresa Rodríguez como protagonista, sino también el alcalde de Cádiz, José María González ‘Kichi’, pareja de la secretaria general andaluza. Este ha tenido sonadas y públicas polémicas con el líder nacional. Ahí están los casos del chalé de Galapagar o la suspensión de una visita de Iglesias a Cádiz durante la campaña.

Teresa Rodríguez lleva tiempo pensando en cortar los lazos con Podemos y, sobre todo, con su líder, del que cree que se ha alejado de los cimientos con los que nació el partido. Lo que busca es un partido con implantación andaluza y con la corriente anticapitalista como bandera, más cercana a los principios fundacionales de una formación que se presupone que nace desde las bases.

Rodríguez fue una de las personas fundacionales de Podemos y salió elegida en la europeas en las que Pablo Iglesias iba como cabeza de lista y donde irrumpió por primera vez con fuerza entre el electorado, pero ella siempre miró con envidia la autonomía de la que gozaban las Mareas gallegas o los Comunes en Cataluña.

A partir de ahí Rodríguez se hizo con el bastión andaluz, orillando a la gente de Iglesias, que fue conformado por los anticapitalistas y con el que se presentó a las elecciones andaluzas que ganó Susana Díaz y que fueron previas al desembarco del ciclón Kichi en el Ayuntamiento de Cádiz, que se convirtió en uno de los símbolos de la marca a nivel nacional junto a Madrid y Barcelona.

A nivel interno, los anticapitalistas siempre han sido una corriente crítica con la gestión de Pablo Iglesias, y de hecho en Vistalegre I presentó una candidatura alternativa a la de Pablo Iglesias. Sin embargo, en Vistalegre II, cuando el partido se estaba rompiendo en dos y había que seguir con el que estaba o con Íñigo Errejón, Iglesias se refugió en los anticapitalistas y se puso su traje radical y, de esta manera, la gente de Rodríguez decidió darle su respaldo sin presentar una candidatura alternativa y, de paso, cargarse a la corriente errejonista, siempre defensora de una mayor transversalidad y un perfil más moderado que los anticapitalistas veían como una traición a sus orígenes.

En Cádiz, mientras tanto, de los abrazos del inicio nada más ganar las elecciones de 2015 entre Kichi e Iglesias, se pasó a un distanciamiento que ha sido progresivo, hasta el punto de que en varias ocasiones el líder gaditano ha negado al nacional. En las pasadas elecciones Iglesias ni pisó Cádiz, el único ‘ayuntamiento del cambio’ que se consiguió conservar.

Teresa Rodríguez se ha mostrado muy beligerante con el pacto con el PSOE públicamente e incluso anunció en su día que no iba a participar en la consulta que se hizo con las bases para dar el visto bueno al mismo.En Cádiz, el alcalde tomaba una postura más institucional y creía que el pacto podía ser bueno para la ciudad pero siempre que se abordaran una serie de cuestiones. En este caso, salía con el mantra de que su primer partido es la ciudad, que es el éxito de su ‘marca Kichi’.

Llegado este punto, no parece que vaya a ser un divorcio muy traumático. Los unos parecen bastante hartos de los otros.

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