Portal ad absurdum

Cuidado que, a veces, la mentira dice la verdad tirando por el camino de en medio de la verosimilitud

Ha tenido mucha difusión el bulo de que el Ayuntamiento del Puerto iba a montar un belén paritario. Teresa Almendros se preguntaba cómo es posible que algo así haya generado tal credulidad que hasta el Ayuntamiento ha tenido que salir a refutarlo. Nuestra periodista hace, como suele, la pregunta clave.

Porque, a veces, la mentira dice la verdad tirando por el camino de en medio de la verosimilitud. Si la gente cree una mentira sobre ti, ponte en guardia. Aunque no hayas hecho eso, tu comportamiento o tu actitud lo avala. Si le dicen, no sé, que me han visto en una esquina fumando porros, usted se rechiflará: "Imposible". Pero si le cuentan que me vieron en un bar, trasegando la cuarta botella de fino, brindado a voz en grito entre carcajadas orondas y viejos amigos, preguntará: "¿Y por qué brindaba?" Trato de mantenerme, desde luego, fuera de los límites del zig-zag, pero es mucho más creíble que mi afición al jerez pueda desbordarse que lo del porro.

El ejemplo no es delicado, pero sirve. El Ayuntamiento, orgulloso gobierno de izquierdas, adalid de la igualdad, no ha perpetrado la tontuna del belén paritario, y lo celebramos por el belén, por El Puerto y por David de la Encina, al que tengo, por encima de las diferencias, gran estima personal. Sin embargo, con el precedente de las gasparas y melchoras de la feria de Navidad de Sevilla o las Reinas Magas de los últimos años en el Madrid de Carmena y en la Barcelona de Colau, muchos han creído que sí.

Lo que podría propiciar una reflexión sobre hasta qué extremos se está llevando la ideología de género. El lenguaje no sexista acaba siendo una tortura y un torturo. El hijo de un amigo preguntó en una actividad de su instituto: "Si las mujeres cobran el 20% menos por el mismo trabajo..., ¿por qué las empresas no contratan sólo mujeres, que son más baratas?" No le contestaron, sino que le acusaron (de machista). El feminismo 2.0 se sale de madre y ciertas defensas de la mujer -que siguen haciendo falta- están empezando, sin embargo, a ser, por desgracia, contraproducentes por ridículas, irreales o intolerantes.

No quiero ser injusto: este escándalo lo ha causado una broma y el Ayuntamiento ha respondido rápido. Yo sólo les invito a que, ya puestos, aprovechen el absurdo como una reflexiva reductio ad absurdum. Pero si no les parece, por mí, bien. Nos limitaremos a lamentar la broma tonta como hacemos todos, y punto.

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