Lo desgraciado es que este tema lo suscite una tragedia como la de El Palmar, que para los familiares y allegados de las víctimas debe de ser lo peor imaginable. Pero hablar de las condiciones urbanísticas en las que se encuentra esa pedanía vejeriega y preguntarse en qué manera pudo influir, aunque sea mínimamente en el drama, no es ofender a nadie. Las normas de ordenación no están hechas por capricho ni para impedir el disfrute de nadie. Son acuerdos firmados entre todos para vivir mejor y más seguros. Desde hace muchos años, la situación en las tierras que rodean la magnífica playa es de total y descorazonador desbarajuste, y la tropelía sucede entre la general indiferencia o falta de actuación. Los que incumplen la ley saben que lo están haciendo y se escudan en que todos lo hacen. Las autoridades, incompetentes, se refugian en la dificultad de resolver el asunto, o se empeñan en culpar al otro. Ineficaces.

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