YA podría Álvarez Cascos, después de venir a Cádiz para poner hasta la primera piedra del servicio de señoras de la estación de trenes, haber estrenado un kiosco de prensa en la susodicha infraestructura gaditana. Ya no digo para que los viajeros se desayunaran con los dimes y diretes de la campaña electoral, que como redactor de un periódico pudiera ser la petición más políticamente correcta. Voy a más, ni siquiera dan la oportunidad a cualquier viajero de evadirse durante el trayecto de su tren, ya sea cercanías o media y larga distancia, con las últimas andanzas de Paquirrín. No es lógico privar a los viajeros, en toda una capital de provincia, de la oportunidad de ojear, sostener entre sus brazos o incluso ¡comprar! una revista o un diario. Me juego que esto no ocurre en casi ninguna estación de trenes de las todas las capitales de España. Y tiene que ocurrir en Cádiz. Y encima darme cuenta yo, que escribo en un Diario. Con lo chivatos que somos los periodistas...