La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pedro y la nación de naciones

Sánchez ofrece de todo a los independentistas, menos lo único que ellos quieren: la soberanía de la nación catalana

No importa que el cerco del Estado democrático a los separatistas se estreche con todos los instrumentos legales a su alcance. Ni que el independentismo se cuartee conforme se aproxima el desenlace de su desafío. Ni que le llegue la hora fatal del canibalismo. Ni que sus propias encuestas arrojen un aumento de la mayoría de catalanes contrario a la ruptura con España. Ni que el letrado mayor del Parlament avise de que el referéndum es ilegal e ilegítimo. Ni que estén pasando de lo histórico a lo grotesco.

Nada importa. Al cráneo privilegiado de Pedro Sánchez no hay circunstancia ni embate de la realidad que le estropee una estrategia de laboratorio consistente en negar la ayuda del principal partido de la oposición al Gobierno que defiende la legalidad constitucional y repartir las culpas del follón de Cataluña entre los folloneros y los que han de sofocarlos. Al cincuenta por ciento: tan malos son los secesionistas como los inmovilistas.

Vamos a ver, Pedro, criatura. ¿De verdad crees que a estas alturas de la película los Puigdemont, Junqueras y cuperos van a levantar el pie del acelerador porque se les ofrezca una reforma de la Constitución que declare a Cataluña nación histórica y cultural? ¿Acaso se van a ablandar porque les prometas una quita de la deuda gigantesca que han ido acumulando tras años de gestión nefasta y ladrona? ¿Piensas que van a avenirse a pactar una salida al conflicto sólo porque tú rechaces que se aplique la intervención parcial de la autonomía contemplada en el artículo 155 de la Constitución? Es tarde para las políticas de apaciguamiento.

La promesa de reformar la Constitución de 1978, por ejemplo, es un brindis al sol. Ninguna reforma es posible sin el consenso del partido mayoritario, que resulta ser el PP. Sencillamente, no salen las cuentas. Por lo demás, el propio PSOE pone un límite a su oferta a los secesionistas: con cualquier reforma constitucional la única soberanía reconocida será la de todos los españoles. Sánchez promete una nación de naciones, sí, pero no una soberanía particular a Cataluña (y a Euskadi, Galicia y todas las que se sientan nación). El sujeto de la soberanía será, como ahora, el pueblo español en su conjunto. Precisamente lo contrario de lo que quiere el independentismo catalán.

Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Pedro no puede darles lo único que ellos persiguen.

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