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Provincia de Cádiz

Historia(s) de la cárcel

  • Personas que pasaron por el centro penitenciario de La Asunción, en Jerez, relatan la vida en la antigua prisión, cerrada en el año 2000, que se será derribada en junio

Cuando la cárcel de La Asunción, en Jerez, se inauguró en 1962, contaba con las últimas mejoras de un centro penitenciario español: Era una cárcel moderna que tenía una enfermería con calefacción y hasta una piscina. Sobrevivió a la dictadura, acogió a presidiarias, menores y sonados apellidos, sufrió en sus carnes la aparición del sida y vivió los primeros motines sobre sus azoteas en los inicios de los tiempos de libertad. Hasta que en diciembre de 2000 cerró sus puertas. Cuarenta y siete años después, la situación de la cárcel es inmunda, saqueada hasta el tuétano, rancia y hasta peligrosa. Pero no importan a las autoridades las quejas del vecindario porque sus días los tiene ya contados: La piqueta acabará con esa estructura levantada sobre zona pantanosa el próximo junio. Enterrará así su memoria: Cincuenta años tirados por la borda, al olvido. Intentaremos rescatar parte de esa memoria, tan grande y diversa. Hablan algunos de sus protagonistas, personas con vidas cruzadas que pasaron por el centro.

EL FUNCIONARIO.- Nunca quiso trabajar en la cárcel, pero uno de sus hijos ha seguido sus pasos. No lo hubiera hecho si no fuera por su padre, un funcionario de prisiones que prosperó en la jerarquía pero que se mantuvo en la cuerda floja en aquellos difíciles años de principios de la democracia. Aunque de Guadalajara, José Rey, Pepe, ha pasado parte de su vida penitenciaria en la cárcel de Jerez. Tiene 69 años pero conoce a la perfección y con una asombrosa y precisa memoria, las entrañas de la prisión de La Asunción, donde entró como funcionario en 1967. Pepe también conoce al dedillo el penal de El Puerto y, por supuesto, Carabanchel. Carabanchel y su dureza le curtieron. Un buen día, antes de todo eso, su padre le dijo: "La mejor regla es tratar a los demás como a ti te gustaría que te trataran". Pepe lo entendió. "¿Sabe una cosa? A mí siempre me gustó éso, tratar a las personas, conocerlas... y controlarlas. En este oficio hay que tener mucho de sicólogo. Yo veo a alguien que se me acerca y le muerdo a poco de verlo. Conocí a los internos y me involucré con ellos hasta conocer sus problemas; aplicaba un buen trato, aunque con la seriedad correspondiente". Guarda en su cabeza nombres y fechas, la interminable lista de presos que por allí pasaron. Hay apellidos de flamencos tirados, de toreros como Paula, altos ejecutivos, gente de todo pelaje, el 'Cojo Manteca'... O de los etarras. Pepe conoció en Jerez a De Juana Chaos.

- ¿Lo miró a la cara?

- Yo siempre miro directo y por derecho; nada me sobrecogió. Amenazó de muerte a un juez de vigilancia y lo trasladaron; en su lugar, vino otro 'prenda' .

Pepe, un crítico feroz del actual sistema penitenciario, vivió los primeros motines y quemadas en mitad de los pabellones. En alguna ocasión se jugó el tipo. "En aquellos años, principios de la democracia, se crecieron; se les daba poder frente a los que se les quitaba".

Los intentos de fuga se sucedieron. En la cárcel de Jerez siempre hubo intentos, nunca fugas, aunque siempre fueron burdas, simples y predecibles: La más sonada, por mentar un caso, fue la de los dos ingleses que trabajaban en la cocina. Junto a la leñera, hicieron con paciencia un perfecto pasadizo que les conducía hacia la nada: un muro de hormigón de quince centímetros que no se molestaron en trabajar. Bueno, sí. Hubo una 'fuga' importante en número, una desbandada, pero fue por la defectuosa aplicación de los primeros permisos de la legislación penitenciaria de 1979 que, al menos en Jerez, puso en la calle a todos los extranjeros que cumplían condena sin que se les volviera a ver más.

- ¿Qué aprendió de ese trabajo?

- Que me equivoqué de profesión.

Pepe Rey sigue hoy trabajando en la vida penitenciaria: tiene la prolongación de actividad en el Centro de Inserción Social (CIS), en la carretera a Sevilla, el 'heredero' de la sección de régimen abierto de La Asunción. El resto de internos fueron repartidos en las prisiones de Algeciras y El Puerto. Una hilera de funcionarios y voluntarios aplaudieron al paso de la caravana.

