HISTORIAS DE CÁDIZ

Gaditanos para la guerra de Cuba

  • Los regimientos de Álava y Pavía partieron desde sus cuarteles de las Puertas de Tierra

  • Despedida multitudinaria en la plaza de San Juan de Dios

A comienzos de 1895 los independentistas cubanos se levantaron en armas contra España. Fue el conocido como 'Grito de Baire' y daría lugar al inicio de la guerra de Cuba. Los rebeldes contaban en esta ocasión con fuerte apoyo, en armas y dinero, procedente de los Estados Unidos. La respuesta del Gobierno español fue contundente, con la movilización y envío de casi veinte mil soldados hacia las Antillas.

De diferentes puertos de la península comenzaron a salir buques con soldados embarcados hacia la guerra. Desde Cádiz partieron varias expediciones, que eran despedidas alegremente desde nuestro muelle y murallas. Todos confiaban en una rápida victoria y en un pronto regreso de los soldados a sus pueblos de origen. La superioridad de nuestros soldados era evidente, pero nadie contaba con las enfermedades tropicales que, a la larga, causarían muchas más bajas que la propia guerra.

Sin duda, la despedida más popular y dolorosa fue la que se llevó a cabo el 25 de agosto de ese mismo año de 1895, ya que en esa ocasión eran soldados gaditanos los que partían hacia la guerra. El Gobierno había decidido el envío del Regimiento de Álava, establecido en el cuartel de Santa Elena de las Puertas de Tierra y con numerosos soldados gaditanos en sus filas.

El alcalde de Cádiz, Benito Arroyo Gil, realizó una llamada a la población a través de la prensa para que todos los vecinos acudieran a la despedida que se llevaría a cabo en la plaza de San Juan de Dios y en los muelles. Junto a las tropas gaditanas también partiría el Regimiento de Soria, con base en Sevilla. A tal fin, el vapor Buenos Aires ya estaba fondado en bahía.

La plaza de San Juan de Dios, entonces llamada de Isabel II, se preparó para la ocasión con la colocación de numerosas banderas nacionales. Bajo los arcos del Ayuntamiento fue colocado un altar para celebrar misa solemne y en el balcón principal tres grandes letreros formados con flores rojas y amarillas con los nombres 'Cádiz', 'Soria' y 'Álava'. También fue colocado, para que presidiera la ceremonia, el viejo pendón de Cádiz que se conservaba en el Museo.

Los actos comenzaron a las cuatro de la mañana, con el traslado del paso con la imagen de la Virgen del Rosario, patrona de Cádiz, desde la iglesia de Santo Domingo a la plaza de San Juan de Dios. La imagen de la Santísima Virgen lucía un manto blanco con adornos en oro regalo de Ana de Viya.

Mientras la imagen de la Patrona era llevada a San Juan de Dios, hizo su entrada en la estación de ferrocarril el Regimiento de Soria, procedente de Sevilla y formado en su totalidad por 1.004 hombres. Desfilando, las tropas se dirigieron a la plaza que ya se encontraba totalmente llena de público.

La solemne misa fue oficiada por el obispo de la diócesis, Vicente Calvo y Valero. A la derecha del altar, en una pequeña tribuna, estaban situadas las autoridades civiles y militares. A la izquierda, la Corporación gaditana bajo mazas y una representación del Ayuntamiento de Sevilla. Las tropas que partían para Cuba se colocaron en el centro de la plaza, mientras que el público llenaba todos los rincones de San Juan de Dios y la muralla real.

Al finalizar la ceremonia religiosa, el prelado dirigió unas palabras a los soldados e impartió una bendición especial enviada por el Papa para los soldados españoles que marchaban a las Antillas. Ambos regimientos desfilaron a continuación en columna de honor ante la imagen de la Patrona y marcharon hacia las Puertas de Tierra para el almuerzo, consistente en arroz a la valenciana y estofado de carne. Los bodegueros de Cádiz obsequiaron a la tropa con una bota de amontillado. Cada soldado recibió un puro habano y un obsequio en metálico enviado por el Ayuntamiento.

