Un trabajo policial exhaustivo
Un año sin Marta del Castillo
La jefatura se volcó desde el primer momento para tratar de resolver la desaparición de la adolescente
Más de 150 declaraciones, 158 evidencias biológicas, perfiles genéticos de los sospechosos mezclados con los de Marta del Castillo, cientos de conversaciones telefónicas rastreadas, las confesiones de tres de los imputados y un trabajo exhaustivo de búsqueda del cadáver en el río Guadalquivir y en el vertedero Montemarta-Cónica son los avales de una de las investigaciones más complicadas a las que se ha enfrentado la Policía sevillana en su historia reciente.
Pese a las pruebas encontradas y que los asesinos fueran detenidos tres semanas después de la desaparición de la menor, la ausencia del cuerpo empaña una investigación de miles de horas. A ello se le unen los continuos cambios de versión de los implicados que han embrollado el caso hasta el punto de que lo único que se sabe con certeza científica es que Marta del Castillo fue agredida en la casa de León XIII y que sus agresores fueron presuntamente Miguel Carcaño y un menor apodado el Cuco.
Así lo acreditan las pruebas practicadas por la Policía Científica, que encontró sangre de Marta en el forro de una chaqueta de Miguel Carcaño y restos de la menor en la colcha de una de las camas. La colcha había sido lavada con lejía pero aún así contenía una mancha grande con ADN de Marta. Por el tamaño de la mancha, los expertos creen que se trataba de sangre -pero esta circunstancia no está acreditada porque sólo hay sangre como tal en la cazadora- y, por tanto, que la joven muriera en la vivienda, si bien los asesinos pudieron trasladarla aún viva y que falleciera en otro lugar. Entre esos restos también estaba mezclado el perfil genético del Cuco, que posiblemente se mareó y escupió sobre la cama.
Tanto la chaqueta como la colcha dieron positivo cuando se le aplicaron reactivos químicos como el luminol y la bencidina. También se encontró un perfil de Marta mezclado con el de Carcaño en el mango de la silla de ruedas de la madre de éste, pero aquí pudo llegar por transferencia. Es decir, posiblemente los asesinos envolvieran el cuerpo de Marta en una manta o plásticos y utilizaran la silla de ruedas para trasladarlo hasta otro sitio, probablemente un coche. Las manos de Carcaño podrían contener algún tejido o resto de Marta que se transfiriera a la empuñadura de la silla de ruedas sin necesidad de que la joven tocara este objeto.
Las pruebas científicas implican a Carcaño y al Cuco de manera irrefutable, según la Policía, mientras que a Samuel Benítez lo implica su propia confesión. Los tres jóvenes, por separado, dieron a la Policía la misma versión de los hechos. Dijeron que la habían trasladado en coche hasta el río y la arrojaron sobre las diez y media de la noche desde el puente del antiguo ferrocarril hacia Camas. Por eso, los investigadores dieron credibilidad a esta versión, aunque posteriormente barajaron que el cuerpo puso ser sacado de la vivienda en torno a la 1:30 horas de la madrugada siguiente, lo que corroboraría el hecho de que dos testigos vieran a Miguel Carcaño manipulando una silla de ruedas a esa hora. Los investigadores creen, no obstante, que Carcaño pudo inventarse la versión del vertedero por puro afán de protagonismo.
El cuerpo pudo ser arrojado al río y no haber sido encontrado aún. El nivel del Guadalquivir oscila entre los 13 y los 18 metros cada seis horas y media aproximadamente. Tres cuartos de hora después de que supuestamente se arrojara el cadáver, la presa de Alcalá empezó a liberar agua. Tres semanas después, un grupo formado por más de 300 personas entre policías, militares y guardias civiles comenzó a buscar el cuerpo de la joven.
Los padres de Marta centran sus críticas en las primeras horas de la desaparición, cuando Antonio del Castillo denunció la ausencia de su hija y dijo incluso dónde y con quién creía que podía estar. Los expertos consultados por este periódico aseguran que para la Policía hubiera sido imposible obtener una orden de registro de una vivienda unas horas después de la desaparición y sin pruebas sólidas y que reaccionó de la manera más rápida que pudo. Prueba de ello es que el teléfono de Miguel Carcaño estaba pinchado, con autorización judicial, desde el martes siguiente a la desaparición.
Las siguientes versiones del crimen aportadas por Carcaño en prisión y por la ex novia de éste, la menor de Camas, sólo hicieron confundir el caso hasta el punto de que la instrucción se ha cerrado sin que se sepa con certeza qué ocurrió la noche del 24 de enero de 2008 en León XIII.
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