EL MÉDICO.- Gaspar Garrote Cuevas fue médico entre 1983 y 1996 en el centro de La Asunción. Nació en 1955 en Cabeza del Buey, un pueblo de Badajoz. Hijo de un funcionario municipal, marchó junto a su familia a Madrid cuando tenía diez años. Estudió en los Escolapios, como su hermanos, que también hicieron carrera. Luego Medicina en la Complutense y especialización en Cirugía. Un buen día, hizo una sustitución al doctor Máximo García de la Torre, cirujano jefe de la plaza de Las Ventas; esto le permitió ocupar una plaza en el Hospital General Penitenciario, dentro de Carabanchel. Allí conoció a Rafi Escobedo y a los "peores enfermos". Hizo oposiciones en 1981, eligió destino y, como casó con una jerezana, aterrizó en La Asunción. "Viniendo de Carabanchel, me encontré casi con un colegio de párvulos, pequeño y fácil de controlar, con reclusos cumpliendo condena y que, por tanto, no vivían con la ansiedad de que esperaban un juicio, por lo que imperaba la tranquilidad, recuerdo un lugar poco conflictivo".

Un día sobrevino el desconocido sida. Era su primer diagnóstico: "Era un recluso que venía de otro centro, con fiebre alta y malestar. Le hice un chequeo y diagnostiqué una bronquitis neumónica. Nunca había visto ese cuadro. Lo trasladé al hospital de Jerez, que luego lo envió al Instituto Carlos III de Madrid. Era mi primer diagnóstico. Y se convirtió en una casuística que fue aumentando con el tiempo. En Jerez, el 30% de la población pudo en un momento dado ser portador del VIH". Cierto día de principios de los ochenta, Joaquín Ruiz-Giménez, a la sazón Defensor del Pueblo, visitó la prisión de Jerez. "Esa anécdota me dijo mucho de los políticos". Venía a presidir unas jornadas. Como un acto más, impuso a Gaspar la Medalla al Mérito Penitenciario en reconocimiento a su trabajo en el mundo de la cárcel. Le impusieron la medalla, hubo jolgorio y los reclusos le aplaudieron por bulerías. El acto se alargaba. Preocupado por el tiempo, Ángel Fuentes, entonces profesor del centro, se acercó a Ruiz-Giménez y le tomó de un brazo para llevárselo al acto. Ruiz-Giménez le contestó: "Usted ni se preocupe, que su caso lo llevo yo personalmente".

Como Ángel, Gaspar se integró plenamente entre los reclusos. "Colaboré con la Cruz Roja; tres años estuve dando clases de socorrismo. Cada año, una veintena de presos conseguían el título. Los responsables de Cruz Roja vinieron hasta el centro para agradecérnoslo". ¿Algún disgusto?, se le pregunta a Gaspar: "En una ocasión, un preso tenía que volver a Córdoba; no se sabe si por miedo a volver o porque tendría algo pendiente allí, simuló un ataque epiléptico. Me acerqué entonces a él para examinarle, cuando sacó el puño para agredirme; en ese momento, los propios presos que allí se encontraban reaccionaron antes que los funcionarios y pararon al agresor. Para mí eso fue una gran satisfacción. Yo tuve muy buenas relaciones con los presos. Me metía en sus problemas, trataba de entenderles, les ayudaba en lo que podía".

"Todo esto me enseñó mucho desde el punto de vista humano. Descubrí seres humanos en esas personas cuya única culpa era ser víctima de un ambiente social, de una familia desestructurada... En el noventa por ciento provenía de situaciones marginales, pero sus valores humanos y fidelidad eran grandes. Mire, tengo aquí en mi consulta un cuadro de un expreso, Miguel Ángel Morales Rey, a plumilla, que muestra una perspectiva de la calle José Luis Díez, la del ambulatorio donde trabajé. La firma así: 'Mi voluntad para don Gaspar".

Gaspar Garrote sigue ejerciendo la Medicina, aunque ahora alejado de las prisiones.

EL PROFESOR.- El primer profesor que pisó la cárcel de Jerez fue Ángel Fuentes Moreno, un avilés que pasó como técnico de Ferrovial y al que las circunstancias de la vida le llevaron hasta los marianistas de Jerez. Ángel no encajó. Desde entonces, siempre estuvo entre la cárcel y la política. Nunca descuidó sus tres vocaciones: la sindical, la penitenciaria y la política. En la prisión entró un 1 de abril de 1979 y, con algún lapso, se mantuvo hasta 1991.

