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El cuidado del patrimonio religioso

Iglesia de San Juan de Dios: una torre que quita el sueño

  • La Santa Caridad pide la implicación de las administraciones para salvar el campanario, clave en el urbanismo de la ciudad pero sin utilidad

La torre de la iglesia de San Juan de Dios, envuelta en redes.

La torre de la iglesia de San Juan de Dios, envuelta en redes. / Lourdes de Vicente

Si hay algo que simboliza con creces las dificultades para atender tantas necesidades patrimoniales como tienen las iglesias de la ciudad, es la torre de la iglesia de San Juan de Dios. Alzada en la principal plaza de la ciudad, en la esquina justo de la antigua villa, y con vistas a los dos lados del mar, es un elemento arquitectónico que poco a poco se va viniendo abajo y para el que la hermandad de la Santa Caridad no encuentra solución. “La torre de San Juan de Dios es ahora el principal problema, porque es inasumible para nosotros”, reconoce el hermano mayor, Juan Antonio García.

Además de la falta de recursos necesarios para rehabilitar la torre, actualmente envuelta en redes después de varios desprendimientos que llegaron a dejar caer piedras contra el suelo de la plaza, el hermano mayor es contundente: “ni podemos intervenir en la torre ni tampoco sirve para nada”. La hermandad no tiene acceso a la torre, ni ésta dispone de dependencias ni de ningún elemento que justifique un proyecto que pudiera financiar la Santa Caridad. “Hay otras prioridades para la hermandad mucho antes que esa torre, que no tiene uso ninguno”.

La única solución para García Aragón pasa porque se unan “el Ayuntamiento, la Junta y demás instituciones para salvar la torre, que es patrimonio de Cádiz y forma parte de su paisaje urbano, porque ha sido testigo de la historia de la ciudad”.

Esta postura tan llamativa de la hermandad de la Santa Caridad resume los grandes problemas y las dificultades a las que se enfrentan determinadas entidades que tienen a su cargo iglesias y edificios religiosos. Como la hermandad del Prendimiento, por ejemplo, que paga al Obispado un alquiler simbólico por la finca en la que nació el beato Fray Diego José, donde está su capilla y también la casa de hermandad de esta corporación. “Como mínimo un 15% de los gastos de la hermandad se lleva cada año el mantenimiento de la finca”, señala el hermano mayor, Rafael Galeano, principal testigo de los problemas de conservación de una finca que como tantas otras en la ciudad padece serios problemas de humedad.

“Hay que estar continuamente recogiendo paredes, pintando, recogiendo malezas de la azotea...”, traslada Galeano, que avanza que en breve hay que volver a proteger la azotea con caucho, además de estar constantemente reparando grietas y demás desperfectos que se van localizando a lo largo y ancho del edificio. “Para que te hagas una idea, en un período de cuatro años pintamos dos veces la iglesia y toda la casa, e intervenimos otras dos veces la azotea”, explica, en lo que consideran en el Prendimiento un “mantenimiento normal”, sin que ocurra nada grave.

“Abrir la iglesia conlleva un gasto importante al mes; luz, agua, gratificaciones a los que vigilan mientras está abierta, capellán, limpieza...”, traslada el hermano mayor de la Santa Caridad, que para sufragar todo eso cuenta con las cuotas de los hermanos, aportaciones extraordinarias de los propios hermanos, las colectas de los domingos (el resto de días no se pasa el cepillo en la misa) y las limosnas que los feligreses dejan en los cepillos. Ingresos totales que deben usarse también para esas intervenciones necesarias en los históricos edificios, para el culto propio de las hermandades y para la acción social que todas desarrollan. “Nos pasamos el día haciendo números y planteando opciones”, reconoce Juan Antonio García.

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