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Isidoro Cárdeno. Empresario

"En Cádiz la gente tiene mucho paladar, a pesar de no haber dinero"

  • Las palabras esfuerzo y sacrificio han marcado la vida de Isidoro Cárdeno, propietario del restaurante Cumbres Mayores, que comenzó a trabajar con 15 años.

ISIDORO Cárdeno nació en la Sierra de Huelva hace 65 años, pero desde los 15 reside en nuestra ciudad. Enamorado de Cádiz, aunque siempre pendiente de su tierra donde tiene negocios y familia, es uno de los hosteleros más recocidos de la capital, donde regenta el restaurante Cumbres Mayores.

-Usted es onubense pero lleva toda la vida en Cádiz. ¿Cómo llegó a la ciudad?

-Yo nací en Cumbres Mayores pero llevo 50 años en Cádiz, donde llegué por circunstancias familiares. Mi padre tenía un pequeño negocio de chacinas en Cumbres, las cosas no le fueron bien y mi casa estaba pasando por un trance un poco complicado, por lo que no tuve más remedio que venirme a trabajar. Me vine a Cádiz porque aquí estaba un primo de mi madre que me buscó un empleo en la delegación de Pescanova, donde estuve cinco meses. Este tiempo fue muy duro porque me levantaba a las cuatro de la mañana para repartir por la Sierra. El primer pueblo al que íbamos era Setenil, y el chófer que iba conmigo se paraba en todos los negocios de lucecitas rojas, que yo en esa época no sabía lo que eran, y me dejaba en el camión con el motor apagado y pasando un frío tremendo. Llegábamos a Setenil a las siete de la mañana. Luego tenía que descargar los productos congelados, a pesar de que al chófer le pagaban un plus por hacer ese trabajo, pero se aprovechaba de mí por mi edad y mi inexperiencia. Yo descargaba, metía en el frigorífico los productos, los seleccionaba...

-Con 15 años era usted prácticamente independiente.

-Así es, y fueron unos meses muy malos. Me quedaba en la pensión Barcelona, en la calle Montanilla, donde estuve viviendo hasta que me casé.

-¿Qué hizo tras esos cinco meses en Pescanova?

-El pariente que tenía en Cádiz, al ver mi forma de trabajar, me llamó para ver si quería irme a la empresa de Francisco Chaparro, que se dedicaba a la distribución de chacinas y coloniales al por mayor. Aquí estuve más de 10 años trabajando como un negro, porque este señor se aprovechó de las circunstancias de mi familia, me tenía sin seguro, no me pagaba un sueldo... Solo pagaba las 90 pesetas diarias de la pensión completa y cuando hacía balance a final de año me daba una gratificación. Me daba bocaditos, pero muy escasos, lo pasé muy mal. Aún así le mandaba a mis padres todo lo que podía para ayudarlos y cual fue mi sorpresa cuando le dije a mi madre, a los años, que me iba a comprar un piso aquí y ella me dio todo el dinero que yo les había mandado, porque lo había guardado en una cartilla para mí.

-Y el salto hasta sus negocios actuales, ¿cuándo se produce?

-En el año 1976 un paisano mío, Plácido Moreno, y yo, decidimos establecernos por nuestra cuenta, tras vernos en la calle, como almacenistas de chacinas y coloniales al por mayor. Empezamos de cero y fuimos a Banesto a hablar con el director y éste nos dijo que necesitábamos un fiador para darnos el crédito pero nosotros nos conocíamos a nadie. Así que volvimos al día siguiente y le dijimos: mire don Antonio, nosotros lo único que podemos darle es seriedad y trabajo. Entonces nos dijo que con esa palabra le bastaba y compramos el local que tengo en la calle Sagasta. Fíjate si no teníamos nada que mi mujer, la mujer de Plácido, Plácido y yo, íbamos a limpiar y a pintar el local mientras la gente estaba en la playa. Llevábamos a mi hijo mayor en el carrito y con un bocadillo echábamos todo el día allí. En 1988 murió mi socio, lo que fue un duro golpe para mí porque estábamos muy compenetrados, era un excelentísima persona y siempre le estaré muy agradecido. Otra vez tuve que empezar prácticamente de cero.

-¿En qué consistió ese nuevo comienzo?

-En 1988 monté en Cumbres Mayores una fábrica de chacinas con mi hermano, que ya hemos ampliado dos veces y ahora la vamos a ampliar de nuevo, porque el mercado lo requiere y la cosa funciona bien. Luego empecé a distribuir en Cádiz nuestros productos y siempre tenía en mente montar un local de hostelería. Vimos varios locales, como el que hoy es el Barra7 o la mantequería de la calle San José, hasta que mi socio Jesús me llamó y me dijo que se vendía la antigua Cervecería del Puerto.

-¿Cuándo abrió el restaurante Cumbres Mayores?

-En diciembre del año 2000, aunque compramos el local en 1999 y ese año estuvimos de obras para adecuarlo.

-¿Cómo era la calle Zorrilla en aquella época? ¿Había competencia?

-Estaba Aurelio y pocos negocios más. La calle había caído porque en nuestro local había antes un pub de copas y tenía muy mala fama la zona por los ruidos y las protestas lógicas de los vecinos. Nuestra llegada impulsó la zona y se instalaron nuevos negocios.

-¿Tuvieron éxito desde el principio?

-La verdad es que sí. La gente decía que era por la novedad, porque ofrecíamos algo diferente, pero hoy día el negocio va a más, siempre nos ha ido bien.

-¿Era una apuesta arriesgada dedicar un local exclusivamente a la carne y las chacinas?

