El control de la moral pública

Baños en La Caleta

  • Los barracones de principios del siglo XX se convirtieron en un balneario que forma parte de la imagen de la playa.

Carlos Díaz siempre lamentó no haber mandado a una excavadora para tirar el ruinoso edificio del balneario de La Palma, que afeaba a la playa más popular de la capital y que amenaza con caerse de un momento a otro. La Junta fue ágil en ese momento y calificó el edificio como BIC, evitando su demolición aunque tuviera para ello que garantizar su costosa rehabilitación, hasta convertirlo en el hoy Centro de Arqueología Submarina.

El tiempo ha dejado claro que dedicar el balneario a usos administrativos, por muy relacionados que estén con el mar, no parece lo más lógico pues ahora Junta y Ayuntamiento negocian retornar a los usos primitivos del edificio.

Los médicos del manicomio de Capuchinos llevaban a la playa a los enfermos

Y tan primitivos, porque los primeros datos que hay del uso por parte de los bañistas a la playa de la Caleta datan de principios del siglo XIX, cuando se levantaron los llamados "Barracones o Baños del Real", por el precio que había que pagar por su utilización, aunque hubo épocas en los que fueron gratuitos y otros el dinero se utilizaba para el Hospicio Provincial.

A medida que fueron pasando los años, los barracones se modernizaron y ya en 1882 el concesionario de los Baños del Real introdujo importantes mejoras en las instalaciones. Ensanchó el salón de descanso por medio de una galería de cinco metros de ancho por veinte de largo y un "magnífico puente entoldado" de 42 metros de longitud, según contaba la crónica de Diario de Cádiz.

El conjunto disponía de 25 casetas (que un año más tarde se incrementaron hasta una treintena por la afluencia de público) para el uso de los bañistas a dos metros de la arena, por lo que los usuarios se evitaban pisarla para llegar al mar. El balneario funcionaba entre las cuatro de la madrugada y las seis de la tarde para ambos sexos, aunque desde esa hora y hasta las nueve de la noche, el uso exclusivo era para las damas.

Curiosamente, el concesionario publicitaba sobre la calidad de las aguas de La Caleta, mencionando que éstas eran recomendadas por insignes doctores gaditanos, como Cayetano del Toro, Enrique Moresco y Marcelino Martínez. Entonces se especificaba que la única madrona existente cerca de los baños desaguaba detrás del castillo.

Eran tan buenas estas aguas que en la primera década del siglo XX los médicos que atendían a los enfermos ingresados en el manicomio de Capuchinos organizaban baños en esta playa, comenzando a las cuatro y media de la madrugada. "Los enajenados estarán siempre acompañados de varios loqueros y por fuerzas de seguridad", aclaraba el Diario, para tranquilidad del vecindario.

La gran reforma en La Caleta se produjo en 1924. En aquel momento la Diputación Provincial decide construir un edificio fijo, alejado de la precariedad de los barracones del Real. Finalmente se elige un proyecto de Enrique García Cañas modificado en parte por el arquitecto provincial Juan José Romero.

El nuevo y flamante balneario se levantará en 1926 ocupando desde entonces un lugar privilegiado en la imagen de La Caleta. Con la estética propia del Movimiento Moderno, utilizando el hormigón armado visto, el edificio principal contará con dos brazos, estrechos y sustentados sobre la arena por finos pilares. La marea alta los cubrirá parcialmente.

El recinto será un éxito, destinado para dar servicios a la playa, aunque entre 1936 y 1943 será sede de la Escuela de Flecha Navales, de la Falange, e incluso de un cine.

Los años de esplendor se iniciarán en 1958 cuando la gestión la asume el empresario José Paredes. El Balneario será sede desde ese año de banquetes y fiestas, convirtiéndose en un referente del verano gaditano.

Pero como casi todos los edificios de la ciudad, la necesidad de invertir en su mantenimiento terminó por certificar su defunción. En 1975 hubo un intento por revitalizarlo, pero el coste de las obras era demasiado elevado y el inmueble comenzó una lenta decadencia hasta que en 1990 la Junta asumió su rehabilitación integral.

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