"Llegué y pude observar que la mitad de la cárcel no funcionaba en cuestión de los patios. Mis funciones fueron las de educación, cultura y deporte. La escuela que me encuentro estaba cerquita del patio y, al día siguiente, me encuentro el local con un cuarto de agua por una avería en las tuberías". Nadie se acercaba. Ángel hizo entonces lo que hacen los reclusos: pasear de un lado a otro. Hizo kilómetros por los patios, conoció a los presos, se ganó su confianza y se convirtió en uno más; les ayudaba en lo que hiciera falta, hacía de enlace y altavoz de los reclusos ante los superiores en momentos de apuro, le paraban para preguntarle por la flamante Constitución, la reforma del Código Penal y cómo les afectaba... Ángel se entregó en cuerpo y alma en su trabajo. Pidió aquí y allá, consiguió material deportivo, arregló la vieja televisión, proyectó cine y animó a la creación de una 'revista', entre otras muchísimas iniciativas. 'Luz Verde', como se llamaba la publicación, nació en la prisión a mediados de los ochenta y, aunque con pobres medios, los presos echaban ganas e imaginación. " Me entregué a tope, disfruté trabajando para esta gente. Era una pasión".

Ángel dejó la cárcel de Jerez en 1991 y entró en política. Militante del Partido Comunista, dio más tarde el salto a Izquierda Unida hasta que en 2003 retomó su trabajo en la vida penitenciaria.

EL PRESO.- Una onegé le devolvió a la vida a Juan Delgado Alcedo y a otros muchos jóvenes a los que el jaco dejó por las calles como muertos o fantasmas de a pie, siempre de un lado a otro. Tiene 49 años pero, al observarle, no da el perfil del yonko: Con 23 años fue politoxicómano, pero Juan es ahora un respetado ciudadano completamente rehabilitado, 'sin consumir' desde hace nueve años. El mismo día que abandonó la prisión se metió en el cuerpo tres gramos de heroína. Fue lo último que consumió. Natural de Rota, ha sido carne de prisión: Con 17 ya pisó una cárcel. Dieciséis años entre rejas: Pasó por Cádiz, El Puerto, Carabanchel, Badajoz y, por fin, Jerez. La de Badajoz no la olvida, la primera de las durísimas macrocárceles que se levantaron en el país. Comenzó en la hostelería y con sólo 15 años trabajó en una barra americana hasta que entró en la droga. Y de la droga, a los robos. Entró en 1995 en la cárcel de Jerez con una pena de once años a sus espaldas. Cuatro años después abandonó la prisión y cumplió el resto de la pena en la onegé 'Brote de Vida'. Juan sabe mucho del 'código' del preso. "Ha de ser siempre autosuficiente. Encontré una cárcel con mucha droga. Droga hay siempre allí, pero muy mala". Vivió la época del chabolo, que se levantaban a lo largo de los enormes dormitorios, la de el tigre (duchas y váteres) pero nunca fue un kíe, un líder del módulo. La sábana es un papel de fumar, la papa era la pelota con droga que tiraban del exterior y el carro era un artilugio hecho con un condón a modo de disparador para pasar droga entre los internos.

Hoy día, Juan es un hombre normal, reinsertado. Desempleado, recibe al mes una ayuda de 420 euros y vive en El Agrimensor.

...Y EL EDUCADOR.- 'Brote de Vida' fue la primera onegé que comenzó a visitar a los reclusos de Jerez con problemas de drogodependencia. A Juan le ha dado una vida mejor. Un hombre incansable y fundador, Andrés Sánchez, realizaba esas primeras visitas. El testigo de Andrés lo tomó en 1993 un joven animoso, Antonio Ferrer, hombre salido del mundo marginal, de El Chicle, que ha propuesto con éxito a centenares de presos una alternativa a la cárcel desde la obra social de la Asamblea Cristiana, aunque con un programa más especializado que incluye a sicólogos y trabajadores sociales. Fernanda, subdirectora de Tratamiento de Puerto 1, y Concha Yagüe, subdirectora general de Tratamiento y Gestión en Instituciones Penitenciarias, ayudaron como pudieron a 'Brote de Vida'. Hace días, recorrimos la antigua y sucia cárcel junto a Antonio, Ángel y Juan. Entre tantísima mierda, encontramos los últimos periódicos de 2000 y ejemplares de la 'Guía del interno'. Juan volvió a entrar en su celda. Y afloraron los recuerdos.

(La antigua cárcel de Jerez, erigida sobre un antiguo convento, será demolida en el mes de junio. En su lugar, se levantará una 'comisaría conjunta' de las policías Local y Nacional).

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