-Fue una apuesta arriesgada porque se invirtió mucho dinero, tanto en la compra del local como en las obras, pero yo siempre tuve en mente poner un negocio en el que vender lo mejor de la Sierra de Huelva porque los bares de aquella época ofrecían todos lo mismo: ensaladilla, papas aliñadas, huevas aliñadas y poco más.

-Su restaurante cuenta con una plantilla muy asentada, imagino que eso también ayuda.

-Claro, era muy importante encontrar el personal adecuado. Yo tuve la suerte de encontrar a dos grandes personas, mis socios Jesús Ramos y Manolo Mera. Siempre he tenido suerte con mis trabajadores, tanto en mis empresas anteriores como en las actuales. Tenemos el personal que se merece este local.

-¿Piensa que a la hostelería gaditana le hace falta una mayor profesionalización?

-En Cádiz hay buenos profesionales, pero sí es verdad que la hostelería está poco profesionalizada: hacen falta mejores establecimientos y atención al cliente. También hay que señalar que muchos trabajadores están sin ser dados de alta, con sueldos precarios... muchas veces la culpa es del patrón, que se aprovecha del trabajador. Yo he vivido eso y es muy triste, por eso defiendo que la gente gane lo que se merece; abusar de las personas es lo último que yo haría en mi vida. En nuestro restaurante tenemos a 19 personas que cobran religiosamente, como tiene que ser, porque tengo claro que sin este personal esto no funcionaría y sería un caos. Ese es nuestro éxito, nuestro personal, además de ofrecer unos productos de primera categoría.

-¿Cree que la hostelería es un sector que se queja mucho y hace poco?

-Los hosteleros debemos aportar a la ciudad, pero las administraciones deben hacer algo para atraer público. Por ejemplo con los barcos. No vale decir que los cruceristas no dejan nada: si se toman un café pues ya te están dejando algo. A nosotros nos vienen grupos concertados, hasta tres o cuatro a la vez, y es algo que agradecemos.

-¿Los gaditanos saben comer?

-Sí, la gente de Cádiz come bien y sabe lo que come. Al cliente si no le pones calidad lo pierdes y cuesta recuperarlo porque no hay publicidad más efectiva que el boca a boca. En Cádiz la gente tiene mucho paladar, a pesar de no haber dinero. Lo malo de esta ciudad es que no hay industrias, se han perdido, pero a pesar de eso la gente sale y consume. En vez de 20 ahora se gastan 10, pero no se quedan en casa. La idiosincracia del pueblo de Cádiz es acostarse hoy sin nada y amanecer mañana sin nada, pero habiendo disfrutado. Yo eso lo valoro mucho.

-Es conocida su afición por el Cádiz C.F.

-Sí, pero quiero aclarar que nunca he pertenecido a ningún Consejo de Administración, porque hay mucha gente en Cádiz que piensa lo contrario. Siempre he colaborado cuando el club lo ha necesitado, pero nunca he sido directivo.

-¿Por qué no ha querido serlo?

-Por las críticas: si la pelota entra todo es bueno, si no, todo es malo. Hay gente a la que le ha costado el Cádiz dinero, como Paco Puig y Federico González, a los que les costó dos millones de euros y muchos disgustos. Lo que yo siento por el Cádiz es pasión, mi afición no tiene explicación, pero disfruto mucho cuando juega y vuelvo disgustado a casa cuando pierde.

-Incluso declaró en el juzgado por una supuesta prima para que el Cádiz ascendiera.

-Eso ocurrió en Las Palmas. Cuando el Cádiz ascendió yo fui el primero en bajar al campo a celebrarlo y salí en las pantallas. Luego unos periodistas de allí publicaron que un empresario de Cádiz compró el partido y me relacionaron. Tuve que declarar por videoconferencia, pero iba muy tranquilo porque no había participado ni tuve nada que ver. Al final fui absuelto.

-Esa pasión por el club, ¿la han heredado sus hijos y nietos?

-Claro, soy el primero en ir a sacarnos el carnet de socios y voy con mis nietos mayores de 6, 5 y 4 años, todos vestidos con la equipación, cada domingo que juega el Cádiz al Carranza.

-Su vinculación con la ciudad lo llevó a ser elegido Rey Mago.

-Sí, fue en el año 2005 y fue una experiencia inolvidable. De las mejores cosas que me ha pasado en la vida tras mi boda y el nacimiento de mis hijos y nietos. De verdad que te llegas a creer que eres rey, ves la bondad de los niños, su mirada... Cuando salía del Ayuntamiento, tras la recepción oficial, le pregunté a una niña qué quería por Reyes y me dijo: que se cure mi padre. Eso es muy duro. Ir al hospital y ver las caritas de esos niños... eso no tiene precio ni comparación.

-La falta el Carnaval y la Semana Santa para ser un gadita total.

-También colaboro. Lo hago con la Peña La Estrella cada Carnaval; me gusta el flamenco, soy socio de la peña Enrique El Mellizo y colaboro con la peña La Perla, y tengo una silla reservada cada Semana Santa en Candeleria.

-Siendo un personaje conocido en Cádiz, ¿no le han tentado nunca de la política?

-Sí, por ambas partes, pero por las críticas y la presión he dicho siempre que no, además de que no valgo para la política. Me gusta pasar por los sitios tranquilo y que no me digan nada.

-Y ahora, ¿a qué se dedica?

-Me acabo de jubilar, pero me sigo levantando a las siete de la mañana y llego a mi casa a la misma hora de antes. Ahora a lo que me dedico es a disfrutar de mis nietos, son mi locura, es lo mejor que me ha pasado en los últimos tiempos. Mi trabajo no me permitió disfrutar de mis hijos, aunque ellos son la lotería más grande que me ha tocado nunca, son de diez. Y estoy casi convencido de que sin mi mujer no hubiera sido nada en esta vida, mi mujer lo ha sido todo para mí.

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