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Seis años sin Vaporcito. Parece mentira. Como todo en esta ciudad, se fue para no volver. "¿Te acuerdas...?" es una pregunta demasiado utilizada en mi generación. Luego han ido cayendo comercios señeros, buenas costumbres, bares con solera... sepultados por el progreso, el novelerío, el feísmo, la horteridad, la falta de buen gusto, el imperio oriental. Lo castizo que tuvo Cádiz. No lo casposo, no. Lo puro y genuino. El arte. Habla uno con sus hijos y parece el abuelo Cebolleta. Batallitas, historias. En ese afán de que las cosas de Cádiz no se pierdan. Al menos en la memoria. Que sepan qué hubo y en qué se está convirtiendo una ciudad que tiene en verano hasta toque de queda cuando la madrugada solo se ha despertado. Y yo, enfermo de nostalgia, me acuesto resignado a quedarme sin escuchar por la ventana abierta la música del Teatro Pemán en noches de levante.
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