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Análisis

Rafael Duarte

Los toros, la pesca

Cuántas palabas que expresaron sentimientos humanos han pasado a la fosa del olvido

Amanece con un tono ocre. Un color de arena suspendida. Tramo final de oleaje del cielo que presenta esa fritura del agua, esos trozos de espumas movedizas, como el faro de Urréjola, rodillos blancos, fragor escrito. Están saliendo los barcos pesqueros. El tostoneo del motor. El zumbido abejorro del fueraborda. Algunos nos disponemos a pescar. El níquel de la lisa, llisa amia, el sargo de bandas negras, la dorada, la… entonces y ahora. Estoy pescando con el familiar de un banderillero. Y, contratiempos y falta de picada nos ponemos a recordar los términos taurinos que se repiten, polisémicamente distintos, en las artes, la jerga o el argot de la pesca. El presidente de la tertulia de Las Montañas, José Acosta Martínez, conoce hasta los materiales de esas artes. Y Andrés Castilla trae el libro ABC de la pesca con caña. Leamos.

La bamba, parte central de la muleta, es en la faena pesquera, definida como caña o bamba: Pequeña caña de bambú con sedal y anzuelo para captura de túnidos y afines como bonito o listado, rabil o albacora o tuna.

La corrida, que es la suelta y lidia completa de las reses, en la mar es el tiempo que dura la faena de arrastre en la pesca. El tendido, ese lugar de la plaza, es la longitud total del arte de pesca.

Casi todos sabemos qué es el callejón, que es el túnel que une el cuadro de una almadraba con la piscina de engorde.

Y, por supuesto, matador, que es el copo, y que el Drae no recoge, leemos "y el matador o paños matadores, donde finalmente se dará muerte al atún."

Claro que el matador de toros va embutido en la o las taleguillas, y la taleguilla en la mar es la bolsa de engodo que se une a la gaza del palillo. Y el palillo, que es el estaquillador de la muleta, es en pesca la varilla entre el cordel madre y el rapacejo.

Encontraremos la vara, que no es la de picar, sino los lados mayores del rectángulo que forman las cucharas. Y encontraremos los estribos, que no es lo que parece sino los pies que tienen adosados los caños de desagüe de los corrales marinos para que no se taponen. Y por supuesto el disímil cabresto por cabestro, tan andaluz, y que la RAE reconoce como sinónimos en cabestrante que es el cable del cabrestante. O gavilán, tope de la espada, que en lenguaje marítimo es un ancla sin cepo de tres uñas. Y, por supuesto, el arrastre no del toro sino de la red así llamada, que puede estar sucediendo en la playa de la Puntilla… Y recordemos que se llama faena de pesca a la acción de pescar, que tampoco refleja el Drae que sí refleja la taurómaca.

Tantos términos tan bellos. Algunos sin fijeza y esplendor. Perdiéndose como otra habla. Ejemplos el dálmata, vegliota y ragusano, extinguido en el 1898, el manés, extinto en 1977, el ubijé en 1992 o el livonio, desaparecido en dos mil trece.

¿Cuántas palabras sencillas y que expresaron amor, pena, deseos o apatías, sentimientos muy humanos, han pasado a la fosa del olvido? La nada iguala tanto como la mediocridad. Como Perrontoreca y sus Meninas… Y Filondango trovadour… Pero se hunde la corchuela, y hoy no quiero hablar de esos fiascos.

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