El Guggenheim del vino
perversiones gastronómicas
La Ciudad del Vino de Burdeos se inaugura en junio
Francia es el país del vino. Nadie lo duda. Nos podemos poner como queramos pero es indiscutible. No son solo los vinos más exportados y los más consumidos, sino los que poseen el mayor capital cultural. Han convertido sus paisajes en territorios literarios y han cautivado por su elegancia y distinción. La estructura de la tierra, sus diferentes regiones vinícolas y su forma de vida definen los caldos franceses.
El vino del país vecino no es un bien de consumo aunque haya toda una industria que lo sustente, sino toda una expresión cultural protegida y enaltecida que le da valor e identidad y lo convierte en recurso patrimonial de todos.
Los franceses saben que conquistan el mundo con sus vinos llenos de sutileza y de erotismo.
Pero de todas sus zonas de producción enológica destaca Burdeos, donde existen más de cincuenta denominaciones de origen, ciento veinte mil hectáreas de cultivo y se elabora el vino en más de nueve mil bodegas o Châteaux.
En Burdeos creen que el futuro está en el vino y han concebido la construcción de la Ciudad del Vino que se inaugura el próximo mes de junio. Se trata del centro cultural más grande del mundo dedicado al legado universal del vino a través de los siglos y cruzando culturas y civilizaciones.
Representa un emblema cultural, recreativo y arquitectónico que convertirá Burdeos en un destino internacional con una previsión de casi medio millón de visitantes al año. Burdeos es una ciudad en proceso de transformación, que en los últimos diez años se ha alzado como una de los destinos turísticos más relevantes de Europa.
Considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2007 y recientemente votada como el mejor destino turístico de Europa en 2015, la capital de la región de Aquitania recibió más de cinco millones de visitantes en 2014 y continúa atrayendo nuevos inversores, turistas y residentes.
El florecimiento de Burdeos como destino turístico, de ocio y de negocios continúa expandiéndose rápidamente: la nueva línea ferroviaria de alta velocidad, todavía en construcción, conectará Burdeos con París en un viaje de tan solo dos horas en 2017. Se están abriendo nuevas rutas en el aeropuerto de Burdeos-Mérignac, y muchas más líneas de crucero fluvial y oceánico se están expandiendo en el icónico Puerto de la Luna.
Anclado en las orillas del río Garona, la Ciudad del Vino es un monumento para maravillarse. La arquitectura del edificio es completamente evocadora. Además también apela a la imaginación: una torre con más de cincuenta y cinco metros con un movimiento circular de cuello de cisne, en una curva infinita que parece cambiar de forma desde diferentes ángulos.
La ciudad del Vino también será un espacio abierto, de bienvenida, con un gran número de espacios sociales y culturales de entrada libre. Un gran centro pedagógico, expositivo, gastronómico y escenográfico lleno de conocimiento.
Los arquitectos, de la agencia parisina XTU, Anouk Legendre y Nicolás Desmazières, han imaginado una estructura repleta de ecos simbólicos: el tronco nudoso de una parra, la espiral de vino moviéndose en la copa, el reflujo y la corriente del Garona… su diseño captura el espíritu del vino y su esencia liquida: "una curva infinita, ligera y sensual"
El proyecto ha sido una iniciativa público-privada con un presupuesto de ochenta y un millones de euros y es el resultado de un proyecto colectivo de ciudad. Un recurso cultural de importancia estratégica, creador de riqueza y empleo para la economía local. En términos de impacto económico, cuando la Ciudad del Vino entre en vigor contribuirá con cuarenta millones de euros anuales. Además de estos beneficios sociales y económicos reforzará la reputación de Burdeos como centro cultural y turístico a escala nacional e internacional.
El proyecto no sólo es el edificio pero éste es un hito arquitectónico vanguardista, innovador y audaz. Es, en suma, una estructura escultórica perfectamente integrada en el territorio que va a definir para siempre la personalidad de Burdeos. Es el Guggenheim del vino.
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