Caza, captura y muerte del alcalde de Cádiz

Nuevos datos echan luz a la peripecia de Manuel de la Pinta desde el golpe del 18 de julio hasta que fue fusilado en su ciudad el 30 de septiembre de 1936

El nicho del cementerio de Cádiz en el que reposaron durante décadas los restos de Manuel de la Pinta, en una fotografía tomada en abril de 2008.
El nicho del cementerio de Cádiz en el que reposaron durante décadas los restos de Manuel de la Pinta, en una fotografía tomada en abril de 2008. / T.R.
T.R.

29 de septiembre 2019 - 07:00

Cádiz/En el verano de 1936, Manuel de la Pinta, alcalde republicano de Cádiz, permaneció 57 días encerrado en un hotel de Córdoba. Llegó allí el 19 de julio. Como no tenía suficiente dinero, vendió su reloj de oro por 125 pesetas que usó para anticipar el pago del hospedaje. El 13 de septiembre ya adeudaba 380 pesetas. En esa misma jornada, “unos muchachos requetés” gaditanos entraron en el hotel y lo detuvieron. De nada le había servido no haber salido a la calle ni un solo día, no haber recibido visitas y tampoco correspondencia. De la Pinta fue trasladado a Cádiz el 26 de septiembre y encarcelado en el castillo de Santa Catalina. Cuatro días después, los sublevados contra la República lo fusilaron en los fosos de las Puertas de Tierra. No había cometido ningún delito. Su suegra, la madre del célebre comparsista Paco Alba, que entonces era un joven de 18 años, se hizo cargo del cadáver.

Manuel de la Pinta tenía 31 años de edad cuando lo mataron. El golpe de Estado del 18 de julio del 36, que desencadenó la Guerra Civil, lo sorprendió en Madrid, en los exámenes de unas oposiciones a médico forense. Desoyó los consejos de su familia y trató de regresar a Cádiz. Pero el tren fue detenido en El Carpio, en la provincia de Córdoba, y los viajeros fueron trasladados a la capital cordobesa, que ya estaba en manos de los golpistas. Así acabó el alcalde de Cádiz en el hotel Cervantes, donde se alojó con su nombre, sin ser consciente del peligro que se cernía sobre él. Aunque no tardó mucho. Día tras día fue enterándose por la prensa de la suerte que corrían sus compañeros en Cádiz y de que otro tanto le esperaba a él.

Hasta ahora se sabía muy poco sobre la estancia de Manuel de la Pinta en Córdoba y aún queda por reconstruir buena parte de los pormenores de un crimen que avergonzaba incluso a las autoridades golpistas que lo promovieron y lo cometieron: al contrario que en otros casos, se cuidaron de publicar y airear el fusilamiento. Los datos que echan luz sobre las angustiosas jornadas de De la Pinta en el hotel Cervantes los ha encontrado este periódico en una noticia publicada en Abc el 15 de septiembre de 1936. La información da cuenta de la detención del “alcalde del Frente Popular de Cádiz” y recoge el testimonio del propietario del hotel Cervantes. Es él, Tomás Santonja Blanquer, quien explica que Manuel de la Pinta no abandonó el establecimiento “ni una sola vez” y aporta detalles sobre ese viajero que, dice, llegó la tarde del 19 de julio y dijo que procedía de Madrid.

El hombre comenta también que el huésped le garantizó que pagaría la cuenta porque su padre, teniente coronel de Carabineros con destino en Málaga, respondería por él. La noticia explica que a Manuel de la Pinta lo detuvieron el día 13 de septiembre “un capitán y varios números de requetés” que, “después de bastantes averiguaciones”, consiguieron saber dónde se hospedaba.

El historiador Santiago Moreno, autor de una biografía de Manuel de la Pinta, localizó hace tiempo una breve noticia publicada el 15 de septiembre de 1936 en Diario de Cádiz que también había pasado inadvertida y que aporta nuevos datos. Se trata de un telegrama que envía desde Córdoba a Cádiz el capitán jefe del Primer Requeté de Cádiz, “don José María Cabeza y Fernández de Castro, agregado a la columna del Excmo. señor general Varela”. El mensaje comunica que “elementos” de ese Requeté han detenido al “ex alcalde socialista enchufista Pinta”.

Otra noticia, también muy breve y también de Diario de Cádiz, permite conocer ahora otro detalle. Fue publicada el 4 de agosto del 36 y se hace eco de un rumor “que ha circulado con bastante insistencia” sobre la detención de Manuel de la Pinta en Córdoba. Esto es, que los sublevados supieron muy pronto que el alcalde republicano de Cádiz había salido de Madrid y recalado en la capital cordobesa. Pero tardaron más de un mes en dar con él.

