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La gracia gaditana y la ordinariez

Al traspasar ciertas líneas rojas del decoro y la educación se puede caer en el borderío, cuando no en el bastinazo

Incluso los gaditanos más graciosos están hartos de que allende los Puertos sean considerados como unos simpáticos chirigoteros que están inventando pamplinas continuamente. Vale que esta sea la capital de la gracia, y que existe un amplio sentido del humor, que brota con espontaneidad. Pero hacerse el gracioso por obligación es lo contrario de la verdadera gracia. Y, cuando la gracia se mezcla con la ordinariez, hay que tener mucho cuidado. Pues al traspasar ciertas líneas rojas del decoro y la buena educación se puede caer en el borderío, cuando no en el bastinazo.

Voy a poner un ejemplo. Al constituirse la Diputación Provincial, estaba la periodista Beatriz Anillo realizando un reportaje del acto para 7 TV, cuando una señora, al terminar la intervención, lanzó a la periodista un cariñoso grito de “¡Ole tu coño!”. Semejante afirmación fue muy aplaudida y se jaleó en redes sociales, como ejemplo de la gracia gaditana. Aunque era una ordinariez manifiesta. Resultó que la señora era la madre de Ana Moreno, una diputada provincial barbateña, que no tenía culpa de que su madre sea tan graciosa, pero eso tampoco ayuda al buen nombre de la corporación. Nunca ha sucedido a las puettas de la Moncloa.

Para discernir con más propiedad este asunto, además, habría que recordar El habla de Cádiz, el diccionario de cabecera del habla gadita, escrito por el profesor Pedro Payán, que sirvió como biblia lingüística del gaditano en el Congreso de la Lengua al que no vino el ministro de Cultura, Miquel Iceta, porque estaba en el Senado, aunque ahora el Senado ya no le importará, porque el PP tiene mayoría absoluta y a Frankenstein le trae sin cuidado el habla de Cádiz. Volviendo a Barbate, de donde proceden la diputada y su señora madre, puede que la frase se diga así, pero en Cádiz se dice “¡Ole tu chocho!”. Y con esa frase existen incluso bandas que se venden, para que sean lucidas por señoritas y señoras empoderadas en las despedidas de solteras. Aunque parezca lo mismo, no lo es, pues las formas de designar el órgano propio femenino admiten diferencias sutiles, igual que pasa con el masculino. Quizá chochete y pichita sean las más suaves.

También digo que si esa misma frase se la hubiera dicho un gachó que pasaba por allí, se le hubiera considerado machista y como un insulto bochornoso a una mujer trabajadora. Entre la gracia y el borderío hay matices. Pero ser tan graciosos a veces perjudica al buen nombre de esta ciudad, que no es un circo para payasos. He dicho.

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