El embarque de los regimientos estaba previsto a continuación. Sin embargo, a la vista de la enorme cantidad de público que aguardaba en las puertas de los cuarteles la salida de la tropa, las autoridades decidieron que los soldados marcharan hacia el muelle desfilando previamente por las calles del centro de la ciudad. Los militares marcharon por Torno de Santa María, Santo Domingo, Sopranis, plaza de San Juan de Dios, Pelota, Catedral, Prim, Columela, Palillero, Novena, Ancha, San Antonio, Murguía, Columela, San Francisco y de nuevo a la plaza de San Juan de Dios donde aguardaban el alcalde y los concejales del Ayuntamiento. En el desfile también participaron los estudiantes de nuestra ciudad, que siguieron a los soldados con las banderas de las Escuelas de Náutica, Comercio y la del Instituto de Bachillerato.

Relata Diario de Cádiz que "cuanto se diga de este desfile sería pequeño". El público salía de las aceras para abrazar a los soldados y entregarles todo tipo de obsequios. Varias mujeres en el barrio de Santa María entregaron sus abanicos a los soldados y ese gesto fue imitado en todas las calles.

En el muelle comenzaron las escenas más dolorosas. Cuenta este periódico que hubo infinidad de escenas sentimentales, "con varias madres caídas en el suelo presas de ataques nerviosos".

Los vapores auxiliares Amparo, Trocadero y Rosario, remolcando varias balandras se encargaron de llevar a los soldados hasta el vapor Buenos Aires, que a las seis de la tarde puso rumbo a Cuba, mientras el público que llenaba el muelle, murallas y alameda, despedía con sus pañuelos a los soldados y daba vivas a España.

Tres meses más tarde, el 21 de noviembre de 1985, le tocaba el turno de marchar a la guerra de Cuba al Regimiento de Pavía, establecido en el cuartel de San Roque de las Puertas de Tierra y también con numerosos soldados gaditanos en sus filas. En este regimiento había numerosos soldados de la provincia, lo que hizo que sus familiares llegaran de los pueblos para participar en la despedida.

En esta ocasión, la partida no fue tan alegre y solemne como en la anterior. La ciudad ya estaba acostumbrada a presenciar el embarque de las tropas hacia Cuba y, además, ya se tenían noticias de los numerosas bajas producidas por las enfermedades tropicales.

Junto a Pavía, le tocaba a marchar a Cuba al regimiento de Cazadores de Cataluña, establecido en Córdoba y que desde la estación de ferrocarril marchó directamente al muelle. Los gaditanos del regimiento de Pavía marcharon previamente a la Catedral para asistir a una misa solemne oficiada por el obispo Calvo y Valero, que al finalizar impartió su bendición.

Los soldados de Pavía acudieron directamente desde la Catedral al muelle, seguidos por los estudiantes con sus banderas. Los balcones de la calle Pelota y plaza de San Juan de Dios estaban adornados con banderas nacionales y una multitud animaba a los soldados con vítores a Cádiz, a España y a Cuba española. Varios pequeños vapores remolcando balandras se encargaron de llevar a los regimientos de Pavía y Cazadores de Cataluña al Buenos Aires, el mismo buque que había llevado al regimiento hermano de Álava, que estaba fondeado junto a la punta de San Felipe. A todos llamó la atención el embarque, junto a los soldados de reemplazo, de 68 jóvenes voluntarios y de 20 hermanas de la Caridad que iban a atender a los heridos y enfermos de la campaña.

La despedida de los soldados para la guerra de Cuba fue reflejada en el Carnaval del siguiente año de 1896 por Antonio Rodríguez, Tío de la Tiza autor del coro Los Claveles y del famoso tango que comienza con las estrofas "Al grito de Viva España/ desde los muros de esta ciudad/ a la ingrata manigua/ cincuenta mil hombres ha visto marchar".

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