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Historia

La Catedral de Cádiz y la Armada española

  • El autor propone un acercamiento a los primeros pasos del proyecto para construir una nueva Catedral en Cádiz, a partir de 1721, con la influencia ejercida desde la academia de la Armada

Dibujo de Javier de Navascués que hace una comparación entre el proyecto de Acero (1722) y el realizado por Machuca (1790).

Dibujo de Javier de Navascués que hace una comparación entre el proyecto de Acero (1722) y el realizado por Machuca (1790).

Afirmar que la Catedral de Cádiz es como es por una clara influencia del personal de la Armada no sería del todo cierto, pero tampoco sería del todo incierto.

Digamos que a principios del siglo XVIII, se produjo en España lo que algunos han visto como una profesionalización de los Ejércitos Reales y otros, una militarización de las Ciencias y como consecuencia de ello la creación, de forma paulatina, de las academias de formación para los oficiales de los Ejércitos.

Así, sería la Armada en 1717 la primera en establecer una academia para la formación de sus oficiales, la de guardias marinas en Cádiz, situada a espaldas, e incluso en parte, de lo que hoy es el Ayuntamiento, en el barrio del Pópulo.

El centro gaditano se convirtió, junto a la creación de los arsenales, en el proyecto estrella de la Armada reflejando el interés en que fuese una academia capaz de responder a la formación ilustrada que se les iba a exigir a los futuros oficiales. Es más, según José de Patiño, se les debería de estimular a adquirir “la virtud, las Ciencias y la Gloria”.

En el aspecto de la formación militar, la Compañía de Caballeros Guardiamarinas se puso al mando del brigadier don Luis Dornay.

En cuanto a la formación en las ciencias, se decidió nombrar como primer director de esa nueva Academia de Oficiales de la Armada a don Francisco Antonio de Orbe, quien era el piloto mayor de la Casa de Contratación desde 1694 hasta su traslado a Cádiz en ese mismo año de 1717, al tiempo que también era su arqueador y medidor de naos y catedrático de Artillería, Fortificaciones y Escuadrones.

Además, en ese interés de que el profesorado fuese el mejor posible se trajo desde Sevilla, como maestro de la academia a don Lucas Valdés Morales, el único hijo varón del afamado Juan Valdés Leal, iniciando su etapa gaditana el 30 de abril de 1719.

La ciudad de Cádiz experimentó a partir de 1717 un crecimiento espectacular, tanto en el plano económico, como cultural y de población, a lo que había contribuido enormemente el traslado, ya mencionado, a esta ciudad de la Casa de Contratación.

La Diócesis de Cádiz tomaría entonces la decisión de afrontar la construcción de una nueva Catedral más acorde con la nueva ciudad que iba surgiendo y, al poco tiempo, en 1721, el Cabildo Catedralicio, teniendo para ello ya distintos proyectos decidió se consultasen a “las personas inteligentes para que determinen con su Ilustrísima el Señor Obispo nuestro prelado y con los Caballeros Diputados de la Ciudad la que tengan por más conveniente y proporcionada al sitio y circunstancias”, tal y como se puede leer en el acta del mencionado Cabildo del 26 de septiembre de ese año de 1721. Esas consultas a “las personas inteligentes” los llevó a la Armada. En concreto, a don Francisco Antonio de Orbe, como consta, así mismo, en el acta del 13 de octubre de 1721, en donde se dice que todas las posibles plantas de la nueva iglesia se habían puesto en poder “del Maestro de Matemáticas de los Guardias marinas”, y finalmente el 24 de octubre de 1721 se dice, también en esas actas, que se trataba de hacer la elección del proyecto así como de la persona que iba a dirigir los trabajos, y por ello, se concreta que el tesorero del Cabildo había ido al domicilio de don Francisco de Orbe “en su casa de Maestro de Matemáticas de los Guardias Marinas”, quien dijo que de todas las posibles plantas la más conveniente y digna era la del hoy llamado arquitecto Vicente Acero y que como este se encontraba en esos momentos en la ciudad, había sido “examinado del dicho Don Francisco”.

Dibujo de Javier de Navascués comparando la altura de la Giralda y las torres del proyecto de la Catedral realizado por Vicente Acero. Dibujo de Javier de Navascués comparando la altura de la Giralda y las torres del proyecto de la Catedral realizado por Vicente Acero.

Dibujo de Javier de Navascués comparando la altura de la Giralda y las torres del proyecto de la Catedral realizado por Vicente Acero.

Es decir, fue la Academia de Guardias marinas de la Armada quien seleccionó el proyecto y la figura del maestro Acero como el hombre capaz de llevar adelante tan colosal obra. Ni más ni menos que la que se llamaría “La Catedral de la Santa Cruz sobre las aguas”.

Hay que decir que el obispo de la Diócesis de Cádiz, don Lorenzo Armengual de la Mota, había sido también nombrado, el 16 de abril de 1717, vicario general de la Armada, lo cual podría haber influido para poner en manos de don Francisco Antonio de Orbe tan importante decisión.

Don Francisco Antonio de Orbe, que había nacido en Pinos del Valle (Granada), falleció en Cádiz el 22 de diciembre de 1723, en su domicilio “junto a la Cárcel en casas de Dª Camila de Villavicencio” siendo enterrado en la iglesia de San Francisco.

Pero, pensamos, que las decisiones acerca de la nueva Catedral las tomaría el director de la Academia de Guardias marinas en conjunción con el también maestro de ella don Lucas Valdés, quien ya había demostrado en su etapa sevillana su alta formación artística y en las matemáticas en la realización de todas sus obras. Máxime que, como es sabido, la construcción de la que se llamaba Nueva Catedral tuvo problemas desde casi el principio, teniendo que realizar el propio Acero escritos en defensa de sus trabajos y en esos escritos hacía mención a don Lucas Valdés.

Don Lucas Valdés falleció en Cádiz el 22 de febrero de 1725 siendo enterrado en la iglesia de San Antonio.

Vicente Acero y Arebo, cansado de todas las críticas recibidas, abandonó la construcción de la Nueva Catedral en 1729, ya hecha la planta e incluso la cripta y, tras su marcha, la Catedral que se llevaría a cabo ya no tendría el esplendor con que la habían soñado quienes aconsejaron su elección.

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