Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Tiene uno la percepción de que el centro y la derecha andan absolutamente desconcertados ante el desafío, cultural además de ideológico, que le plantea la nueva izquierda. Tras la extensión en Occidente del estado de bienestar, parecía que conceptos como obrero o justicia social disminuían en fuerza atrayente y que sus gerentes clásicos estaban condenados a languidecer en la historia. El ciudadano medio ya tenía algo que perder y difícilmente se embarcaría en aventuras revolucionarias.

Fue el filósofo Herbert Marcuse el primero en darse cuenta de ese cambio radical. Para él, había que modificar los planes marxistas y, para ello, avanzó la estrategia de las identidades. El moderno socialismo ya no se centra en lo económico. Intenta ahora erigirse en el representante único de todos los colectivos que se sienten agredidos: mujeres, etnias, inmigrantes legales o ilegales, apóstoles del cambio climático, animalistas, integrantes del universo LGTBIQA+, nacionalistas de todo pelaje, hablantes de lenguas minoritarias, grupos todos teóricamente débiles pero que unidos alcanzan mayoría. Sazonando convenientemente estas múltiples ofensas con una buena ración de populismo, polarización y posverdad (las tres P del escritor venezolano Moisés Naím), la dinámica antisistema progresa imparable.

Frente a ello, el centro y la derecha no encuentran respuesta efectiva. No sirve, porque es un intento peligroso y nada prometedor, contraprogramar a la izquierda en su obsesión de identidades (nacionales arrinconados por la inmigración, cristianos o laicos despreciados por religiones aquí y aún secundarias, deshonrados por el feminismo extremo, defensores del nacionalismo centrista). Juego feo y abocado a la derrota.

Tampoco funciona la táctica de no dar respuesta alguna. Confiar sólo en una excelente gestión económica es ya una estupidez. No gana elecciones y olvida la guerra cultural en la que estamos inmersos.

Por último, también es una memez agrandar la baraja de identidades (desde sumar un feminismo liberal hasta añadir el bálsamo de la identidad europea). Topa con la hostilidad de una izquierda que defiende violentamente el monopolio de sus ofendidos.

De ahí la enorme dificultad de la presente coyuntura: una izquierda de ideas claras frente a una derecha que ignora qué hacer. De su rápida reacción y de la inteligencia de sus renovados proyectos depende la supervivencia misma de nuestro propio sistema político.

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