A este lado del río

Intelectuales de la talla de Aquilino Duque o Sánchez Saus han clamado contra los independentistas

El columnista catalán Pepe García Domínguez se dolía ayer: "Percibido desde Barcelona, el silencio de los intelectuales españoles es atronador en este instante histórico. Atronador". Antes de entrar en el "silencio atronador", diría que el concepto "intelectuales españoles" es problemático, no porque sea un oxímoron (no, no llego a tanto), sino porque implica una pre-selección subconsciente. Como cuando se dice que no hay intelectuales de derechas, pero la realidad es que, si uno es de derechas, casi todo el mundo considera que ya no puede ser intelectual, cómo va a serlo, si es de derechas. De alguna manera, esto puede haberle pasado a García Domínguez. Considera "intelectuales españoles" a los mediáticamente reconocidos, sin caer tal vez en que los mediáticamente reconocidos se cuidan muy mucho de qué silencios rompen, no vayan a incomodar a quién sabe quién. Sin salir de estas páginas del Diario, intelectuales de la talla de Aquilino Duque, Eduardo Jordá o Rafael Sánchez Saus han clamado contra los nacionalismos independentistas.

Hecha esa precisión, sí hay un llamativo silencio a medias y una completa frivolidad opinativa sobre la quiebra de la soberanía nacional que se propone desde Cataluña. Que, en buena teoría política y con una mínima perspectiva histórica, supone una catástrofe de primera magnitud. Pero España se dolió mucho más de la pérdida de Cuba que por esto de Cataluña. Lo que no quiere decir que Cuba fuese mejor que Cataluña, sino que somos peores que nuestros tatarabuelos.

Ahí quería llegar yo y es a lo que apunta el silencio atronador que denuncia García Domínguez. En España parece que no hay nervio moral ni inteligencia política como para hacerse cargo de la gravedad de la situación ni de sus implicaciones. Y, en efecto, sería necesario que los intelectuales la explicasen y, sobre todo, que, en justa correspondencia, la sociedad la asumiese en toda su envergadura.

Ahí es donde vienen a coincidir las razones de esta crisis a un lado y otro del Ebro. El problema de fondo y a medio plazo es educativo. Allí -como decíamos ayer- porque se educa en el nacionalismo. Y aquí -como quiero apuntar hoy- porque no asumimos ni manejamos unos conceptos políticos claros y distintos que permitan hacernos cargo, con visión y responsabilidad, de lo que ocurre a nuestro alrededor. También aquí haría falta coger el problema educativo y cultural por los cuernos.

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