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El preámbulo de la gala

Premios Max: Cádiz, un buen anfitrión en el mejor escenario

Los miembros de la compañía Ron Lalá cantan en las puertas del Teatro Falla.

Los miembros de la compañía Ron Lalá cantan en las puertas del Teatro Falla. / Julio González

“Quilla, aquí cada día hay algo”, le decía una joven universitaria a una compañera mientras ambas pasaban por delante del Gran Teatro Falla en dirección a la Facultad de Medicina. Después del concurso de los Carnavales, después de la inauguración del Congreso de la Lengua, rey cajonero incluido, el Falla se ha engalanado hoy para acoger la entrega de los Premios Max de las Artes Escénicas. Un gran cartel en su fachada, un buen puñado de vallas delimitando distintos espacios en la entrada del teatro y una alfombra roja revelaban a las jóvenes estudiantes que el Falla, de nuevo, se aprestaba a celebrar algo importante. Cádiz, una vez más, ha ejercido de buen anfitrión en el Falla, el mejor escenario posible para acoger la gala de unos galardones que premian el talento en las artes escénicas españolas.

Mientras los profesionales de la prensa, más de cien acreditados, iban recogiendo sus credenciales en la taquilla del teatro, un buen grupo de operarios comenzaba a preparar la alfombra roja por la que desde las seis de la tarde fueron desfilando los finalistas, invitados a la gala y destacados artistas que poco a poco fueron concitando el interés del público en una plaza primero desierta y que, a poco de que empezara empezara la gala, se fue llenando de gente, entre ellos decenas de curiosos que también querían inmortalizar a los personajes más famosos que fueron desfilando por la fachada del Falla antes de entrar en el teatro.

Una alfombra roja, eso sí, que comenzó un poco desangelada y que algunos grupos fueron animando con sus comentarios, sus diálogos improvisados con la prensa o haciendo alguna gracia o gesto mientras posaban para la fotografía. Como los miembros de la compañía Ron Lalá que se lanzaron a cantar alguna pieza de su espectáculo ante los micrófonos de televisión o los integrantes de Payasospital, ganadores del Max Social, que se pusieron su nariz de payaso para posar ante las cámaras. Y el gaditano David Palomar, que simuló dar un bocado a la manzana que presidía el cartel del ‘photocall’ en cuanto los fotógrafos se lo reclamaron.

Uno de los primeros responsables de la gala en llegar al teatro fue el gaditano José Troncoso, uno de los directores del espectáculo junto a Ana López Segovia. Los dos se hicieron poco después la foto ante la prensa y estuvieron un tiempo recibiendo a algunos invitados, saludando a conocidos que se encontraban en la plaza o haciéndose fotos de manera informal ante la entrada al teatro. También con la gente se paró a charlar brevemente la cantante Lucrecia, uno de los artistas más reconocibles públicamente y que tenía previsto cantar en la gran gala final.

Sobre las siete y cuarto de la tarde, las puertas del Falla se abrieron para que pudieran ir entrando los invitados a la gala, aquellos que no tenían que acudir al pase fotográfico, y sobre esa hora el ‘photocall’ se fue ralentizando y creando cierta cola en uno de los laterales del teatro, políticos incluidos, y cierta dosis de nerviosismo entre los organizadores del pase, que veían cómo el retraso amenazaba con repercutir en el comienzo de una gala que, con la televisión en directo de por medio, no podía permitirse el lujo de empezar más tarde.

Cádiz fue un buen anfitrión antes del comienzo de la gala, en el recibimiento de finalistas, artistas e invitados. Hasta el levante se portó, aunque a veces sopló con fuerza. Anfitrión que, si hacemos caso a Plauto en su comedio del mismo título, no fue más que el padre adoptivo de Hércules, a la sazón fundador mitológico de esta ciudad que se está acostumbrado, para bien, a acoger cosas buenas.

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