Cuando lo hicieron, cuando consiguieron averiguar su paradero y detenerlo, no lo trasladaron inmediatamente a Cádiz. Manuel de la Pinta permaneció encarcelado en Córdoba hasta el 26 de septiembre. Qué ocurrió hasta esa fecha desde el día 13 de ese mes es una laguna por explorar. Queda por saber si fue juzgado, si compareció en un consejo de guerra y fue condenado a muerte. O si fue juzgado en Cádiz tras ser trasladado a esta ciudad. O bien otra posibilidad no desdeñable: si no hubo tal juicio y fue fusilado sin más.

Diario de Cádiz se hizo eco de la llegada de De la Pinta a Cádiz. La noticia, igualmente breve, explica que el “ex alcalde” llegó “a cargo” del capitán de la Guardia Civil Antonio Escuin, “que durante bastante tiempo fue jefe de las fuerzas de San Fernando”. Escuin había tenido un incidente con el diputado de Izquierda Republicana Manuel Muñoz Martínez, lo que había provocado su traslado forzoso, y culpaba de ello también a Manuel de la Pinta.

Según ha relatado el historiador Jesús Núñez, Escuin escribió una carta al general Varela cuando supo de la detención de De la Pinta, a quien se refiere como “canalla, bandido y sinvergüenza”. En ella le comunica a Varela el “interés grande” que tiene “en fusilarlo”. Y añade en la misiva: “Me han dicho que Cádiz lo reclama, así pues te suplico que me concedas de acuerdo con mi general Queipo de Llano sea yo precisamente el que lo conduzca; ya que por ser preciso mi servicio en Écija no he podido darme el gustazo de fusilar a los canallas de San Fernando, te suplico no me eches en olvido en uno ni otro caso, que te quedaré agradecido”.

La prensa estaba totalmente controlada por los sublevados y bajo censura previa cuando Manuel de la Pinta llegó a Cádiz y fue encarcelado en el castillo de Santa Catalina. En Diario de Cádiz ya no hubo referencia alguna al alcalde republicano en los días siguientes. Ni siquiera apareció la noticia de su fusilamiento, como sí ocurrió en otros casos. Fue el 30 de septiembre de 1936 y al frente del Ayuntamiento de Cádiz se encontraba en ese momento Ramón de Carranza, que el mes de julio anterior se había sumado de manera entusiasta a los sublevados contra la República y se había hecho con la Alcaldía por la fuerza de las armas.

Pasaron luego cuarenta años hasta que se pudo volver a hablar y escribir acerca de Manuel de la Pinta Leal y sobre lo que le había sucedido.

Culto, generoso y honesto, de referente para sus convecinos a olvidado

Paco Alba decía que tenía una estilográfica de oro guardada para cuando volviese la democracia. No era una figura literaria. Su hija Cati ha explicado que era real: pertenecía a su cuñado Manuel de la Pinta. Santiago Moreno, biógrafo de De la Pinta, rememora esa y otras historias que va incorporando al nuevo material que un día permitirá completar el perfil de un personaje olvidado en su ciudad.

Nombrado Hijo Adoptivo de Cádiz en 2006, el último alcalde republicano da nombre a una calle (alejada del centro y nada transitada). Pero en la ciudad casi nadie sabe nada de un hombre que fue un referente para sus convecinos en los años 30. Como relatan los historiadores Santiago Moreno Tello y Rubén Benítez Aragón en el libro La destrucción de la democracia: vida y muerte de los alcaldes del Frente Popular en la provincia de Cádiz, el joven burgués nacido en Málaga que llegó a Cádiz para estudiar Medicina se convirtió pronto en líder de las juventudes republicanas y, en 1932, en un alcalde que destacaba por ser “culto, generoso, honesto y leal”.

No por ello descuidó su carrera profesional: con 23 años comenzó a trabajar en la clínica del doctor Argüelles, meses después logró por oposición la plaza de inspector municipal de Sanidad y luego fue médico de guardia en el hospital Mora y contratado como profesor ayudante en la Facultad de Medicina. Además, atendía una consulta privada en su domicilio, en la calle San Pedro.

De la Pinta fue un destacado miembro de Izquierda Republicana, el partido liderado por Manuel Azaña, al que pertenecía una mayoría de la burguesía progresista gaditana. La promoción de la enseñanza pública y la preocupación por el paro obrero se convirtieron en pilares de la política desarrollada por las corporaciones que presidió. Con la decisión de aplicar la Constitución y suspender las subvenciones municipales a las instituciones religiosas, De la Pinta se ganó la enemistad de la Iglesia. También de los propietarios de fincas cuando la Oficina Sanitaria Municipal exigió unas mínimas condiciones de habitabilidad en las viviendas alquiladas. Josefa Medina, la madre de Paco Alba, siempre contó que fue ella quien le colocó un pañuelo en el rostro cuando lo mataron. Y se dice que durante la dictadura franquista, Paco Alba le llevaba a la sepultura una rosa roja.

stats